En memoria de Andrés.
(Con esta entrega, Juego de ojos reanuda su presencia después de un prolongado intervalo. Aparece con un formato multitema que se antoja mejor para los tiempos.)
La renuncia del papa Ratzinger a la silla de San Pedro tiene muchas lecturas, y pronto un torrente de tinta tan caudaloso y salobre como las aguas del Mar Muerto dará cuenta de ello.
Mientras el tiempo revela si las causales de la dimisión de Benedicto XVI fueron las dolencias de la senectud, la crisis estructural de la Iglesia, una insurrección cardenalicia o la supuración pederasta en el cuerpo eclesial, se puede aventurar que las puertas del templo se han entreabierto. Que sea para un nuevo aggiornamento o una restauración, está por verse.
Lo cierto es que el Trono Sampetrino –como los irreverentes analistas han dado en llamar a la casi vacante sede- tiene poderes semejantes a los del anillo de Sauron, que atrapan y dan vida a su poseedor. Ejemplos sobran. San Agatón pasó a mejor vida a los 107 años, después de aprobar el Concilio III de Constantinopla que dio un zape al monoteísmo herético; Celestino III quiso abdicar a los 92 años, pero el Sacro Colegio se opuso; Gregorio IX casi tocó el siglo y Juan XXII vivió hasta los 90; Benedicto XIII murió a los 95 y Gregorio XII a los 92… Estos son algunos ejemplos entre muchos, y si atendemos a que en aquellas eras (del año 450 al 1480) la expectativa de vida rondaba los 30 años, las condiciones sanitarias eran atroces y la medicina geriátrica estaba en la mente de Dios, permítaseme tomar con un grano de sal aquello de que “la edad y la falta de fuerzas” obligaron a don José Aloisio a decirnos adiós. Pero sea.
Ahora bien, de continuar la ola de las nunca antes vistas transformaciones sociales que hemos atestiguado desde el fin de la guerra fría, que derrumbó la cortina de hierro y llevó a un negro a la Presidencia de Estados Unidos -segundo en alcanzar esa oficina en América del Norte después de Vicente Guerrero-, el próximo Papa será negro y El Vaticano estará en condiciones, ¡por fin!, de enterrar el mito de un Jesús rubio de ojos azules, alto y de luengo cabello dorado, fenotipo dominante sajón que por donde se le busque no corresponde a un nativo de Galilea de hace dos mil años. He dicho.
Radiotelevisión de Veracruz
El pasado miércoles 6 regresé al Cerro de la Galaxia en Xalapa después de ocho años, dos meses y seis días de que saliera de RTV. Me convocó Juan Octavio Pavón, el actual director del sistema de radio y televisión público que fundó el gobernador Miguel Alemán y que hoy, pese a la embestida colorada de que fue objeto, sigue siendo uno de los más importantes en América Latina. Juan Octavio y el gobernador Duarte se colocaron por encima de la mezquindad institucional que desacredita el trabajo de los antecesores, y a la manera de Kepler, reconocieron que en toda obra, material o espiritual, hay una continuidad. En la ceremonia de remate de las instalaciones levantadas durante mi gestión –sobre los cimientos echados por Rafael Hernández Ochoa, uno de los políticos más visionarios de su generación-, rodeado de mis antiguos compañeros de trabajo y de muchas caras nuevas, comprobé que el que siembra en buena tierra mejores frutos recoge. Recordé al generoso Gastón, quien me abrió la puerta a la tierra de sus ancestros. Y supe que mi reencarnación jarocha fue para siempre, porque veracruzano es el que aquí nació… ¡y el que ayer llegó! Gracias, Juan Octavio.
La mujer loba
Tuvo que transcurrir siglo y medio para que una sinaloense, bajo cuyo aspecto simiesco habitaba un delicado espíritu artístico, volviera a descansar a su tierra natal, Sinaloa. Julia Pastrana se llamaba. Tan sólo vivió 26 años y murió en la Rusia zarista. Padeció un mal extraño que se manifestó en un pelambre y rasgos corporales que recuerdan a Lucy, la hembra australopithecus cuyos restos fueron descubiertos en Etiopía en 1974. Pero Julia, escriben Cristina Pérez y Christian Cueva (El Universal, 12 de febrero), era bailarina y mezzosoprano que cantaba en tres idiomas. Su vida fue una de abusos y humillaciones potenciados por su origen humilde en una ranchería mexicana. Medía 1.37 metros. Por su aspecto, “la Iglesia no le concedió el bautismo y fue explotada toda su vida como un fenómeno”. De empleada doméstica fue vendida de mano en mano hasta las de Theorore Lent, un empresario circense que se casó con ella y la exhibió como “la mujer más fea del mundo”. Y cuando agonizaba, víctima de la fiebre puerperal que la afectó después del parto de su único hijo, se vendieron boletos para verla morir. “A su muerte, Lent la embalsamó, utilizando avanzadas técnicas de taxidermia, y siguió mostrando el cuerpo por todo el mundo. La momia de Julia pasó de propietario en propietario hasta que en 1990 fue localizada en abandono en el sótano del Instituto Forense de Medicina de Oslo, en donde fue utilizada para experimentos científicos”. La Universidad de Oslo devolvió el cuerpo de Julia hace unos días para su sepultura en el Panteón Histórico Municipal de Sinaloa de Leyva. He aquí, para nuestras feministas, la historia de una infamia que dentro de poco nadie recordará. Descanse en paz mi paisana.
Molcajeteando
¡Zambomba! Qué bueno que la Cumbre Tajín es el “festival de la identidad”, porque de otra manera estaríamos en graves problemas. Véase, si no, el programa: Ziggy Marley, Pet Shop Boys, The Smashing Pumpkins, Blind Melon, Fatboy Slim, Calvin Harris y otros… quizá entre ellos algún jaranero colado, un huasteco perdido o un decimero necio. C.M. en RadioMás tendrá que contratar locutores en el Valle Imperial. ¡Qué risa tendrá Frank Friday Fletcher, wherever he is! ¡Uta!
Profesor – investigador en el Departamento de Ciencias Sociales de la UPAEP Puebla.
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