Nuestro reportero Zancudito Loco llegó temprano, libreta en mano y con el sol todavía bostezando, para cubrir el tradicional desfile de delegaciones que da la arrancada a la Guelaguetza 2025, esa fiesta que enorgullece hasta al oaxaqueño más huraño. La expectativa era tan alta como la cuesta del Fortín; sin embargo, lo que desfiló fue la decepción: un desfile salpicado de huecos, silencios y cornetas que parecían tocar cada quien su propio himno, sobre todo cuando entró en las calles del centro histórico, donde se concentra más del 80% del turismo nacional e internacional.
¿La razón? El gobernador Salomón Jara andaba de gira a Tuxtepec con la presidenta Claudia Sheinbaum para supervisar la construcción del Hospital General del IMSS BIENESTAR y, como reza el adagio popular, cuando el gato no está los ratones se montan su pachanga. En su ausencia, la Secretaría de Turismo —dirigida por Saymi Pineda— mostró que los tiempos de “transformación” son más bien tiempos de improvisación. Tres años lleva la costeña en el cargo y todavía no distingue entre cronograma y coreografía: delegaciones que se atoraban como si esperaran un semáforo, vacíos tan grandes que uno podía atravesarlos con un torito de petate y ni quien se despeinara, y visitantes que no sabían si aplaudir o llamar a 911.
Para colmo de males, apareció el huatulqueño Pepe Hernández, subsecretario de Desarrollo Turístico y —dicen por los pasillos— prófuga “naranjita podrida”. El funcionario decidió que la mejor táctica era gritarle a medio mundo: ordenó, regañó y hasta amenazó a las delegaciones, como si las chilenas, sones y jarabes se alinearan a punta de berridos, como si ellos tuvieran la culpa de la mala organización. Cuentan que más de un grupo lo mandó “a la Chinita” y siguió su paso tan campante, porque si algo sobra en los pueblos oaxaqueños es dignidad.
Lo más grave es que la imagen pública del gobernador quedó hecha trizas. Cuando el titular del Ejecutivo falta por agenda, el espectáculo debe fluir como si él estuviera: para eso existen manuales, ensayos y, en teoría, un equipo profesional. Pero Saymi, su subsecretario naranja podrida y toda la Sectur no pudieron imponer ni el ritmo de un jarabe del valle. Para vergüenza ajena, el desfile de la Sección 22 parece un reloj suizo al lado de este collage de desorden.
Así quedó la postal: turistas con cara de “¿qué sigue?”, delegaciones que avanzaban a trompicones y una Secretaría que, en vez de presumir la riqueza cultural de Oaxaca, exhibió su propia pobreza organizativa. Si la Guelaguetza es la joya de la corona, convendría pulir a los joyeros antes de que el próximo año tengamos que explicar, otra vez, por qué el flamante desfile se convirtió en un certamen de caos al aire libre. Y hay testigos cercanos al gobernador que lo pueden constatar.
Y ya que mencionamos a Saymi y su secretaría vamos con el siguiente tema, porque ella es la Niurka de la Primavera.
Nuestra reportera Coquette – Rattete nos informa que hasta los alebrijes levantan ceja cuando huelen un negocio turbio, y el lunes cinco colosos de fibra de vidrio—paridos quién sabe por qué manos y a qué precio real—se plantaron en el Andador Turístico como monumentos al sobreprecio: “Sendero de los Nahuales”, 2 215 600 pesos salidos del contrato IAE-SA-ST-0012-06/2025, pagados a una comercializadora que factura a 443 000 la pieza pero jamás aclara cuánto de esa cifra llegó a los talleres oaxaqueños y cuánto se perdió en la ruta del reparto político.
Detrás de la foto oficial se adivina un patrón: contratos exprés, postores únicos y un logotipo personal incrustado hasta en el papel picado. Las propias bases de la licitación LPE-SA-ST-0041-06/2025 exigen que todo ornamento lleve “el diseño del nahual de la Secretaría de Turismo y el logo de Gobierno del Estado”. Así, cada feria, calenda o “Expo-Mezcal” termina tapizada con la silueta que, casualmente, Saymi Pineda presume como marca personal, mientras compite –a punta de tres ceros– con eventos que otras dependencias montan a la mitad del precio.
Esa vocación por el selfie presupuestal no es nueva. Cuando era alcaldesa de San Pedro Pochutla, el Tribunal Electoral estatal la enjuició en el expediente PES/63/2021 por “promoción personalizada” y uso indebido de recursos públicos: difundió su informe en plena precampaña, con su imagen hablándole a la cámara y la chequera municipal de telonera. Aunque salió con un tirón de orejas, el antecedente muestra que la Secretaria de Turismo ya traía la maña de confundir gobierno con plataforma electoral.
Hoy esa ambición se materializa en el Andador Turístico y, sobre todo, frente a la puerta principal del Palacio de Gobierno, donde mandó colocar la escultura de “la costa” con rasgos tan buchones que parece autorretrato de campaña. Un decreto visual estilo Karime Macías, la ex esposa del exgobernador de Veracruz Javier Duarte- “Sí merezco la abundancia” que, en versión oaxaqueña, rezaría: “Sí merezco la gubernatura”. Quien entra al palacio debe pasar bajo su mirada de fibra de vidrio, como si el cetro ya estuviera apartado. ¿Quién es su enemigo que le dio semejante idea?
Mientras tanto, la cascada de licitaciones se multiplica: papel picado personalizado, tarimas, arcos decorativos y sillas “cross-back” itineran de Atzompa a Matatlán en lotes únicos, precios fijos y pagos en una sola exhibición. Todo con la promesa –escrita en las bases– de que el proveedor cobrará dentro de los 30 días, pero con garantías del 10 % que pocos micro-empresarios pueden sufragar. Así se filtra el padrón a favor de los mismos nombres que hoy levantan alebrijes y mañana venderán mezcal con la misma facilidad.
Rueda la pregunta incómoda: si como secretaria triplica costos, ¿qué hará con el Presupuesto estatal cuando le presten la silla de Gobernadora? Oaxaca corre el riesgo de convertirse en souvenir: caro, frágil y, si nadie vigila, sin antena.
Corresponde a la Auditoría Superior y al Congreso revisar cada contrato antes de que la “primavera oaxaqueña” se convierta en verano ardiente de deuda. Y a los ciudadanos, armar su propia Guelaguetza de indignación: una danza civil donde el chapulín caído recuerde que el erario no es utilería para dramas personales. Porque, aunque los nahuales cambien de forma, el dinero público no debería volverse polvo de colores al paso de una campaña adelantada.
En tiempos neoliberales, los políticos convirtieron la Guelaguetza en una pasarela de personajes: artistas, monarcas, secretarios nacionales y, por supuesto, el funcionario de turno que hacía bailar hasta a sus hijas en alguna delegación. Medio cerro fue subir, medio cerro fue bajar.
Hoy, el protagonismo excesivo de nuestros empleados gubernamentales de “La Primavera” en esta nueva edición de los Lunes del Cerro resulta llamativo, pues nadie les ha explicado que la fiesta no es del gobierno. Para muestra, un botón: ahí tienen a Juana Hernández López, actual secretaria de Interculturalidad, Pueblos y Comunidades Indígenas y Afromexicanas, quien continúa en su papel de Diosa Centéotl. Precisamente ese título, diosa del maíz, la llevó al frente de dicha secretaría, donde —como la caca del perico— ni huele ni hiede.
Esta tía es buena para la fiesta, pero pregúntele usted qué ha hecho desde tan importante cargo y no tendrá nada que decir. Con decirles que habría sido más decoroso el papel en esa secretaría de “Alitas de Maguey” —y miren que Eufro andaba bien extraviada.
Ojalá termine pronto esta borrachera llamada “Primavera” y la resaca no nos salga demasiado cara.
Nuestro reportero Come-cuando-hay se disponía a cubrir el ambiente previo a la Guelaguetza cuando descubrió, a media tarde del sábado, un cordón VIP de veinticinco sillas Tiffany plantadas en plena calle de Morelos —a unas cuantas cuadras de la Plaza de la Danza— cual si fuera sala lounge de aeropuerto. El autor de la hazaña era el priista Pedro Santiago Rasgado, mejor conocido en los corrillos como “Pedro Trampitas”, un viejo malabarista de la nómina pública que desde hace años cobra como “asesor” en un Colegio público, y al mismo tiempo presume un nebuloso “portafolio de medios de comunicación” con el que timonea a políticos incautos para sacarles presupuesto.
El espectáculo subió de tono cuando llegaron inspectores municipales a pedirle —con toda cortesía— que retirara las sillas ante el enojo de familias y turistas. Entonces Trampitas se infló de bravura y soltó la mentira del año: “¡No las pueden tocar, yo soy el secretario municipal de Oaxaca de Juárez!”. Los funcionarios, sorprendidos o quizá confundidos, optaron por no mover ni una silla. Resultado: los asientos quedaron intactos para su familia y amigos, y el resto del público mascó la irritación de sentirse ciudadano de segunda.
Para entender el descaro hay que repasar la biografía portátil de Pedro Trampitas. Desde los ochenta aprendió a pintar bardas para el PRI; con los años evolucionó en “gestor” de medios y hoy sobrevive gracias a encadenar chambas fantasmas: cobra en un colegio y aparece como “colaborador” en dependencias municipales, aunque nadie pueda explicar su horario de trabajo— salvo las largas sobremesas que protagoniza en restaurantes del Centro. Con la misma ligereza con que engrosa su cintura, engorda su leyenda de “operador” y presume contactos que jamás se materializan más allá de la selfie.
La escena del sábado condensó el viejo manual de los gandallas: apropiarse de lo público invocando un cargo inexistente, intimidar con un par de gritos y confiar en que la autoridad se haga chiquita. Pero esta vez había cámaras listas; las fotos circularon más rápido que un mezcal de pechuga, evidenciando que en la era del “cero privilegios” aún pululan los influyentes de saliva.
Si el ayuntamiento pretende credibilidad, tendrá que probar que la calle Morelos no se vende por apellidos ni por amistades de cantina. Y si ese colegio o la administración municipal desean servidores serios, quizá sea hora de recordarle a Pedro Trampitas que el sueldo se gana trabajando, no reservando butacas estilo boda. De lo contrario, seguiremos viendo cómo “Trampitas” convierte cada cuadrita del Centro en su palco personal, mientras los simples mortales hacemos fila, bajo el sol, para disfrutar la fiesta que pertenece a todos.
Porque, estimado ciberlector, la Guelaguetza dura dos lunes; la frescura del abuso, en cambio, huele a queso rancio todo el año.
P.D. Las evidencias existen… Y también ya se sabe para que lado batea, si es funcionario o empresario Castro.
¿Recuerda usted –estimado ciberlector– aquella consigna de 2006 cuando la APPO proclamaba “¡todo el poder al pueblo!”? Pues bien: diecinueve años después, uno de sus rostros emblemáticos cambió la camiseta de combatiente por las finísimas camisas estilo Juanga y una medalla de oro que jura y perjura que no es de oro, si la pone sobre la báscula, pesa más que la narrativa de “austeridad franciscana” que pregona la 4T. La instantánea donde Flavio Sosa acaricia su reluciente dije del tamaño de un molcajete no solo raya en la ostentación; es el selfie perfecto del nuevo rico de la política oaxaqueña: aquel que repta por las rendijas del presupuesto público hasta salir –literalmente– bañado en oro.
Días después de que la prensa lo exhibiera con la pechera de narco-barroco, Flavio Sosa apareció en conferencia para “aclarar malentendidos”. Con solemnidad de curador de museo afirmó que la joya no es de oro —“mi sueldo no da para tanto”— sino una “réplica del pectoral número 16, hallado en la Tumba 7 de Monte Albán”. Añadió que se trata de una pieza mixteca dedicada a Xipe Tótec, Nuestro Señor el Desollado: una máscara bucal descarnada, ojos entrecerrados y boca abierta que simboliza la piel arrancada para renacer con más poder.
Mientras Flavio juraba austeridad, la cadena brillaba como sol de mediodía; parecía gritar “¡oro falso, pero ambición auténtica!” El mensaje político es menos inocente de lo que aparenta. Invocar a Xipe —dios que se cubre con la piel de sus víctimas para adquirir su fuerza— equivale a declarar que se prepara para mudar su vieja epidermis de secretario de Cultura y vestir otra más gruesa: la de Secretario General de Gobierno.
Tras el alegato artesanal subyace la vieja táctica “Elba Esther”: provocar escándalo para que nadie revise los contratos, y, de paso, presentarse como guardián de la identidad prehispánica justo cuando negocia el presente con un apetito virreinal.
Además, Flavio hace dos guiños simultáneos:
A los suyos: “No teman; el metal es barato, pero el símbolo es valioso. Estoy enviando una seña de poder ancestral.”
Al gobernador: “Si puedo fabricar una réplica impecable del tesoro mixteco, también puedo fabricar gobernabilidad… a precio de amigo.”
La burda humildad (“es solo un trabajito bien elaborado”) pretende neutralizar el repudio social que lo persigue desde 2006; de fallar, ya tiene excusa prefabricada: “me equivoqué de accesorio, no de política”. Mientras tanto, la réplica de Xipe —dios que descuaja para reconstituir— recuerda que el “Sembrador de la Discordia” siempre se vende al mejor postor. Hoy se desuella como gestor cultural; mañana podría reaparecer, flamante y curtido, como el nuevo gran factótum de la política interna. Bueno… ese es su plan, quitar a Chucho Romero, y ser él nuevo Secretario de Gobierno.
Estimado ciberlector, la cadena no es mera vanidad ni simple cortina de humo: es un amuleto de poder que decreta o anuncia mudanza de pellejo y, de paso, distrae mientras sus licitaciones como la de los diez millones se firma sin testigos.
Veamos el expediente LPE-SA-SC-0044-06/2025, bautizado como “Servicio integral para el fortalecimiento a las manifestaciones artísticas y culturales 2025”. Sobre la mesa: casi 10 millones de pesos; fecha de fallo: 11 de julio de 2025. El pliego de bases reconoce que cualquier oferta que rebase 10 % la “mediana” de su misterioso estudio de mercado será considerada “precio no aceptable”. Traducción, pónganse de acuerdo los licitantes, marquen la rayita y todavía tienen margen para crecer 9.9 %. Cuando los únicos dos competidores –Promotora de Eventos y Ferias Moscú y Promotora de Artistas y Eventos Rowen– llegan con cifras casi mellizas, la línea de meta la dibujan ellos mismos. Competencia, sí; simulada, también.
A esta fiesta de papel se suman los domicilios clonados y los apoderados multiusos: Moscú comparte dirección fiscal con otros cinco “negocios” que ofrecen desde refacciones automotrices hasta asesorías de yoga; Rowen, por su parte, lleva al volante a una ex-funcionaria que no registra ni una factura cultural previa. Si huele a facturera, hace crujir como facturera y firma como facturera… usted complete el silogismo.
El montaje del espectáculo principal en la Real Alhóndiga exige audio, iluminación y un generador de 70 kVA listo desde el 10 de julio; se desmonta, se vuelve a montar el 19, el 25 y finalmente se retira el 27, siempre pasadas las 22:00 h para que corra el reloj nocturno. Cada vuelta implica viáticos, horas extra y, claro, nueva factura.
¿Y la intendencia de la tropa cultural? Nada de tamales de feria; la licitación prevé 810 box-lunches surtidos en once sedes y catorce días, con relojito suizo a las 14:00 horas. A ellos súmele 1, 051 raciones de desayuno, comida y cena para invitados vip, servidas con mantelería, loza, hieleras y plaqué digno de Banquete Imperial. El “fortalecimiento cultural” empieza por el estómago, y Flavio y su macrobiótica panza lo saben. Je, je, je. Y esta es una de sus muchas licitaciones.
El resplandor que cuelga del pecho de Flavio Sosa no es simple aderezo: funciona como código Morse para los suyos. Cada destello avisa que el ex-barricadista aprendió que la cultura es el camino corto al presupuesto y el presupuesto, el trampolín a la Secretaría de Gobierno. Desde ese despacho –la auténtica caja fuerte de la gobernabilidad– se manejan convenios con sindicatos, “compensaciones” de obra y la llave de rescate para los conflictos que, curiosamente, suele agitar quien también los factura.
Para entender la jugada conviene recordar su paso fugaz pero jugoso por la Jefatura de Gabinete: llegó, no a arrear funcionarios, sino a llenar la libreta de encargos para organizaciones, sindicatos y “frentes populares”. Cada petición llevaba etiqueta de obra, bulto de cemento o cheque discreto.
El Sembrador de la Discordia sabe que el mejor negocio es generar un problema, facturar la mediación, cobrar la solución… y anotar la comisión con pluma dorada. No extraña que, aun siendo secretario de Cultura, meta las narices en marchas, plantones, asociaciones y deslaves: es su cantera de clientes del emporio Sosa & Asociados: Cultura, Conflicto y Bienes Raíces.
Estimado ciberlector cuando vea brillar la máscara de Xipe sobre el pecho de un funcionario, no se deje engañar por el “baño de pueblo” chapado en latón: siga la pista del verdadero oro —el que corre en forma de anticipo y factura— y encontrará el ciclo eterno del desollado: morir pobre, renacer millonario.
Al tiempo…
¡Just For Man & el Mezcal dormilón!
Dicen que, en la feria del mezcal, el secretario Víctor López Leyva —cabecita plateada del Jardín Primaveral y orgulloso usuario de tinte número 00— llegó, brindó, posó… y luego soltó un balde de agua helada sobre los productores oaxaqueños:
“No debería preocuparnos que se amplíe la Denominación de Origen; total, el 90 % del mezcal del país se produce aquí”.
De un plumazo, minimizó la batalla legal que libra el gremio para evitar que más estados se cuelguen de la etiqueta “mezcal”. Hoy la DO ya abarca nueve entidades —Oaxaca, Guerrero, Durango, San Luis Potosí, Zacatecas, Tamaulipas, Guanajuato, Michoacán y Puebla— y otras pelean por subirse al tren agavero. Cada hectárea que se les sume es mercado que se les resta a los palenqueros oaxaqueños, cuyo destilado sostiene una industria que rozó los USD 970 millones en 2024 y crece a doble dígito.
¿Por qué su respuesta huele a tepache?
Desconoce la amenaza real. El éxito comercial del mezcal oaxaqueño radica en su reputación. Si la DO se pulveriza, la avalancha de marcas foráneas diluye el prestigio —y los precios— de las etiquetas locales.
Confunde volumen con poder de mercado. Producir “el 90 %” suena glorioso, pero basta que un par de grandes corporativos fuera de Oaxaca obtengan la DO para socavar la preferencia que hoy disfrutan los pequeños maestros mezcaleros.
El “apoyo” oficial es de saliva. Sí, el gobierno de Oaxaca promete pagar la mitad del costo de certificación y otorgar garantías líquidas, pero el recurso llega a cuentagotas y tarda más que un ensamble de 12 años en tinas de sabino.
Criminaliza antes de prevenir. Remata anunciando que “en 2026” atenderá la contaminación de los palenques. O sea, primero deja que el problema fermente y luego presume que lo “resolverá”. ¡Salud por la reactividad!
Nuestros ancestros le cantaban al perrito dormilón: “Perro, perro, pero dormilón, a ver si despiertas con esta canción”. Así que, secretario, repítala en zapoteco, mixe o mixteco —la que le toque— y despierte de una buena vez. Porque mientras usted cabecea en la tarima, los mezcaleros ya perdieron horas, recurso legal y, sobre todo, paciencia.
Si le va a poner “Just For Man” a sus canas, póngale también “Just For Plan” a su política. Defender la Denominación de Origen no es capricho; es la muralla que mantiene el valor cultural y económico del destilado que presume en cada brindis oficial, o en las cantinas donde se mete.
Mientras tanto, estimado ciberlector, levante su copa —preferentemente de barro negro— y brinde porque a Víctor López Leyva le llegue rápido el segundo café del día. A ver si así deja de cabecear y se entera de que el mezcal no se gobierna solo… ni se defiende con puro cuento.
Por cierto, esa declaración hizo enojar a más de un mezcalero, y ya andan viendo que van a hacer con él. El encabronamiento no es para menos, y es que mientras ellos luchan, “Víctor dormilón” lo minimiza, no fueran los negocios que trae dentro de la sefader, porque eso no son menores.
Nuestra reportera ambientalista aficionada la verde, nos informa que en el Palacio chairo, cuando el gobernador Salomón Jara volvió a pedirle a su gabinete “ideas originales” para el Centro Integral de Revalorización de Residuos Sólidos Urbanos (CIRRSU) de San Pedro Totolápam —esa obra que presume resolver las 850 toneladas diarias de basura que asfixian al Valle de Oaxaca— la secretaria Karime Unda llegó con una sonrisa más ancha que la celda de disposición final e hizo desfilar en pantalla un Plan de Contingencia “novedoso, fresquito y recién horneado”.
La sorpresa fue breve: bastaron un par de diapositivas para que media sala frunciera el ceño. Ese documento ya existía. Se llamaba, palabra más, palabra menos, Plan de Contingencia Ambiental para la Construcción del CIRRSU y lo habían elaborado los comuneros de Totolápam seis meses antes, con firmas, actas y sello de recibido en Oficialía de Partes. Mientras un asistente corría al archivo a traer el engargolado, Karime seguía narrando virtudes de “su” estudio: protección de especies endémicas, corredores para fauna y una UMA que no fuera mero adorno.
Uno de los presentes interrumpió la presentación, y le presentó al gobernador el engargolado original, informando que ese proyecto era de alguien más.
El gobernador examinó el original, volvió a la presentación y confirmó que no faltaba ni una coma: mismas fotos, mismos mapas, idéntica lista de especies en veda. Únicamente habían borrado los créditos comunitarios y colocado el logotipo de la Secretaría de Medio Ambiente, Biodiversidad, Energías y Sostenibilidad, junto con la rúbrica de la doctora Unda.
-Secretaria Karime —rompió finalmente el gobernador, sin elevar la voz—, “explíqueme esto”.
Karime tragó saliva. Ensayó una media sonrisa, la misma que suele reservar para los medios, y soltó un parlamento atropellado: “Señor, lo que usted ve es una versión mejorada, de última generación”. La frase “versión mejorada” flotó en el aire como gas tóxico.
El gobernador cerró el folder con un chasquido que retumbó más que el micrófono. Bastó un “Está bien, Karime” —entonado con gélida cortesía— para firmar la sentencia de su credibilidad. Desde entonces, cuentan los pasillos, la secretaria se volvió transparente: no aparece en las mesas clave y sus memorándums quedan flotando sin acuse.
Más allá del chisme cortesano, el asunto tiene filo jurídico. La Ley General para la Prevención y Gestión Integral de los Residuos exige que toda instalación como el CIRRSU se sustente en un plan de manejo y medidas de mitigación antes de colocar la primera piedra, tal como ordena el artículo 31, y dicen que ya está listo.
Estimado ciberlector intrigoso, en lo penal y administrativo, el “copy-paste” tampoco es inocente. El artículo 148 de la Ley Federal del Derecho de Autor castiga la reproducción sustancial de una obra ajena sin crédito ni permiso, y la Ley General de Responsabilidades Administrativas tipifica como falta grave presentar información falsa o apropiarse del trabajo de terceros para obtener ventaja en el servicio público, con sanciones que van de la inhabilitación al resarcimiento del daño.
Si el proyecto estrella se arranca sobre un plagio, muchas cosas negativas pueden pasar.
Los comuneros, que veían en Karime a una aliada, hoy hablan de traición y se refieren a ella como una persona que traiciona, ¿Será que emprendan acciones legales?
Nuestra reportera nos informa que en los pasillos del palacio chairo dicen que, si copió este plan, ¿cuántos otros proyectos no habrán pasado por el mismo scanner de Ctrl-C/Ctrl-V?
Por eso, querido lector, si usted o su colectivo entregaron estudios, modelos o proyectos ambientales que luego aparecieron firmados por la Semabio —con el sello de la casa Unda—, no guarde silencio. Reúna correos, acuses de recibo, actas de asamblea, fotografías, cualquier migaja documental, y preséntelas ante la Secretaría de Honestidad, Transparencia y Función Pública o, mejor directo con el gobernador.
Denuncie: el reciclaje creativo de ideas también contamina, y la mejor forma de sanear la gestión pública es sacarla a la intemperie, donde el sol y la opinión pública hagan el trabajo bactericida que la burocracia se niega a emprender.
Por cierto, casi olvidamos decirles que nuestra reportera “Güera Intrépida” se fue de tour por la Secretaría de Medio Ambiente, pero no para medir la calidad del aire… sino para documentar el ambiente tóxico que se respira ahí adentro.
No hablamos de los residuos sólidos, sino de la vigilancia descarada que ejerce la titular Karime Unda Harp, quien al parecer vive atrapada entre el reciclaje de proyectos y su propio delirio de persecución.
Resulta que desde el primer año que llegó, mandó instalar seis cámaras de seguridad distribuidas en cada esquina de los pasillos de la oficina central, en Ciudad Administrativa. Según ella, eran para “cuestiones de seguridad”, pero lo curioso es que es la única Secretaría donde el personal de confianza y de base se siente más observado que contaminante en monitoreo ambiental.
Y si eso no fuera suficiente, la funcionaria tiene una pantalla instalada en su oficina privada (como quien monitorea tráfico en la caseta de Huitzo), desde la cual se le ha visto —literal— sentadita, viendo los pasillos en tiempo real. Ahí se entretiene mientras la basura aumenta, la biodiversidad corre riesgo y el CIRRSU sigue a paso lento.
Lo que debería estar revisando Karime es el desastre de sus programas reciclados y sus conflictos de interés, no las idas al baño ni las pausas para el pan de yema de su personal.
¿O qué teme que vean? ¿Que sus prioridades huelen peor que un basurero en descomposición?
En vez de andar vigilando con paranoia propia de quien tiene cola larga y miedo a que se la pisen, mejor que se ponga a trabajar.
Porque si alguien debería tener miedo, es Oaxaca…
…de tener funcionarios más atentos a la pantalla que a su encargo.
Esta semana, nuestro reportero constructor nos informa que la inconformidad persiste en el gremio: no hay una distribución equitativa de la obra pública que reparte “La Primavera”.
Seamos sinceros: obras, lo que se dice obras, hay pocas; y las pocas que existen están acaparadas por las empresas de los capullos primaverales, quienes —siguiendo el ejemplo de los que ya saben— ahora presumen de flamantes empresarios.
Solo les falta lanzar su “Chocolate de la Tía Primavera”.
Estos capullos resultaron bien cuches y trompudos.
¿Qué estaremos pagando, Diosito?
Adivina quién:
¿Quién será el exdiputado local tricolor que, hace poco, protagonizó un tremendo agarrón al más puro estilo de Carmelo Reyes “Cien Caras” contra el Rayo de Jalisco en la Arena México?
Dicen que al exdiputado lo dejaron como Santo Cristo.
¿Lío de faldas?
Ahora resulta que en el Ayuntamiento de Huajuapan se descubrió el hilo negro: que la política es ingrata, que el poder marea y que a veces los jefes gritan. ¡Qué sorpresa! Asegura nuestro reportero en la Mixteca, Flechador del Sol.
Leticia Collado, la regidora que llegó sin campaña pero con suerte, pasó de ser “la jefa” adorada a convertirse en la villana de su propio staff. Y claro, ahora que ya no les renovaron el contrato, todos encontraron de pronto su voz y su dignidad. Antes eran el “equipito leal”, ahora son mártires laborales. Qué transformación tan conveniente.
Dicen que la regidora llegaba en estado incoveniente, que los obligaba a maquillarla, a cargarle los trapos, a bolearle los zapatos. Pero mientras les depositaban puntualmente, nadie decía ni pío. ¿Y ahora resulta que fue violencia y no costumbre?
Por otro lado, Leticia tampoco se ayuda. Convertir una regiduría en camerino personal, rodearse de cortesanos y luego tirarlos como si fueran vasos desechables, no habla bien de su oficio político. Menos aún si anda bloqueando a medio mundo en WhatsApp como si eso borrara los reclamos. ¡Bah!
Pero lo más lamentable es que, mientras se pelean por cargos, sueldos y pleitos personales, la ciudad sigue esperando atención. Los programas sociales siguen empolvándose, y la gente sigue preguntándose: ¿para eso querían el poder?
Vale la pena recordar cómo llegó Leticia Collado al Ayuntamiento de Huajuapan.
Cuando se formalizaron las candidaturas a la presidencia municipal, los partidos Morena, Verde Ecologista y Nueva Alianza postularon a Pedro Silva Salazar como su candidato principal. En su planilla figuraban viejos conocidos, como la entonces diputada local Leticia Collado Soto, a quien —según se decía— no la conocían ni en su casa, porque ni se presentaba. Además, al distrito que supuestamente representaba jamás lo recorrió, y nunca presentó una sola iniciativa en favor de los mixtecos.
El día en que designaron a Pedro Silva como candidato de Morena, Leticia derramó miel sobre él de una manera tan vergonzosa que rozó lo patético, rebasando incluso los límites de la dignidad política. Pero ni eso impidió que, ya en plena campaña, negociara por debajo de la mesa una regiduría con el entonces candidato —y hoy presidente municipal— Luis “Chupón” Martínez.
A pesar de haber traicionado a Pedro y de pactar con Chupón, tuvo el cinismo de seguir en la campaña de Silva, mientras le filtraba toda la información a su verdadero jefe. Una jugada de doble cara que terminó pagándole bien.
Ya como regidora, Leticia y su compañero, el regidor Galicia, ofrecieron una conferencia de prensa para marcar su raya y presumir que eran “completamente independientes” del presidente Chupón Martínez. Pero bastaron unas semanas para que todos se dieran cuenta de la verdad: esta pareja emanada de Morena resultó ser la más fiel, arrastrada, zalamera y lamebotas no solo del presidente, sino de todo el cabildo.
Y por si fuera poco, días antes de que Collado despidiera a todo su equipo de trabajo, el presidente Chupón —según versiones internas— le puso el ultimátum: “Si de verdad estás conmigo, demuéstralo… y corre a tu gente”. Dicho y hecho: dejó la regiduría libre para que él meta a los suyos.
Dice nuestro reportero Flechador del Sol que el poder no cambia a las personas, solo revela quiénes son en realidad. En Nochixtlán, una oficial del Registro Civil lo está demostrando a la perfección.
Apenas lleva un mes y medio en el cargo y la funcionaria Rosana Melissa Jiménez Leal ya se ha ganado varias cosas: la indignación de los ciudadanos, un buen montón de quejas por cobros indebidos (como $3,500 por una CURP, porque si alguien lo olvidó, ese trámite es gratuito), y ahora, extrañamente, se siente “violentada” por una publicación en redes sociales.
Sí, leíste bien, dice nuestro reportero: violentada. No fue por un golpe, una amenaza o una persecución real. Fue por un balconeo digital que ni siquiera escribió el periodista al que denunció. Lo único que hizo fue replicarlo, como ya lo habían hecho varios medios antes. Pero claro, la diferencia fue que él tiene más alcance, y eso… le ardió.
La respuesta institucional fue más rápida que cualquier película del Oeste: la Fiscalía Regional de Huajuapan le giró un oficio al periodista Alejandro López López, director del portal “Nuevo Siglo Noticias”, en el que le impone medidas de restricción por “violencia de género y discriminación”. En otras palabras: le prohíben volver a mencionar a la funcionaria, publicarle algo, etiquetarla, mandarle un WhatsApp o siquiera opinar sobre ella. Todo, bajo la amenaza de una multa si se atreve a reincidir.
Este caso, que a todas luces es un exceso, es también una perversión del derecho. Mientras miles de mujeres de verdad sufren acoso, amenazas, agresiones físicas y psicológicas sin que las autoridades muevan un dedo, aquí sí hubo respuesta exprés… solo porque a alguien no le gustó que la balconearan.
Y mientras tanto, nadie investiga el fondo del asunto. Nadie ha abierto una carpeta por cobros indebidos, prepotencia o abuso de autoridad. El foco no está en la presunta corrupción. Está en silenciar al mensajero.
Usar el discurso de género como garrote para censurar la crítica es profundamente peligroso: por un lado, cierra la boca a quien exhibe irregularidades; por otro, le quita legitimidad y seriedad a una causa justa, como lo es la lucha contra la violencia hacia las mujeres.
Esto no es un caso aislado. Es un síntoma. El sistema está tan podrido, que ya aprendió a disfrazar la represión con el ropaje de la justicia social. Y algunos burócratas, en lugar de honrar su cargo, lo convierten en búnker para su propio ego.
Nuestro Flechador del Sol se pregunta:
¿Desde cuándo denunciar corrupción es violencia de género?
¿Desde cuándo el aparato legal se convirtió en escudo de los poderosos y dejó de proteger a los ciudadanos?
¿Desde cuándo una denuncia legítima se reprime bajo argumentos jurídicos, con el aval de la Vicefiscalía, que parece más preocupada por castigar al crítico que por investigar al acusado?
La violencia de género sí existe, y es urgente combatirla. Pero utilizarla como herramienta política para intimidar periodistas no solo es inmoral, también revictimiza a quienes verdaderamente la sufren.
Alejandro López ha sido citado por la Vicefiscalía Regional de Huajuapan el próximo martes a las 10:00 a. m., donde estará acompañado por periodistas y defensores de la libertad de expresión. Consideran que este caso representa una peligrosa tendencia de criminalizar el ejercicio periodístico, a través del uso distorsionado del marco legal de protección a las mujeres.
Nuestro reportero sostiene que la libertad de expresión no puede estar sujeta al ego de ningún funcionario, y menos cuando ese ego viene envuelto en papel oficial, con sello de la Vicefiscalía Regional en la Mixteca.
Si en Oaxaca ya cuesta caro defender los derechos, ahora también compartir una publicación puede costarte una denuncia penal. Y lo peor: avalada por el aparato del Estado.
Pero cuidado: la censura no siempre calla. A veces, hace más ruido que la propia nota.
No platica nuestro reportero Flechador del Sol, que este martes se armó un “homenaje” a José López Alavés en el parque Independencia de Huajuapan. Digo “homenaje” entre comillas porque, con ese tamaño de busto y ese nivel de entusiasmo, bien pudo haber sido una kermés escolar o la presentación de un nuevo tope en el centro de la ciudad.
Y como siempre, Luis “Chupón” Martínez, presidente municipal de todos los memes y ninguno de los eventos cívicos, brilló por su ausencia. ¿Para qué tenía que honrar al autor de la Canción Mixteca, si el busto apenas mide lo que una caja de zapatos, y está más escondido que la transparencia en su administración?
José López Alavés no fue cualquier músico de banqueta. Fue el genio que escribió el himno de todos los mixtecos con el corazón partido en dos: el que se queda y el que se va. Ese lamento de “Qué lejos estoy del suelo donde he nacido…” ha recorrido más fronteras que muchos políticos con pasaporte diplomático.
Pero en Huajuapan, su tierra, le tocaron las sobras. Mientras en Querétaro le hicieron una estatua de cuerpo completo, guitarra en brazos y lo pusieron bajo un laurel, aquí lo encajonaron en un bustito tieso que parece más cenicero de bronce que monumento. Eso sí, al obelisco fálico que se aventó el presidente no le faltó ni presupuesto ni altura. Prioridades, pues.
En vez de levantarle una escultura digna a López Alavez, decidieron inmortalizar al ego del presidente en una columna sin sentido que ni los pájaros quieren cagar. Total, como ya dijo una vez el propio Chupón en una de sus cátedras de vulgaridad: “A los huajuapeños me los eché doblados.”
Y por lo visto, también a sus símbolos, a su historia y a sus artistas.
El busto ahí sigue, pequeño y callado. Como si el olvido también se pudiera fundir en bronce.
Pero bueno… a falta de estatura moral, siempre quedará la sombra de un monolito para disimular la pequeñez de espíritu.
¿Cómo es posible que el hombre que hizo llorar a los paisanos en el extranjero no tenga aquí una estatua por lo menos como la de Querétaro, ni un espacio cultural dedicado a su vida, ni una programación permanente que difunda su legado entre los niños y jóvenes?
La respuesta es simple: a este gobierno municipal le ha faltado grandeza para reconocer la grandeza de su gente. Porque la cultura no se improvisa ni se reduce a un acto por año. La cultura se cuida, se honra, se pone en el centro.
Mientras tanto, el busto seguirá ahí. Un pedazo de cuerpo para un hombre entero. Medio homenaje para un gigante. Medio recuerdo de lo que Huajuapan pudo haber hecho y no hizo.
Porque los verdaderos reconocimientos no se dan con flores, sino con visión. Y si aquí no entienden que López Alavez vale más que un evento de agenda, será un pueblo —su propia tierra— donde se le regatea su grandeza.
Si la regidora de Turismo, Cultura y Deportes Melina Mendoza Ramírez, quiere corregir, está a tiempo todavía, pero para eso hay que dejar de mirar desde el escritorio, y empezar a mirar desde el corazón.
Vivirá poco quien no entienda lo aquí dicho, recuerde estimado ciberlector, la frase de la semana:
En política, cada “compañero” trae un GPS directo al presupuesto.