Los días de luto religioso por la muerte de Jesús de Nazaret y de descanso con motivo de las vacaciones de primavera; la mayor parte de la gente los dedica para guardar, como lo indica la fe católica, o para disfrutarlos en playas y lugares turísticos para descansar, o bien para agotarse más. Días en que los temas noticiosos escasean, a no ser por tragedias que la barbarie político-religiosa comete en contra de inocentes e instituciones causando masacres que, como la ocurrida la semana pasada en Bruselas, Bélgica, y de la que dimos cuenta en la entrega de la semana pasada, y la de hace unos días en el estadio de futbol en Irak.
La muerte y la traición son los símbolos que destacan en estas fechas de Semana Santa, así lo confirman los actos luctuosos en todas las iglesias y comunidades en el mundo católico que cuenta con 1,254 millones de fieles, que representan el 17.7% de la población global distribuida de la siguiente forma: Oceanía 0.8%; África 16.4%; Asia 10.9%; Europa 22.9% y América 49%.
La traición y el crimen contra un individuo llamado Jesús debido a la lucha intestina de sectas y posiciones religiosas adversas al Cristo, considerado como el transformador de un estatus viciado, radical y ultraconservador establecido por Fariseos, Saduceos, herodianos, Zelotes, Esenios y otros mas de menor importancia, aumentan su significado alimentado por la fe religiosa, como ha sucedido a lo largo de la historia del mundo, desde aquellos fatídicos días en que judas Iscariote traicionó a su líder y maestro, revelando a sus enemigos el lugar donde podían capturarlo.
Cabe destacar que estas sectas coincidían con Jesús en un solo punto doctrinal muy destacado como lo fue la resurrección de los muertos, tema que Jesús enseño y demostró con su propia muerte y resurrección. Muerte propiciada por muchas y diferentes causas, aunque solo una prioritaria: la lucha por el liderazgo, y la traición para obtener la muerte del revolucionario que incluye, sin desearlo, a un gobernador romano, Poncio Pilatos, a quien se le escapa la solución política acertada y traiciona a Claudia, su esposa, a quien había prometido no crucificarlo.
Con su indecisión, con sus miedos, por su ambición política, Pilatos evade la aplicación de la justicia y se lava las manos como símbolo del “dejar hacer y dejar pasar”, tolerando con esta acción un crimen que será siempre el más brutal y recordado en la historia antigua, contemporánea y futura del mundo.
Cierto, Jesús murió para siempre vivir, por eso es el resucitado, el siempre traicionado, el siempre muerto y el siempre vivo, el siempre Jesús de Nazaret.
Recuerdo a Pilatos por una flecha del carcaj de ese esplendido libro, “Un Carcaj Lleno de Flechas”, de Arthur Archer, que hace años le obsequie a un estimado amigo judío que estaba construyendo el nuevo aeropuerto de Quito en Ecuador.
La flecha, escribió el autor, nos da cuenta de un niño, hijo de un militar responsable de la milicia romana en Jerusalén, que había sido regañado por su padre, aquella mañana calurosa propio del desierto. Sin embargo, el militar le dio a su hijo la oportunidad de enmendar su desobediencia portándose bien y cumpliendo las reglas del hogar.
Sucedió que, su madre, le encomendó varios encargos para dotar la despensa familiar dándole la lista de encargos y el dinero para comprarlos. Asi lo hizo, marcho al pueblo, compró los alimentos y de regreso a su hogar, durante el trayecto, se encontró por el camino a una pareja muy pobre; la mujer viajaba en el lomo de un burro y el hombre, muy agotado, jalaba al animal que ya reflejaba en su andar el cansancio de un largo camino recorrido
¡Niño!, grito el hombre, ¿sabes donde está la ciudad de Jerusalén? Un poco más adelante contestó el pequeño. ¿Tienen sed y hambre? Si, respondió la mujer. Entonces, el pequeño les dio el agua, todos los alimentos que había comprado y el dinero sobrante. Al llegar a casa su madre preguntó a su hijo por los encargos. El pequeño conto a su madre lo sucedido y ella lo abrazo diciéndole: Poncio Pilatos ¿Qué le diremos a tu padre?
La vida continuo, cada personaje trazó su historia ignorando que algún día se volverían a encontrar en situaciones diferentes. Poncio Pilatos, dotado de poder por ser gobernador y uno de los favoritos del emperador romano. Jesús, perseguido por la ambición del poder fariseo dispuesto a matarlo utilizando todos los elementos para lograrlo, incluyendo la traición más famosa de la historia, la de Judas, el discípulo mas estimado de Jesús, todo por 30 monedas que le quemaron las manos y le produjeron tales remordimientos que lo obligaron a colgarse y pasar a la historia como el símbolo de la traición.
Una traición, impactante y terrible, que constituye una lección sin piedad en el mundo político, pero que (Corneille: Cinna.) la justifica como” La salvación, desde ahora, depende de un soberano que, para conservar todo, lo tenga todo en su mano”; fue la protagonizada por Cesar Borgia que, para mantenerse en el poder, fue capaz de todo con tal de conseguirlo.
Cesar, una vez eliminado a la mayor parte de sus adversarios, decide atraerse el favor de sus súbditos de la Romaña por lo que despliega una estrategia en dos tiempos. El primero, restableciendo el orden utilizando a un hombre cruel y sanguinario, Ramiro de O’rco, a quien lo dota de plenos poderes para “bañar en sangre” al pueblo.
Una vez consumada la orden, Cesar llega al lugar en donde se había cometido la masacre y la gente le pide piedad y el cese de la brutal represión. Cesar pregunta al pueblo: ¿Quién hizo todo esto? La muchedumbre le contesta: ¡Ramiro D’orco, señor! Cesar se marcha y al siguiente día, Ramiro D’orco amanece colgado y cortado en pedazos en la plaza pública.
La traición estaba consumada usando a sus propios cómplices en la batalla por el poder.
Como este par de anécdotas se podrían contar miles y miles sin acabar nunca. Tal vez y debido a estos días de luto y fiesta; las traiciones históricas me recuerdan las que ahora se están cometiendo en aras de las futuras acciones que se llevaran a cabo en 13 estados del país y que están a la luz y a todo color en las fotografías de los diarios.