Seguramente somos muchos, muchísimos, los que un día deseamos estar frente a los micrófonos de una estación de radio. Posiblemente llegaron allí, los que tuvieron un deseo mucho más fuerte en el corazón.
La locución se hace con la voz. Este es el vehículo que utilizan los locutores para mostrar al oyente sus sentimientos. Ésa voz puede conquistar auditorios, clientes, y hasta amores fortuitos. Bueno, esto es otro tema pero bien podrían escribirse muchos libros de esas experiencias.
Los locutores saben cuál es su potencial y hasta dónde pueden llegar. Con su voz pueden dar un consejo, dar ánimos, hacer llorar, o sacar una carcajada con algún comentario. También saben que su voz puede vender un producto ya sea por radio o televisión.
Curiosamente, la mayoría de los locutores no trabaja, pues la cabina para ellos es como un lugar de disfrute, una diversión, un relajamiento. Actúan así porque en sus genes va impreso un micrófono. No importa si su familia se ha dedicado o no a la comunicación, pero casi todos los locutores nacen con ese sello que un día lo van a descubrir.
¿Y cómo es que llegaron a la radio? Dentro de esta pregunta hay miles de historias, y dentro de esas historias siempre hubo nervios, angustias, miedos… Pero todos esos sentimientos estaban envueltos en una felicidad indescriptible.
Una cosa es coincidente en todos: los locutores llegaron un día a cabina porque hubo otro locutor de la época que los inspiró, que los llevó de la mano y, sin que éste supiera, con el paso de los días o de los años, estaba formando a un discípulo.
Ayer fue el día del locutor y del trabajador de la radio. Ayer hubiera hecho este comentario, pero creo que aún no es tarde. Así que felicidades a todos mis compañeros.
Pero no por felicitarlos quiere decir que todos los locutores son buenos y responsables, no, hay de todo. Me acuerdo de un locutor que conducía un noticiero, y a veces, por no tener ningún tema a la mano, dejaba a los radioescuchas en silencio, y éstos, no se habían dado cuenta que su radio seguía encendido. Después de varios minutos volvían a oír la voz con la excusa de que se le había olvidado abrir la llavecita y por eso nadie lo había escuchado.
Conocí otro locutor irresponsable, también, que cuando no llegaba su relevo a tiempo, bajaba la cortina de la calle y se iba a descansar a su casa.
En los tiempos que estamos viviendo, todos, de alguna manera, nos hemos convertido en locutores, pero, claro, no me refiero a este tipo de locutores, sino a los trabajadores de la radio y la televisión.
Locutor viene de locutorio. Los locutorios eran unas ventanitas por donde se podía uno comunicar con los detenidos en las cárceles, o con las monjas en los conventos.
Locutorios también pueden ser las casetas telefónicas, las ventanillas de oficinas y otros lugares destinados al uso individual. Así que, si todos hemos usado estos medios para comunicarnos con alguien, quiere decir que también somos locutores. Sí, locutores, aunque no todos son trabajadores de la radio y la televisión, que es lo que se celebró ayer.
Es por eso que mando un saludo a cada uno de estos trabajadores, aunque no los conozca personalmente, pero me los imagino físicamente por sus pausas, por sus ritmos y por la profundidad de su voz. A todos ellos mis felicitaciones.