En la precampaña se visitaron 102 municipios en tan solo 19 días. Tiempo suficiente para descubrir la gran diversidad natural, cultural, económica y social de nuestras 8 regiones; lo que vino a confirmar mi percepción de que Oaxaca es una tierra de contrastes, donde lo que nos une y nos identifica es la hospitalidad y la dignidad de sus habitantes. Podrán hablarse idiomas distintos, tendrán ecosistemas diferentes, sus orígenes son disímiles, pero en todos ellos encontré el enorme deseo de tener un estado en paz y en progreso. Ya fueran de papel o ya naturales, no faltó un solo municipio en donde el collar de flores fuera colocado como símbolo de bienvenida al precandidato y a sus acompañantes; en ocasiones eran decenas de collares los que se colocaban, como sucedió en San Pedro Amuzgos, Tamazulapam del Espíritu Santo, Juchitán y Salina Cruz tan sólo por mencionar los más emblemáticos. La elegancia de la vestimenta regional es otro de los recuerdos, pues en su mayoría en los caballeros prevalecía el color blanco polar, impecablemente limpio y portado con ese gran orgullo que distingue a nuestros hermanos indígenas. No es el mismo caso con las mujeres, pues acá la diversidad de colores y texturas marca la distinción incluso entre municipios de la misma región. Bordados en su mayoría a mano, listones multicolores, huipiles que son el resultado del intenso trabajo de quién lo elabora, lo único que las identifica como oaxaqueñas es ese porte señorial, aun cuando unas se muestren altivas como la mujer del istmo y otras sumisas como la mujer de la mixteca o de la sierra sur. Son esos contrastes los que nos unen y nos distinguen a nivel mundial.
Cuando teníamos la fortuna de arribar a la par que el precandidato al siguiente municipio, solíamos ser recibidos a la entrada del mismo por sus autoridades municipales y por cientos, –en ocasiones miles– de ciudadanos que de esta manera manifestaban su respaldo hacia el precandidato de la Coalición; aparte del infaltable collar de flores, solían recibirnos con “cuetes” y banda de música, misma que encabezaba el recorrido rumbo al templete donde se llevaría a cabo el acto proselitista. No faltó la anécdota, como la registrada en Santa Cruz Itundujia cuando al ser recibidos uno de los “cuetes” lanzados por un originario pegó contra el muro de la iglesia y regresó para explotar muy cerca de donde estaba la cabeza del contingente, a lo que Gabino Cué sugirió tener cuidado con su manejo. Ya estando en pleno acto proselitista, volvió a suceder lo mismo, a lo que el precandidato suspendiendo momentáneamente su discurso, le pidió al señor de los cuetes que mejor dejara de lanzarlos, pues no quería lastimados; lo que originó la risa de los ahí presentes. Describir como ríos de gente acompañaron al precandidato me resulta complicado, pues en algunos casos la vista no alcanzaba para mirar donde terminaba la “cola” de la marcha: San Lucas Ojitlán, San Felipe Jalapa de Díaz, Juchitán; Salina Cruz, Huajuapam de León, Santa Cruz Huatulco, Oaxaca de Juárez fueron municipios en donde la gente se desbordó para escuchar a quienes evidentemente –a la postre– sería su candidato.
Pero como se trataba del tiempo de la precampaña, también había precandidatos a las presidencias municipales y a las diputaciones, lo que lógicamente derivaba en una competencia entre ellos por obtener la candidatura. Por tal motivo entre los dirigentes de los 4 partidos y el equipo de logística de Cué Monteagudo, acordamos que ni un solo precandidato a estas posiciones podría subirse al templete, a fin de evitar que se utilizara dicho evento como promoción hacia su persona; este acuerdo generó muchos problemas que muchas de las veces resultaron imperceptibles para los asistentes al evento, más no para quienes subíamos al templete, pues al subir las escaleras vimos como los reclamos, el enojo, las amenazas e incluso hasta los golpes de algunos de ellos, en su afán de que se le permitiera subir y con ello “demostrar” su cercanía con el precandidato. Afortunadamente “Mariano” y su personal de apoyo supieron manejar y soportar estoicamente las presiones; tal pretensión no pasaba del comentario “ácido” entre los dirigentes al decir “mira a tu precandidato” cómo se porta, a lo que se respondía casi en automático: “es el tuyo”. Las banderas blanquiazules, amarillas, rojas y naranjas daban un toque especial a las concentraciones, sin embargo no faltó el reclamo y el comentario sarcástico de uno de los presidentes de partido hacia mi persona, cuando me dijo “ustedes aquí no tienen gente, sólo banderas”, lo que estuvo a punto de generar un conflicto que se solucionó en automático cuando la hoy diputada Aída Valencia, se refirió a la gente de Convergencia que la acompañaba en tal evento.
Los contrastes que encontramos entre las diversas regiones nos sensibilizaron a quienes no habíamos tenido la oportunidad de recorrer nuestros municipios. La abundancia natural de la Cuenca del Papaloapan con la aridez de la Mixteca; la facilidad de acceso hacia la Sierra Norte con las dificultades para llegar a la Sierra Sur. Pero sin duda lo que más me marcó fue descubrir la enorme pobreza en la que viven miles de oaxaqueños, como cuando un señor en la Mixteca le pidió al precandidato ingresara a su modesta vivienda para que viera que necesitaba contar con un piso de cemento, cuando vimos que su cama era una tabla de pino colocada sobre dos ladrillos, una sensación de impotencia y de coraje me invadió de inmediato. O que decir de la pequeñita de “Los Chimalapas” que por falta de una alimentación adecuada mostraba significativo retraso en su desarrollo, por lo que de inmediato se ordenó su traslado a un hospital particular de la capital. O de la ancianita de la Mixteca, que con un palo como bastón y con su nieto de escasos 9 años le dijo a Gabino Cué: “sé que me queda poco tiempo de vida, por eso le pido me ayude a ver a mi hijo, para que conozca a mi nieto. Pues desde que antes de que él naciera se fue a trabajar a los Estados Unidos y no ha regresado; quiero morir despidiéndome de él”. Los que presenciamos tal escena sentimos como un nudo en la garganta y algo más.
Son los contrastes que uno quisiera, no existieran.
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