
Los tambores de guerra empiezan a sonar en el Istmo, la Costa y la Sierra Sur.
Morena, en su eterna campaña permanente, empieza a perfilar a sus referentes rumbo al próximo piñatazo electoral de 2027 y ahora hacen presencia en los informes de gobierno municipal para darse su respectivo baño de pueblo.
Senadoras, diputadas federales y funcionarias del gobierno local vienen haciendo circo, maroma y teatro para alcanzar un nuevo hueso que les permita seguir viviendo del poder.
La moreniza está desatada y, al parecer, les urge gritar a los cuatro vientos:
“El rey ha muerto, ¡viva el rey!”
Los tiempos se han adelantado y la ambición de esta nueva clase política no parece tener límites.
La senadora cantante es la única que se mantiene agazapada, en espera de que le cumplan el acuerdo de ser la próxima gobernadora vía plurinominal.
Luisa Cortés García, exdiputada local y actual senadora, al parecer ya entendió que no será la abanderada de Morena y empieza a tejer alianzas con otros senadores y actores políticos que militaron en el PRI.
En la Costa la siguen esperando para que regrese y cumpla la promesa de vivienda que fue a hacerles.
Desde Tehuantepec, la originaria de San Baltazar Guelavila, Tlacolula, y actual secretaria de SEBIENTI, Vilma Martínez Cortés, tiene todos los programas electoreros de la Primavera listos para arrancar la precampaña… a lo que sea que venga.
Veremos si Vilma logra colarse o se queda en la orilla.
Y si de dispendio de recursos para promoción personalizada hablamos…
La secretaria de Turismo se pinta sola y, desde la Costa, sus “operadores financieros” le están apostando lo suficiente para quedarse con la plaza.
¡Ups!
Por primera vez tendremos en Oaxaca un dedazo de otro color.
Operación cicatriz.
Premios de consolación.
Y lo que se acumule.
Evento patrocinado por La Esperanza de México.
Estimado ciberlector, mientras usted anda esquivando bloqueos, marchas, conflictos postelectorales, carreteras cerradas, agencias inconformes y un estado que no termina de acomodarse, hay alguien que vive en otro Oaxaca. Uno donde siempre hay luces, piñata, bolsitas de dulces y aplausos… aunque sean imaginarios.
Hablamos de Jesús Romero López, mejor conocido como el Niñito Dios: porque todos lo cargan, nadie lo ve crecer y cada diciembre lo sacan en procesión (o se auto saca), aunque no haga milagros. Je, je, je.
Y es que, justo cuando Oaxaca más requiere un Secretario de Gobierno trabajando, el Niñito Dios decidió montar su propia pastorela personal, con nacimiento incluido, donde él es el protagonista, los agentes de paz son utilería, y la paz… bueno, esa se quedó en el guion.
Las imágenes no mienten. Ahí están las sillas vacías, documentadas por medios, en el arranque de su operativo. No llegaron los jóvenes, no llegaron los acarreados, no llegaron los funcionarios de primer nivel. Le mandaron representantes. Traducido al español: desaire institucional. Tuvieron que retirar sillas. Ni para el aplauso automático alcanzó.
Pero eso no frenó al Niñito Dios. Al contrario: se activó el modo influencer gubernamental. Posadas en la agencia de Dolores o Santa Rosa Panzacola, encuentros con “agentes de paz”, fotos repartiendo dulces, abrazos estratégicos, sonrisas ensayadas, discursos reciclados sobre “reconstruir el tejido social”, y siempre copiando. Todo “muy emotivo…” si no fuera porque ese dinero no es suyo, es público, y su cargo no es animador comunitario, es Secretario de Gobierno, pero parece que eso no le queda claro.
Mientras él se toma fotos repartiendo bolsitas, el estado vive otra realidad. En diciembre hubo bloqueos y movilizaciones magisteriales, conflictos por elecciones municipales no resueltas, agencias inconformes, carreteras cerradas en distintas regiones, tensión social constante y muchos asesinatos. Pero eso no sale en su Facebook. Ahí solo hay “paz”, corazones, sus capillitas juntas repartiendo aguinaldos y emojis.
Y no es casualidad. Este “programa de paz” —Oaxaca Segura, Agentes de Paz, Temporada Decembrina, llámele como quiera— opera más como plataforma de autopromoción que como política pública efectiva. No hay resultados medibles, no hay disminución clara de conflictos, no hay solución estructural. Lo que sí hay es difusión personal, logo grande y nombre bien visible.
El problema es de fondo: Jesús Romero no sabe —o no quiere— distinguir entre gobernar y hacer campaña. Sus aspiraciones son tan indefinidas como cambiantes. Un día parece querer una cosa, al siguiente otra. Lo único constante es la ansiedad por estar en la foto, aunque el estado esté hecho un caos.
Y ojo, porque este comportamiento no es nuevo. El Lavadero ya lo ha documentado: cuando no hay acuerdo, hay presión; cuando no hay negociación, hay ultimátum; cuando no hay diálogo, hay amenaza velada a autoridades municipales. San Jacinto Amilpas está conociendo ese método de presión y otros municipios. Y cuando doble el presidente, ya lo veremos haciendo sus programitas fallidos con todo el TEAM de la intriga, tal como sucede en otros.
Pero ese es su modus aprendí desde siempre, cuando estaba en las organizaciones sociales. Antes el chantaje lo ejercía desde afuera; hoy, lo institucionalizó desde su puesto como Secretario de Gobierno.
Lo grave de todo, es que ahora lo hace con recursos públicos, con estructuras institucionales y con un discurso de “paz” que no se sostiene frente a la realidad. Porque la paz no se construye con posadas, ni con selfies, ni con discursos motivacionales. Se construye resolviendo conflictos, previniendo estallidos sociales y haciendo política de verdad, no teatro.
Y aquí viene la pregunta incómoda, estimado ciberlector:
¿por qué el Secretario de Gobierno pierde el tiempo en eventos de autopromoción, cuando su responsabilidad es mantener la gobernabilidad del estado?
¿No hay especialistas en paz, mediación y resolución de conflictos?
¿O es que el Niñito Dios cree que con una bolsa de dulces se arregla lo que no ha sabido resolver con política?
Porque si algo ha quedado claro este cierre de año es que Jesús Romero López perdió piso. Confundió el cargo con el escenario, la Secretaría con la campaña y la paz con la propaganda. Y cuando eso pasa, el resultado no es gobernabilidad: es vacío. Vacío de sillas, de respaldo y de resultados.
Dicen que Dios no les dio alas a los alacranes por algo.
Y en Oaxaca, cada vez queda más claro que el poder infinito no se reparte en posadas… se gana trabajando. Y trabajo real, no tiene.

URGENTE
Se solicitan donadores de sangre para el PRI en Oaxaca.
Donadores voluntarios pueden acudir a la ex casona de Santa Rosa.
Preguntar por el Yoyo o por el Violín Madrid.
Sí, amigos ciberlectores: lo que un día fue el poderoso tricolor en Oaxaca hoy es solo un cascarón. Junta más gente un accidente a las afueras de las oficinas del PRI que un evento de conformación de comités.
Dinosaurios, mapaches, viejos cuadros políticos y todo el escombro partidista andan buscando mejor destino, porque al parecer solo la dirigencia estatal no se ha dado cuenta de que ya están bien fríos.
RIP.

Estimado ciberlector: hay políticos que no avanzan porque viven mirando por el retrovisor. Y luego está Héctor Pablo Ramírez Puga Leyva, que además de vivir en el pasado, ahora imita las peores prácticas de ese pasado. Porque si algo ha demostrado el líder de los Milkys Boys es que no solo administra nostalgia: también copia mal.
Esta semana volvió a quedar claro. Héctor Pablo anda vendiendo como “suma” lo que ya no funcionó ni en el PRI, retomando personajes y fórmulas gastadas, como la reciente foto con Leticia Méndez González, alias La Mata Gatos.

Y uno no sabe si reír o llorar, cuando lo ves cargando en procesión a Luz Acosta, Cándido “Cohete” y una colección de zombis a los que nadie les ha avisado que políticamente ya están muertos. Mucho botox, mucho colágeno humano, pero ni así rejuvenecen electoralmente. Perdón, Mi Dulce Candi, pero el chiste se cuenta solo.

No como estructura, no como operación real, sino como recuerdo, como souvenir político. Foto de utilería para aparentar que hay algo que en realidad ya no existe.
Y aquí el déjà vu es inevitable. Héctor Pablo está calcando el libreto de Alejandro Avilés, aquel episodio bochornoso en el que se puso a placear al gris diputado federal Raúl Bolaños Cacho Cué, al grado de atreverse a destaparlo a gobernador, como si Oaxaca siguiera comprando futurismo barato envuelto en discursos de naftalina. Misma lógica, mismo error.

La diferencia es que ahora el escenario es Morena, y el error es todavía más grande. Porque Héctor Pablo no ofrece estructura, ofrece recuerdos. No suma votos, suma historias pasadas. No construye futuro, administra nostalgia. Y creer que Morena necesita ese lastre es no entender nada del momento político… o creer que la gente sigue comprando lo mismo con envoltura nueva.

Para rematar, aparece Flavio Sosa dando cátedra de pureza ideológica y advirtiendo (no tan veladamente) que “los priistas son un error para crecer políticamente”. El mensaje no es al aire: va dirigido a Noé Jara, por sentarse con personajes como Héctor Pablo Ramírez Puga Leyva y demás fauna reciclada que ya conocemos.
Lo curioso es el mensajero. Porque mientras reparte certificados de limpieza ideológica, “El Sembrador de la Discordia” parece olvidar que su propio jefe político es José Murat, viejo priista de colmillo largo, y que —dicen quienes saben cómo se mueven las cosas— mes con mes le envía puntual el famoso sobre amarillo, con su secretario particular Octavio Santiago Regalado. Así que el regaño suena hueco: priistas no… salvo cuando conviene, cuando pagan, o cuando ayudan a sostener el mismo sistema que dicen combatir.
Así que no nos engañemos, ciberlector. Lo que estamos viendo no es renovación, es reciclaje mal hecho. No es operación política, es teatro de utilería. Y no es futuro: es el eterno retorno del priismo sin votos, ahora disfrazado de “alianza” y vendido en desayunos.
Porque en política, como en el Lavadero, no todo lo que se recicla vuelve a servir. Y hay quienes, por más que se esfuercen, solo saben vender pasado… aunque ya nadie lo quiera comprar.
Al tiempo…
Estimado ciberlector, ya es fin de diciembre: esa época del año en la que la burocracia entra en modo “maratón Guadalupe-Reyes” … pero de licitaciones, para que no se “regrese” un peso y para que el presupuesto se vaya, aunque sea en carreta y con los ojos vendados. Y en esa carrera, la Secretaría de Administración nos receta una joyita con nombre largo y cara seria: la LPE-SA-SA-0145-11/2025, para montar Wifi gratuito en espacios públicos recreativos. Gratis para usted… pero no precisamente gratis para el erario.
Según las bases, el servicio se instala para la Coordinación de Espacios Públicos Recreativos y “público en general” (o sea: usted, su sobrina, el turista y hasta el que llega nomás a ver si el internet le alcanza para subir el chisme).
Y no es “en todo Oaxaca”, como luego venden el cuento: la cobertura aterriza en seis puntos muy concretos, con dirección y todo, para que nadie se haga el sorprendido cuando “misteriosamente” el Wifi sólo aparece donde conviene la foto: Polideportivo Venustiano Carranza, Parque Ciudad de las Canteras, Unidad Deportiva El Tequio, Parque Infantil Luis Donaldo Colosio, Unidad Deportiva CAPCE y el Parque Recreativo Infantil Oaxaca Bicentenario.
Estimado ciberlector, aquí entra el elefante en la sala que nadie quiere ver: Oaxaca ya presume desde 2024 un “Internet para Todos” con 18.8 millones de pesos y una primera etapa de 296 puntos gratuitos, y además el propio gobierno ha hablado de replicar el Internet para el Bienestar, coordinado con CFE Telecomunicaciones e Internet para Todos.
O sea: ya existe la narrativa oficial de que “ya hay internet gratis” … y hasta hay notas que explican cómo conectarse en lugares como El Llano y el Zócalo. Entonces, si ya había programa, ya había puntos y ya había “internet para todos”, la pregunta que quema es: ¿esta licitación de la Secretaría de Administración es un complemento real… o es otro “internet para la foto”, duplicado, con otro contrato y otro presupuesto para el mismo cuento?

Y aquí viene lo sabroso: porque si el gobierno ya tiene un esquema con CFE, ¿por qué ahora se amarra “monitoreo en la nube por 3 años” en otro contrato? ¿Es otra red, otro proveedor, otro ancho de banda, otra plataforma? Que lo expliquen con números y responsabilidades, no con slogan.
Estimado ciberlector, aquí viene el dato que debería subrayarse con plumón fosforescente: el proyecto incluye “administración y monitoreo desde la nube” por al menos 3 años. Sí: tres años, casualmente lo que le falta a la administración “primaveral” para cerrar cortina en 2028. Qué conveniente: el contrato amarra el servicio hasta el final del ciclo político… y si funciona o no funciona, pues ya será “tema de la siguiente temporada”.
Nuestro reportero sabueso se metió a las tripas técnicas y encontró que no están comprando “un módem y ya”. Las bases piden cosas de redes “de palabra grande”: router perimetral con SD-WAN, políticas de firewall, VPN, filtrado DNS, “detección y prevención de intrusiones”, analíticos… y además portal cautivo con opciones de acceso (hasta con login social), control de ancho de banda, aislamiento entre usuarios, balanceo de carga, etcétera. Dicho en español de banqueta: no es cualquier red; es una red que, en papel, suena a “centro de mando”.
Ahora, donde empieza a oler raro no es en la jerga tecnológica, sino en el timing y en el cómo. Porque las bases marcan que los bienes de los lotes 1 y 2 se entregan en 5 días hábiles tras firmar contrato y que la instalación/puesta a punto corre con plazos posteriores (hasta 20 días hábiles para ciertos entregables). En diciembre eso significa: “rápido, rápido, que urge devengar”, aunque la operación real se vaya pateando. Y cuando el gobierno corre con prisa, normalmente no es por eficiencia: es por calendario.

Estimado ciberlector, ahora vámonos con los ganadores. Se adjudican partidas a Materiales y Acabados para la Obra Ricárdez, S.A. de C.V. por $359,827.36 y a Distribuidora de Accesorios, Muebles y Material para Oficina u Hogar Ofi Xpress, S.A. de C.V. por $672,034.40. Total adjudicado: $1,031,861.76 (IVA incluido). Y ojo: se declaran desiertas la partida 1 del lote 1 y la partida 1 del lote 3, o sea: no todo se compró/contrató.

Estimado ciberlector: lo que suena a “corazón del proyecto” (instalación/configuración y una parte del lote 1) se quedó en el limbo como “desierto”.
¿Entonces qué se está comprando con urgencia? Mucho fierro y mucho accesorio… pero el componente que amarra el servicio y lo hace funcionar, no quedó adjudicado. Y aquí aparece el primer gran foco rojo: si no se contrata la instalación/configuración (lote 3) y además queda desierta una parte clave, el proyecto puede acabar en bodegas, o peor: “instalado” a medias, sin que nadie responda por el desempeño real. Las bases hablan de verificación, pero la realidad oaxaqueña ya la conocemos: la verificación a veces se hace con aplausómetro.
Aquí la pregunta simple: ¿un “Wifi gratuito” con piezas desiertas se entrega completo… o se inaugura “por etapas” hasta que se nos olvide?
Y aquí viene la parte donde el apellido pesa más que la antena, estimado ciberlector: los nombres de las empresas no gritan precisamente “telecomunicaciones”, y no por prejuicio, sino por rastro administrativo. “Materiales y Acabados para la Obra Ricárdez” aparece en padrones como proveedor con giro de materiales de construcción (cemento, tabique y grava) y con un RFC que, por su propia estructura, sugiere alta relativamente reciente (el RFC MAO230719NV1 incorpora la fecha 2023-07-19).
Es decir: una empresa que en papeles públicos se mueve en el mundo de la obra y materiales, lo cual nos obliga a preguntar: ¿dónde está su historial verificable instalando y operando redes públicas con seguridad, portal cautivo y administración en la nube? Porque vender equipo no es lo mismo que garantizar servicio; cualquiera puede colocar una caja, lo difícil es sostener una red que no se caiga a la primera lluvia, al primer vandalismo o al primer pico de usuarios.
Del otro lado, “Ofi Xpress” aparece en padrones como comercio al por menor de artículos de papelería (y en el padrón 2T-2025 figura como OFI XPRESS S.A. de C.V.), además de registrar presencia en contratos y documentación pública vinculada a adquisiciones de otras dependencias. Es el perfil del proveedor “todoterreno” que el gobierno acostumbra: hoy papelería, mañana mobiliario, pasado mañana tecnología con palabras grandotas. Y ahí está el riesgo: cuando el Estado y sobre todo la secretaria de la Deshonestidad, Leticia Reyes normaliza que el mismo proveedor sirva para todo, el expediente se vuelve perfecto… y el servicio, una ruleta.

Estimado ciberlector, nuestro pueblito noble y sabio trae memoria muscular: en el Gobierno que pateaba a todos, perdón, “el gobierno para todos” de Gabino Cué se presumieron proyectos de conectividad con cifras enormes; en esa época presumieron más de cuatro mil sitios conectados y más de 1,200 millones de pesos aplicados. El problema es que, en la vida real, el ciudadano promedio no recuerda haber vivido en el paraíso digital; recuerda más bien el letrero de “Wifi gratis” como adorno urbano. Y bueno, podemos remontarnos al Carnicero de Chalcatongo.
Y todavía en años recientes se siguen publicando guías de “cómo conectarse al internet gratuito” en parques, como si fuera una receta de cocina: da click aquí, acepta términos, reza un Padre Nuestro y si agarra, qué bendición.
Entonces, cuando hoy nos venden “monitoreo en la nube por 3 años”, nuestro reportero sabueso traduce: “pago multianual para que alguien tenga el panel y las claves”, pero eso no garantiza lo esencial: ancho de banda real, mantenimiento, reposición, vigilancia contra vandalismo, operación cotidiana y calidad del servicio. Es decir: puedes tener el Ferrari del monitoreo… si el tanque está vacío, nomás sirve para la foto.
Todo esto cae bajo la sombrilla de la Secretaría de Administración cuyo titular como ya sabemos es Noel Hernández Rito, prestanombres del senador Antonino Morales, mejor conocido por los petistas como “Hamponino”.
¿Es lógico el precio? Con lo que hay en documentos, el total adjudicado de casi un millón y medio de pesos para seis puntos puede sonar “barato” si de verdad incluye equipo, instalación y una plataforma con monitoreo por 3 años; pero también puede ser el clásico “barato que sale caro”: compras el fierro, lo inauguras, y luego viene el infierno de soporte, robos, fallas eléctricas y “se cayó la nube”. Y ojo: las bases hablan de firewall, VPN, filtrado, analíticos… pero el ciudadano no navega en “analíticos”: navega en megas.
¿Será que la Secretaria de Latón, Leticia Reyes, en verdad se puso a revisar el padrón de proveedores, domicilios fiscales y operativos, consistencia de giro vs. objeto, historial de contratos, y si existe alguna señal en listados oficiales de riesgo que deba contrastarse con fuentes formales?, porque así lo ha dicho en conferencias de prensas, o es porque en ese padrón hay empresas de ella, con prestanombres. ¡Que conste que no es acusación, es dudita!
Estimado ciberlector, porque diciembre no perdona: el gobierno puede decirnos que esto es “inclusión digital” y “espacios públicos conectados”; pero si en enero usted se para en cualquiera de esos lugares, abre el celular y el Wifi gratis le responde con el eterno “Conectado, sin internet”, entonces esa licitación no era política pública: era pura utilería presupuestal con disfraz tecnológico.
Una última pregunta: ¿este WiFi se diseñó para conectar personas… o para desconectar responsabilidades?
Nuestra reportera Matasanos salió de un centro de salud en Oaxaca con un diagnóstico que ni necesita tomografía: la clínica será “nuestra”, pero el desorden también. A estas alturas de diciembre de 2025, millones de pesos del programa La Clínica es Nuestra están corriendo contra el reloj: si no se gastan antes del 31 de diciembre, se apagan. Y mientras tanto, usted llega al centro de salud y se encuentra lo de siempre: no hay medicamentos, no hay insumos, no hay claridad… pero eso sí, hay comité.
Vamos por partes, estimado ciberlector, porque aquí la receta viene con letra chiquita. El gobierno federal manda un subsidio directo a cada centro de salud de primer nivel a través de La Clínica es Nuestra. Ese dinero no pasa por el presidente municipal, ni por el director del centro, ni por el Congreso local: llega a una tarjeta del Banco del Bienestar a nombre de la tesorera del COSABI (Comité de Salud para el Bienestar), integrado por vecinos de la comunidad. En Oaxaca hablamos de 944 comités manejando una bolsa de alrededor de 433 millones de pesos. No es cambio para las tortillas.
Los montos dependen del tamaño de la unidad: un centro de salud chiquito, de un consultorio, puede recibir unos 400 mil pesos al año; uno de dos consultorios, 600 mil; los que tienen de tres a cinco consultorios rondan los 800 mil; los más grandes se llevan hasta 1 millón, y los CESSA alcanzan alrededor de 1.2 millones de pesos.
Todo eso etiquetado para tres cosas: rehabilitación, equipamiento y mantenimiento. Nada más. Nada de medicamentos, nada de sueldos, nada de gasolina para las ambulancias. Lo que se compra con ese programa son muebles, equipo médico básico, mejora de instalaciones, pintura, lámparas, baños, refrigeradores para vacunas, camillas, tensiómetros (sí, los famosos baumanómetros), básculas, sillas para la sala de espera, vitrinas, señalización, equipo de protección civil. Ladrillo, fierro, aparatos. Las medicinas vienen de otro presupuesto. Si faltan medicamentos —que faltan— es un hoyo aparte, pero cuando se junta el desabasto con el mal manejo de La Clínica es Nuestra, el desastre es total.
En teoría el flujo es muy sencillo. El centro de salud llena formatos, pide lo que necesita: hojas, guantes, cubrebocas, pero también camillas decentes, mesas de exploración, lámparas que sí prendan, refrigeradores que sí enfríen, equipo para urgencias, mobiliario para consultorio y farmacia, arreglar techos, baños, bardas, puertas. El comité recibe esas necesidades, revisa los lineamientos oficiales, cotiza, compra, paga y comprueba. En el papel, todo suena a taller de participación ciudadana de la ONU. En la vida real, nuestra reportera Matasanos se ha encontrado con algo muy distinto.

Porque, ¿quiénes forman el COSABI? Gente del pueblo: cajeras de Oxxo, amas de casa, albañiles, comerciantes, campesinos. Todas y todos con trabajos dignos, que se parten el lomo para llevar el sustento a casa. Pero de pronto el gobierno federal les suelta una tarjeta con cientos de miles de pesos y les dice: “ustedes vean qué compra la clínica”. Y ojo: no reciben un sueldo por eso. Si no trabajan, no comen. El comité se renueva con frecuencia, cambian presidentes, secretarios, tesoreras, vocales; la chamba de administrar recursos públicos se atiende “cuando haya tiempo”, entre turnos, hijos, mil pendientes. Así, lo que falte en el centro de salud pasa al segundo o tercer plano.
Los lineamientos presumen que hay capacitación, documentos guía, acompañamiento de funcionarios. En la práctica, muchas y muchos integrantes del comité apenas reciben una explicación rápida, uno que otro folleto y un mar de formatos. A eso súmele la vida real: pleitos entre familias, rivalidades de agencia, jaloneos políticos. Hay COSABI en los que el presidente y la tesorera no se hablan; otros donde nadie quiere firmar nada “para que luego no me metan a la cárcel”; otros en los que de plano el comité existe sólo en el acta, pero nunca se reúne. Mientras tanto, médicos y enfermeras hacen lo que pueden con lo poco que hay: ponen de su bolsa para hojas, reciclan material, le piden al paciente que compre en la farmacia privada lo que el sistema no da.
Y encima está el reloj. La regla es clara: el dinero se tiene que ejercer antes del 31 de diciembre. Lo que no se devengó, lo que no se contrató ni se pagó, se pierde para la clínica. No se guarda para el año siguiente, no se “reserva”. Se acabó. Por eso, en este punto del año, muchos comités andan en modo desesperación: buscando qué comprar, a quién, con qué factura, tratando de cuadrar montos y tiempos que dejaron para el final. Si fueran listos —o si de verdad tuvieran acompañamiento técnico— lo razonable sería sentarse con el personal médico, revisar qué equipo hace falta, comprar bien y completo, y dejar la unidad mejor que como estaba. Pero la realidad es otra.

Nuestra reportera Matasanos ha visto escenas de tragicomedia: centros de salud que llevan meses pidiendo equipo básico y, cuando se acerca el 31 de diciembre, aparece la magia. De pronto salen compras de computadoras tipo gamer en clínicas donde no hay ni rayos X; televisiones enormes que nadie usa; muebles que nadie pidió; aparatos que llegan sin instructivo, sin instalación, sin garantía. Lo importante no es que la clínica funcione mejor, sino que la cuenta quede “en ceros” para que no haya que regresar un solo peso a la Federación. Después, cuando venga la auditoría, ya verán cómo lo justifican en el papel.
En Oaxaca ya hay historias. En Santa Cruz Amilpas, la tesorera de un COSABI reconoció haber tomado alrededor de 150 mil pesos del programa; devolvió una parte, el resto se esfumó, y el centro de salud se quedó esperando las mejoras prometidas.
En San Blas Atempa, tierra de Hamponino, perdón el senador Antonino Morales, el conflicto entre autoridades locales y el comité de La Clínica es Nuestra terminó en el cierre de la unidad médica: se peleó tanto por el dinero y por la falta de transparencia, que la clínica cerró sus puertas y la población se quedó sin servicio. Todo esto ocurre a unos minutos de la capital oaxaqueña, en zonas urbanas o semiurbanas, con prensa, con redes sociales, con ciudadanía organizada que se queja.

Estimado ciberlector, aquí viene el dardo principal: si así están las cosas en centros de salud cerca de la capital, ¿qué podemos esperar de las unidades perdidas en la Sierra, la Mixteca, la Cañada o la Costa, donde no llegan ni los reporteros ni las ONG ni la señal del celular? Si en Santa Cruz Amilpas se pierden 150 mil pesos “entre que sí los tomé y luego los pago”, ¿qué pasará en la clínica de una comunidad aislada, donde nadie documenta nada y lo único que la gente ve es que el centro sigue igual de pobre que antes.
No es un fenómeno exclusivo de Oaxaca. En otros estados se han documentado quejas similares: en Puebla, Servidores de la Nación presionando a los comités para que contraten “ciertas” empresas, retrasando obras y abriendo la puerta al favoritismo; en Chiapas, comunidades denunciando que el equipo comprado con recursos del programa desaparece o se traslada a otras clínicas sin explicación; en Quintana Roo, señalamientos de cientos de miles de pesos que no se traducen en mejoras visibles; en San Luis Potosí, batallas desde la integración de los comités, con asambleas manipulado y pleitos internos. El modelo se repite: dinero directo, reglas bonitas, supervisión floja, resultados dudosos.

A nivel nacional, investigaciones periodísticas apuntan a que IMSS-Bienestar no ha podido explicar con claridad el manejo de miles de millones de pesos vinculados al programa. En 2024, el entonces secretario de Salud federal, Jorge Carlos Alcocer Varela, reconoció en entrevista que La Clínica es Nuestra “se puede prestar a actos de corrupción”, porque prácticamente todo en México puede prestarse a la corrupción, y aun así el gobierno siguió apostándole al modelo de dinero directo a comités.

Hoy, con Claudia Sheinbaum en la presidencia y el doctor David Kershenobich Stalnikowitz como secretario de Salud, el esquema no sólo sigue vivo, sino que se vende como pieza clave del nuevo sistema de salud “moderno y humano”, aunque en tierra firme los pacientes sigan viendo obras a medias, comités rebasados y centros de salud igual de fregados que antes.
Y por si el experimento no sonara conocido, hay que recordar que antes de La Clínica es Nuestra ya existía el laboratorio educativo: La Escuela es Nuestra. Desde 2019, la SEP reparte recursos directos a comités de madres y padres de familia para que decidan en qué se gastan los apoyos: baños, aulas, bardas, techos, mobiliario y otras obras de infraestructura escolar. Es el mismo molde: dinero en tarjeta, comunidad administrando, reglas muy bonitas en el Diario Oficial y una brecha enorme entre lo que dice el papel y lo que pasa en el patio escolar.
En Oaxaca, la primaria “Abraham Castellanos” terminó con obras inconclusas y más de medio millón de pesos desaparecidos, mientras la tesorera alegaba un “hackeo” a la cuenta bancaria y cientos de niñas y niños se quedaron sin clases presenciales. El guion ya lo vimos en educación; ahora lo estamos viendo en salud.
Nuestra reportera Matasanos ve el hilo conductor clarito: el gobierno federal inventó la fórmula mágica “dinero directo + comité ciudadano = cero corrupción”. Pero se saltó lo básico: capacitación real, acompañamiento técnico, controles de compra, padrones de proveedores, auditorías oportunas, sanciones ejemplares. Sin eso, lo único que es realmente “directo” es el camino del dinero hacia la opacidad, el pleito comunitario y, en no pocos casos, el bolsillo equivocado.
Mientras tanto, el personal médico trabaja con lo que hay, los municipios se lavan las manos diciendo “eso ya lo maneja el comité” y la ciudadanía se topa, una y otra vez, con la misma escena: no hay medicinas, no hay equipo, pero sí hay foto oficial del programa.
La comunidad, claro, debe participar. Nadie discute eso. Lo que está a debate es que la federación use a los comités como coartada para desentenderse. Si la obra salió bien, se presume que “el pueblo organizado lo logró”. Si salió mal, se culpa al COSABI, a la tesorera, a los padres de familia, a quien sea, menos a los que diseñaron un programa sin controles y lo soltaron en territorios donde las relaciones personales son más complejas que cualquier normatividad. Los comités cargan con la responsabilidad, el desgaste y, si se ofrece, hasta con la carpeta de investigación. El Estado, en cambio, se cuelga el discurso.
Mientras tanto, en Oaxaca las cifras frías no combinan con la realidad caliente de la sala de espera. Esos 433 millones de pesos repartidos en 944 comités deberían verse en centros de salud más dignos, con equipo funcionando, áreas limpias y servicios básicos para la gente que no tiene IMSS ni seguro privado. Pero lo que aparece son historias de desvíos, clínicas cerradas por pleitos, comités perdidos, personal médico agotado y pacientes que siguen saliendo del consultorio con una receta vacía y la frase que ya se volvió lema nacional: “no hay, vuelva después”.
La decisión de aquí al 31 de diciembre es brutal y sencilla: o los comités usan bien el dinero, con cabeza fría y acompañamiento técnico, comprando el equipo médico que de verdad hace falta y dejando las unidades mejor que como las encontraron; o se van por la fórmula de siempre: gastar de prisa, en lo que sea, para no regresar ni un peso, y que el próximo año alguien más venga a ver cómo arregla el tiradero. Si el gobierno de verdad quisiera que “la clínica sea nuestra”, empezaría por asumir su propia parte: capacitar en serio, vigilar de verdad, publicar lo que se da y lo que se gasta, y castigar de una vez a quien se robe lo que estaba destinado a la salud de la gente.
Hasta que eso no pase, estimado ciberlector, La Clínica es Nuestra va a seguir siendo, sobre todo, un eslogan bonito para conferencia de prensa. Porque hoy, la clínica es “nuestra” cuando se trata de la foto, del discurso y del aplauso; pero cuando usted llega con dolor, fiebre o presión alta, la única certeza es que el cuerpo lo pone el ciudadano… y el comité, el gobierno y la burocracia sólo ponen excusas. Y a ver quién cura eso.
Al tiempo…
Desde la región de la Costa, nuestra reportera Estrellita Marinera nos pide ayuda para localizar al ex pitufín y ahora senador guinda, Luis Alfonso Silva Romo, para que regrese a informarle a los pueblos afromexicanos qué pasó con las gestiones y los apoyos que fue a prometerles tras el paso del huracán Erick, ya que hasta la fecha no ha dado respuesta.
Decían que eran diferentes… y salieron peores.
Senador… toc, toc.
¿Verdad o mentira?
¿Los poblanos incrustados en el gobierno de la primavera son los que realmente mandan en diversas áreas de la administración?
De los terrenitos y casas del CLSR, luego hablamos…
Nuestra reportera Adicta a la Green nos informa que el convivio de cierre de año de la Secretaría de Medio Ambiente no fue fiesta… fue prueba de resistencia, de esas que deberían dar constancia y puntos para escalafón: “Sobreviví al fin de año… y a los frijoles sospechosos”.
El pasado martes citaron a todo el personal a un salón cercano a Ciudad Administrativa a las 2:00 pm. Y como en Oaxaca el pueblo trabajador todavía cree en la palabra “convocatoria”, la banda llegó puntualita, con su mejor cara de “hoy sí me voy a relajar tantito”.
Pero ¡tómala! El salón estaba vacío, como promesa de campaña en enero: sin sillas, sin mesas, sin nada. Ni una triste silla para sentarse a llorar la decepción. Dicen que justo en ese momento llegó la titular Karime y ya estaba ahí Fidel Magdaleno. Se pusieron a platicar y de pronto, ¡plot twist!, la secretaria no dio discurso, no dio saludo, no dio abrazo… dio servicio de logística: ella misma empezó a colocar sillas y mesas. ¿Qué pasó? ¿Se les perdió el “administrativo” o nomás no da el ancho? Porque esto, nos dicen, no se veía años atrás. Antes el convivio lo armaban; ahora lo improvisaron como si fuera kermés sin cooperacha.
Ya cuando por fin hubo dónde sentar el coraje, llegó el momento del banquete… y aquí comienza la leyenda negra. Pusieron mesas con cazuelitas al centro para que todos se sirvieran, plan muy “familiar”, muy “compartan”, muy “armonía institucional”. El detalle es que la comida venía en modo: “hasta que se acabe”, y se acabó… antes de que comieran todas y todos. Sí: no alcanzó. Y el enfado se levantó como humo de fogón, porque además la comida estaba fría, los frijoles olían mal —de esos que te hacen ver la luz al final del túnel— y las aguas de sabor se terminaron rapidísimo, sin alcanzar para toda la raza. Hubo quienes dijeron que el menú parecía hecho con el fin de causar molestias, como si el chef fuera enemigo del sindicato y la receta trajera intención política.
El salón se convirtió en asamblea silenciosa: caras largas, miradas que matan, cucharas en pausa… y el rumor corriendo más rápido que un memo de “urgente”. Algunos compañeros se salieron a buscar una tienda para comprar galletas o Sabritas, porque cuando la institución no alimenta, el Oxxo gobierna. Otros, de plano, se retiraron: “gracias por nada, yo aquí no vengo a aguantar humillaciones con frijoles aromatizados”.
Y cuando el ambiente ya estaba más helado que la comida, Karime decidió que era momento de su discurso. Sí, en medio del éxodo y el hambre, soltó su mensaje como quien suelta globo en el aire esperando aplausos. Dicen que dijo textualmente: “mi proyecto tiene que continuar, ustedes serán testigos”, y que traía “ánimo” y ganas de que se realice cada año el Festival de las Aves. También comentó que el gobernador la aprecia y que está segura de que vendrán buenas noticias para el año que inicia. El problema es que pocos la escucharon: la mayoría estaba más ocupada escuchando a su estómago y a su dignidad, que a las promesas de continuidad.
Eso sí: el personal de su confianza seguía sentado, feliz, aplaudiendo como si el convivio hubiera sido buffet internacional y no “cazuelita express”. Mientras tanto, la banda se iba retirando con la mirada de “yo no vine a esto”. Karime, insistente, pidió que bailaran. Pero nadie se movía. Ni los pichones —ese grupo de jóvenes fanáticos de las aves que ella arropó en la Secretaría— se levantaba. Entonces ella empezó a llamarlos por su nombre, uno por uno, como lista escolar: “a ver tú, ven; y tú; y tú también”. Y sí, logró que bailaran… pero para entonces ya se había ido medio mundo. O sea, el baile fue exitoso… para los que se quedaron a ver el naufragio.
Luego vino la rifa. Y aquí otra joya: hubo pocos regalos, cosa que dicen “nunca había sucedido”. En otras administraciones, por lo menos el convivio traía tantita alegría; aquí parecía rifa de “a ver si cae algo”. Algunos se acercaron a Fidel Magdaleno a reclamar —con esa mezcla de indignación y resignación burocrática— y él soltó lo que ya es mantra: “NO HAY RECURSO COMPAÑEROS, ¿DE DÓNDE QUIEREN QUE YO TENGA? MIS CAJONES DEL ESCRITORIO ESTÁN VACÍOS”. Y la frase corrió como estampita: “pues entonces no hagan convivio, hagan minuta”.
Ahí mismo alguien soltó la comparación que dolió: con la administración de Mabeto estaba mejor, porque por lo menos no hubo convivencias tan raquíticas como ésta. Y dicen que ese enfado Karime no lo esperaba: se hizo omisa, se puso en modo “no veo, no oigo, no pasó”… y en cuanto terminó el baile, se retiró. Cierre de año estilo “me voy antes de que me reclamen”.
Y mientras en el salón quedaba el eco, en la oficina quedó el rumor: que se va en enero. Pero ojo: por su discurso, casi aseguró que se queda. Así que Adicta a la Green nos deja la pregunta con veneno del bueno: ¿Karime habló de continuidad porque realmente se queda… o porque está maquillando su salida para que parezca que se fue “por decisión estratégica” y no porque el barco ya trae fuga?
Al final, lo único claro es esto: en una Secretaría de Medio Ambiente, donde se supone que se cuida el ecosistema, ese martes lo que quedó contaminado fue el ánimo del personal. Porque una cosa es cerrar el año con austeridad… y otra muy distinta es cerrarlo con frijoles raros, agua que no alcanza y un discurso de “mi proyecto continúa” mientras el personal continúa… pero saliéndose del salón.

Parece chiste, pero no: mientras en el Tercer Informe de la Primavera Oaxaqueña nos recetan que “Oaxaca crece”, “la cultura florece” y “defendemos nuestras raíces”, allá afuera los huaraches, las blusas y los huipiles oaxaqueños se pasean en catálogos de marcas nacionales y extranjeras como si fueran invento de diseñador iluminado. Y justo cuando más arrecia la ola de plagios y apropiación cultural, el gobierno decidió borrar de un plumazo la dependencia que se supone debía cuidar a las artesanías.
Por eso esta columna sale hoy, diciembre de 2025, y no el día que levantaron la mano en el Congreso. En su momento, la desaparición del Instituto para el Fomento y la Protección de las Artesanías se vendió como una “reestructura administrativa” más. Tres años después, ya no hablamos de un cambio técnico: hablamos de sus consecuencias.
Hoy tenemos a Adidas sacando sandalias “inspiradas” en huaraches tradicionales, a Shein clonando blusas del Istmo y de San Antonino, y a marcas gringas replicando huipiles de comunidades Ñuu Savi y de la Costa, mientras las artesanas se enteran por redes que su trabajo ya se vende en dólares.
Ahí es donde la bronca deja de ser discurso y se vuelve muy concreta: cuando una marca de tenis, de ropa rápida o de boutique fresa se cuelga de los diseños oaxaqueños, ¿quién acompaña a las comunidades?, ¿quién lleva el registro?, ¿quién mete orden?, ¿quién las defiende más allá del tuit indignado y el boletín oficial?
En teoría, esa era chamba del instituto que extingrieron en 2024. En la práctica, a las y los artesanos los mandaron a buscar espacio en una coordinación perdida dentro de la Secretaría de Desarrollo Económico, que trae la cabeza en inversiones, empresarios y ferias, no en huipiles plagiados.
En Oaxaca logramos la proeza administrativa de apagar la casa de las artesanías justo cuando empezaba el incendio. El 31 de enero de 2024, el Congreso aprobó desaparecer el Instituto para el Fomento y la Protección de las Artesanías y pasar sus recursos a la Secretaría de Desarrollo Económico.
Meses después, el propio gobierno presumió la creación de una “Coordinación para la Comercialización de Productos Oaxaqueños”, como si organizar ferias y entregar gafetes fuera lo mismo que proteger patrimonio cultural, ordenar mercados y defender jurídicamente a la gente frente a plagios.
El problema es que no estamos hablando de un sector chiquito. El propio gobierno presume que Oaxaca es potencia artesanal y que este sector aporta una fracción importante del PIB estatal.
Detrás de ese numerito hay miles de familias que viven del telar, del barro, del carrizo, del textil, del trabajo que se hace en los patios, en los corredores y en los mercados. Si de veras las artesanías sostienen buena parte de la economía oaxaqueña, desaparecer la institución especializada que las protegía no es una anécdota: es un tiro en el pie.
Ahí entra la parte más incómoda: mientras el Estado se hace más chiquito para defender a las artesanas, las marcas privadas se hacen más grandes usando esos mismos diseños como pasarela. Caso Ivette Morán de Murat, por ejemplo. Su marca Moravy presume “moda de lujo” elaborada con textiles oaxaqueños, con tiendas en Oaxaca y en la Ciudad de México, desfiles, revistas y mucha foto bonita. Al mismo tiempo, desde 2022 hay artesanas y organizaciones que la acusan de apropiación cultural, de usar bordados y patrones comunitarios para convertirlos en prendas carísimas, sin que quede claro cuánto llega de ese dinero a las creadoras originales.
Del lado de Ivette, el discurso es otro: ella dice que trabaja con maestras y maestros artesanos, que de Moravy dependen decenas de familias y que se les paga el “justo valor” de su trabajo. Del lado de las artesanas, hay marchas, mantas y denuncias públicas preguntando si ese “justo valor” no se parece más al regateo de siempre, mientras los vestidos se venden a precio de colección exclusiva. Y ahí es donde la pregunta es válida, sin calumniar a nadie: ¿están recibiendo un pago justo o solo migajas del gran negocio?
El punto no es solo Moravy; es el vacío. Si existiera una institución fuerte, con ley, con registros, con reglas claras sobre uso de diseños comunitarios, comercio justo y reparto de beneficios, muchas de estas dudas se podrían aclarar con papeles, no con chismes.
Pero el instituto que podía jugar ese papel fue desaparecido en nombre de la austeridad, y lo que quedó es una coordinación sin dientes, mientras las comunidades se las arreglan como pueden para pelear con trasnacionales, marcas de fast fashion y proyectos “de diseñador”.
La contradicción con el Tercer Informe es brutal. De un lado, el gobierno presume que la cultura es motor económico, que se defienden los saberes ancestrales y que las artesanías son orgullo de Oaxaca. Del otro, tomó la decisión política de extinguir la dependencia que tenía justamente la tarea de promover, organizar y defender a las y los artesanos, en el momento en que más los estaban copiando, plagiando y usando como escenografía en desfiles y campañas.
Por eso esta columna se escribe ahora: porque, con tres años de gobierno encima, ya se ve el cuadro completo. Se ve que la desaparición del instituto no fue un simple ajuste burocrático, sino un error político y económico que dejó a quienes sostienen buena parte de la economía cultural sin un escudo institucional fuerte.
Se ve que mientras el gobierno recita la Primavera, hay marcas nacionales y extranjeras cosechando en grande lo que se teje en los pueblos, y hay oaxaqueñas preguntándose quién está realmente de su lado cuando las plagian, las regatean o las usan de fondo.
Y al paso que vamos, si nadie corrige, el próximo organismo que van a crear no será para proteger artesanías, sino para proteger marcas registradas “inspiradas tantito” en Oaxaca.
Entonces sí, ni barro negro ni telar de cintura nos van a alcanzar para pagar la factura. Porque podrán llamarle Primavera Oaxaqueña, pero mientras las artesanas sigan en desventaja, allá en los talleres el clima se siente más a invierno que otra cosa.


Nos platica nuestro reportero Flechador del Sol, que recibió un audio que habla por sí mismo, y al hablar, a nadie le pidió permiso.
No se trata de una anécdota menor ni de un chisme de pasillo: es una radiografía cruda del ambiente que se respira dentro del Ayuntamiento que encabeza el presidente municipal Chupón.
En la grabación se escucha la voz de La Diva, secretaria personal del presidente. No susurra. No dialoga. No coordina. Regaña, grita, denigra. Se dirige al personal como quien habla con objetos, no con personas. No hay liderazgo: hay desprecio.
La prepotencia no se disfraza. Aflora. En el audio humilla directamente a una persona y se refiere de manera ofensiva a otras dos: Alejandro Rosales Olmos, encargado de Sapahua, y el propio chofer del presidente municipal. No hay jerarquía administrativa clara, no hay respeto institucional, no hay formas. Solo abuso.
No, no es un caso aislado. En los pasillos del Ayuntamiento, el consenso es unánime, algo rarísimo en la política: nadie la soporta, nadie la defiende. Su nombre genera fastidio, su presencia incomodidad. Y aun así, ahí sigue. Intocable. Inamovible. Como si el cargo no dependiera de la ley, sino del capricho.
La impunidad también se ve —y se huele— en los hechos. Con una desfachatez que roza el descaro, La Diva instala con frecuencia un anafre con carbón en la parte posterior del edificio municipal, justo donde se encuentra el Jardín Botánico. Ahí cocina para el presidente municipal lo que más le gusta: tlayudas, memelas, carnes, “masas”… y, por supuesto, mezcal.
Sí: un espacio público, patrimonio municipal, convertido en cocina privada del poder. El Ayuntamiento como fonda. El Jardín Botánico como asador. El cargo como pretexto.
Hay más. Ha llegado borracha a la oficina. Come en restaurantes caros y las facturas se cargan a la Presidencia Municipal. En ocasiones no se presenta a trabajar, y aun así el presidente “se aguanta” y asume tareas que no le corresponden, como si gobernar también implicara cargar silencios ajenos.
Nadie entiende por qué la sostiene. Nadie entiende por qué tolera que le genere tanta mala imagen. Nadie entiende por qué, pese a las quejas, no la mueve.
Peor aún: hay testigos de que ella misma le ha gritado al presidente municipal en público, frente a la gente. Y no pasó nada. Ni llamado de atención. Ni consecuencia. Ni dignidad institucional.
El audio no solo exhibe a una funcionaria menor con delirios de poder. Exhibe al presidente. Porque en política —esa vieja escuela que nunca falla— lo que se tolera, se avala. Y lo que se encubre, se comparte.
Un gobierno no se define solo por discursos bien leídos o informes con cifras infladas, sino por la gente que mantiene, por los abusos que permite y por los silencios que elige sostener.
Hoy Huajuapan no escucha rumores. Escucha audios. Y cuando la voz del abuso se filtra, ya no hay anafre, mezcal ni excusa que alcance para taparla.
Ese es el verdadero problema del Chupón: que mientras protege a quien lo humilla por dentro, se desmorona por fuera. El poder, cuando se vuelve cocina privada, termina incendiándose solo.

Vivirá poco quien no entienda lo aquí dicho, recuerde estimado ciberlector, la frase de la semana:
En política, los movimientos desesperados jamás apuntan al enemigo: siempre revelan el miedo que carga el que los ejecuta.

















