Leyendo el pasado viernes las declaraciones del Secretario General de Gobierno, don Jesús Martínez Álvarez, referente a cuáles deberán ser los retos a considerarse en la próxima restructuración gubernamental anunciada por el Gobernador Gabino Cué; misma que un amplio sector de la ciudadanía espera con verdadero interés, no pude más que confirmar lo que siempre he pensado de don Jesús: su gran estatura política y su lealtad como colaborador y amigo del titular del ejecutivo. Y es que según mi concepción de la política, un amigo es aquél que manifiesta a su superior jerárquico lo que los demás no se atreven a hacer, o incluso es el que expresa lo que los otros, que se dicen de igual manera “amigos”, simplemente esconden en una estrategia clara de engañar, a quien por el contrario, deberían estar comprometidos a decirles las cosas como son.
Y es que el Secretario General de Gobierno fue claro y contundente al afirmar lo siguiente: “la restructuración del poder ejecutivo, anunciada por el Gobernador Gabino Cué, debe responder a los grandes retos de Oaxaca, porque hasta hoy las reformas a su Ley Orgánica han demostrado ineficacia” y como para no dejar la menor duda enfatizó: “La primera reforma a la Ley Orgánica del poder ejecutivo no respondió a los grandes retos de Oaxaca. La segunda fue una cuestión intermedia, que ha demostrado también su ineficacia; por lo tanto la tercera modificación de la norma, que debe ser la última y la definitiva, es la estructura que permita dar respuestas a tiempo, ser eficaces y ser totalmente puntuales en el cumplimiento. A veces no gusta que un servidor público lo declare, pero si no lo declara uno y la gente lo está viendo y lo está percibiendo, es más grave aún el no decirlo”.
Es por eso que he titulado mi artículo “Los amigos en la política”. Desconozco si antes de llegar a la SEGEGO don Jesús y el Gobernador eran amigos, lo que sí estoy seguro es que terminarán siéndolo, si se entiende la amistad como esa construcción de lazos sólidos que contribuyen al engrandecimiento de ambos. Sé que habrá algunos estimados lectores que al leer estas líneas consideren que desconozco la famosísima frase aquella que nos dice que “En política los amigos son de mentiras y los enemigos de a deveras” o quizá la acuñada por Cicerón quien afirmaba “La política es el arte diabólico de hacer y perder amigos. Nada hace y deshace tantos amigos como la política”; ambas las conozco sin embargo prefiero quedarme con la acuñada recientemente por Leo Zuckerman quien sostiene: “Los gobernantes deben tener amigos, y amigos profundos, aunque no sea más que para que le digan la verdad y no los dejen volar (y con ello caer) demasiado”. Eso ha sido el gran mal de muchos gobernantes que se han rodeado de incondicionales, de aduladores, de personajes sumamente inteligentes, con gran experiencia en la cartera que les toca encabezar, pero no de personas leales que sean capaces de no defraudar la confianza en ellos depositada y que con su mal desempeño terminar por empañar el proyecto de quien tuvo a bien a invitarlos a colaborar. Son los que pagan con ingratitud el apoyo que se les brindó. Los que terminan por hacer que la ciudadanía continué desconfiando de la política y de los políticos. Son los amigos que terminan siendo los enemigos.
Peor aún, aquéllos que escudados de una evidente amistad o afecto del gobernante, terminan por hacer precisamente lo contrario a lo que su amigo ofreció en su campaña. Podrá el gobernante tener las mejores intenciones, podrá realizar las acciones a las que se comprometió con su pueblo, podrá proponer las reformas procedentes para enfrentar los retos de su gobierno, pero mientras haya quien se distraiga en actos distintos a los encomendados, los resultados serán contrarios a lo esperado. Sin embargo por su propio ritmo de actividades el gobernante no se da cuenta de la percepción de la ciudadanía, pues suelen ser precisamente los que saben que las cosas no marchan correctamente, los que se acercan a decirle al oído que todo va de maravilla. Por eso creo que los amigos no se hacen, sino se van encontrando a lo largo del camino.
Por eso qué bien que alguien se atrevió a decirle al gobernante de que entre la ciudadanía hay la percepción de que las cosas no han cambiado sustancialmente a como se venían haciendo en administraciones anteriores, que se siguen observando las mismas deficiencias, los mismos errores, los mismos procedimientos por quienes debiendo ser los primeros en hacer las cosas distintas en aras al cambio ofertado, lo siguen haciendo de la misma manera. No son todos, no. Hay quienes si se sienten comprometidos con el cambio, con la paz y el progreso que nuestro estado demanda, con la esperanza aún vigente de un pueblo que aspira a mejores condiciones y oportunidades de vida. Se está a tiempo de rencauzar el camino hacia la transición democrática independiente del destino que la Coalición y sus partidos tengan en el proceso electoral que se desarrolla. Hoy los amigos, si en verdad lo son del gobernante, que saben que no han estado a la altura de las demandas ciudadanas o aquéllos cuya aspiración es seguir sirviendo al pueblo desde otra trinchera, deben permitir que se hagan los ajustes necesarios para permitir el buen ejercicio de gobierno.
Quizá lo manifestado por María Amparo Casar de cuenta exacta de lo que deseo expresar, a saber: “Que un gobernante puede y debe tener amigos, pero no cuentas por pagar, en el sentido que no debe ser rehén de nadie, ni de los afectos, ni de los intereses”.
Finalmente un amigo es el que con sus actos se gana el derecho de estar al final de la jornada ya sea para disfrutar del éxito o ya para compartir el fracaso; sólo así se sabrá que se trata de un verdadero amigo. ¿O usted qué opina estimado lector?
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