Es creciente la incertidumbre por el rumbo que Manuel Andrés López Obrador imprima a su Proyecto de Nación. El riesgo en el horizonte es un sombrío panorama por su intolerancia.
A la luz de sus anuncios faraónicos pareciera que pudiera resurgir la luz de la esperanza al final del túnel. Según su dicho, es buena noticia tener entre sus prioridades en infraestructura a Oaxaca.
El virtual presidente electo, Manuel Andrés López Obrador, anunció que se invertirán 500 mil millones de pesos en siete proyectos que su gobierno considera prioritarios para el desarrollo del país.
El primer lugar es el Nuevo Aeropuerto Internacional en Ciudad de México, sobre cuyo destino se realizará una consulta pública a finales de octubre para decidir el destino de la obra, en Texcoco.
En segundo lugar, el proyecto del canal transoceánico que se llevará a cabo en el Istmo de Tehuantepec, con el que se busca “unir a los países de Asia con la costa Este de Estados Unidos”.
Estos proyectos fueron analizados este lunes por el virtual presidente electo con algunos miembros de su futuro gabinete, como Alfonso Romo, quien será Jefe de la Oficina de la Presidencia; Carlos Urzúa, futuro secretario de Hacienda; Gerardo Esquivel, próximo subsecretario de Egresos.
Estos proyectos, comentó López Obrador, ya estarán considerados en el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación del 2019, de tal manera que para el 1 de diciembre, fecha en que tomará protesta como nuevo presidente de la República, ya estén definidos los proyectos, así como los beneficiarios y su operación.
¿Hará realidad López Obrador el sueño largamente anhelado por los oaxaqueños de terminar la construcción de las supercarreteras a las regiones de la Costa y del Istmo de Tehuantepec?
Los gobiernos federales y estatales del Partido Revolucionario Institucional (PRI) no quisieron construir las dos supercarreteras. Pudieron hacerlo, pero inexplicablemente no quisieron.
Resulta sumamente extraño que si ambas obras magnas detonarían el crecimiento y desarrollo de Oaxaca en general y de manera particular de las regiones de la Costa y del Istmo de Tehuantepec y, por tanto, garantizan gobernabilidad y gobernanza los gobiernos del PRI, no quisieron construirlas.
Es un proyecto transcontinental, ciertamente, nada nuevo. A lo largo de los siglos siempre ha sido un botín sumamente apetitoso desde el conquistador de América, Hernán Cortés hasta el actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
Los imperios, primeramente, europeo, y después norteamericano y chino han buscado apoderarse del Istmo oaxaqueño y veracruzano. A quienes lo duden, ahí está en los anales de la Historia el Tratado McLane-Ocampo para no ir tan lejos por el mayor ejemplo ilustrativo.
Los críticos más acérrimos de Benito Juárez, el hermano mayor de los oaxaqueños, consideran una traición del Benemérito de las Américas, la firma de dicho tratado no ratificada por el Congreso norteamericano.
El tratado McLane-Ocampo, firmado el 14 de diciembre de 1859 entre Robert McLane, enviado especial del presidente Buchanan y Melchor Ocampo, secretario de Relaciones Exteriores del gobierno mexicano, consta de 11 artículos más dos convencionales.
El artículo primero concedía a los ciudadanos y bienes de los Estados Unidos derecho de tránsito a perpetuidad por el Istmo de Tehuantepec; por el artículo tercero, el gobierno mexicano se comprometía a no imponer derechos a las mercancías estadunidenses que transitaran por el Istmo, salvo las dedicadas a consumirse en México.
El artículo quinto especificaba que fuerza de los Estados unidos, “con el consentimiento o a petición” del gobierno de México; podrían ayudar a la defensa de los puertos y las rutas de dicho Istmo; “sin embargo, en caso excepcional de peligro imprevisto o inminente para la vida o las propiedades de ciudadanos de los Estados Unidos, quedan autorizadas las fuerzas de dicha república” para obrar en protección de aquéllos, sin previo consentimiento.
El artículo sexto concedía libre tránsito de tropas, abastos y pertrechos de guerra de los Estados Unidos por el Istmo de Tehuantepec y entre el Puerto de Guaymas y Nogales, Sonora, previo aviso a las autoridades mexicanas; el séptimo cedía a perpetuidad el derecho de paso entre las ciudades de Camargo o Matamoros, por la vía de Monterrey, hasta el Puerto de Mazatlán.
Finalmente, el artículo décimo estipulaba que a manera de compensación por las rentas que el gobierno mexicano perdería por semejante acuerdo recibiría cuatro millones de pesos, la mitad de los cuales se pagarían al firmar el tratado, dinero que efectivamente puso McLane en manos del gobierno mexicano.
Hoy, el imperio norteamericano está sumamente indignado contra el gobierno socialista de Daniel Ortega en Nicaragua al permitir la construcción del nuevo canal interoceánico. No es nada descartable que Donald Trump decida invadir la tierra del poeta César Augusto Sandino.
La idea de la construcción del canal aprovechando el curso del Río San Juan, en Nicaragua, data de la época colonial española ya que este río nace en el lago y desemboca en el Caribe.
Más tarde Napoleón III escribió un artículo a inicios del siglo XIX y, posteriormente, hubo interés por parte de los Estados Unidos, ya que tuvieron un primer plan para construir una obra similar en el Istmo de Tehuantepec el cual fracasó por su elevado costo.
Según establecimos extraoficialmente, la empresa china la empresa HKND Group propuso el proyecto de construcción del canal interoceánico al presidente mexicano Enrique Peña Nieto en el Istmo de Tehuantepec, pero el ex presidente Barack Obama, se opuso rotundamente a su construcción.
Y se decidió retomar el viejo proyecto echeverrista Alfa-Omega, luego el Plan Puebla-Panamá de modernización de las vías de comunicación carreteras, comprendido en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC), firmado por México, Estados Unidos y Canadá.
La primera alternancia con el panista Vicente Fox Quesada, fue impuesta, por cierto, por el imperio norteamericano, a través de la Cláusula Democrática incluida en el Tratado de Libre Comercio, para garantizar las inversiones de las multinacionales en México.
La última versión de todos estos proyectos fallidos es el Corredor Transoceánico que incluye los Parques Eólicos, con inversión europea, norteamericana y china; y, por supuesto, la Zona Económica Especial (ZEE). Ambos son grandes negocios de ex gobernadores oaxaqueños.
@efektoaguila