Existe entre los historiadores especializados en el siglo XX, una discusión ociosa sobre las formas en que los dos grandes proyectos políticos y sociales perdedores de la época, el Tercer Reich alemán y la Unión Soviética, dijeron adiós a sus sueños de grandeza y perpetuidad. En el caso del primero, el derrumbe fue estrepitoso, colosal. Los aliados aniquilaron todo resto del imperio que alguna vez levantó Adolfo Hitler; no quedó una calle sin bombardear de Berlín. Fue la caída de un dragón herido de muerte. Mientras que en el caso de la Unión Soviética fue una muerte lenta, paulatina, gradual, casi podría decirse “muerte hormiga”. El tedio, la repetición, el anquilosamiento fueron derribando poco a poco un castillo en la arena. A veces era el viento, a veces el agua, a veces sólo el tiempo.
Sirva esta reflexión para, guardadas las proporciones, recordar los aires de grandeza de Felipe Calderón. Heredero ideológico de su padre, Luis Calderón Vega, partícipe del movimiento de autonomía de la UNAM, católico equilibrado y aliado indispensable de Manuel Gómez Morín y Efraín González Luna; Felipe supo consolidar la historia de su padre para desde muy joven ser una figura importante dentro del PAN.
Su primer gran salto a espacios de poder real provino de la traición a su mentor, Carlos Castillo Peraza, a quien descalificó como candidato al gobierno del entonces Distrito Federal. Con la alternancia en el poder federal en el 2000, comenzó a formar el equipo de lo que fue el “Calderonismo”: Germán Martínez, Juan Camilo Mouriño, Alejandra Sota, Max Cortazar, Patricia Flores y naturalmente, Margarita Zavala y Juan Ignacio Zavala.
Como grupo compacto, coordinado y que juega por nota, sin duda su mejor momento fue durante la sucesión presidencial de 2005 y 2006. Supieron sortear todos los laberintos cupulares para primero hacer a Felipe candidato presidencial del PAN pese a no ser el favorito de Vicente Fox y Martha Sahagún, para después consolidar a la élite empresarial y política en torno suyo para invalidar el triunfo de López Obrador. Evidencia sobra, incluso del propio TEPJF, de que hubo una operación de Estado para frenar al hoy puntero en las encuestas.
La historia de lo que pasó después la conocemos todos. Cegado por la sombra de una elección fraudulenta, se acompañó de Genaro García Luna y juntos le declararon la guerra al narcotráfico, desatando una vorágine de violencia, sangre y dolor que tiene sumido desde entonces al país en la mayor crisis de seguridad y debilidad institucional de su historia moderna.
Tras perder el poder en 2012, inmediatamente comenzó a cobrar las facturas que cuidadosamente guardó de sus años en Los Pinos para comenzar a construir su reelección por interpósita persona, a través de su compañera y cómplice Margarita Zavala. No obstante, a la luz de los hechos de hoy, queda claro que varias cosas no le salieron bien a Felipe Calderón. Aventuro tres de ellas.
La primera es que su autoritarismo y formas de trato llevaron a su grupo a abandonarlo tras dejar Los Pinos. Alejandra Sota se fue de asesora de las campañas del PRI y Germán Martínez hoy es flamante candidato a Senador por Morena, por poner dos ejemplos. En segundo lugar, la irrupción de Ricardo Anaya en el panorama evidentemente él, ni nadie en el país, la tenía contemplada. Una cosa era disputarles el control del PAN a Gustavo Madero y Javier Corral, especímenes que Felipe ya conocía, y otra lidiar con el personaje que en un sexenio se construyó una endeble candidatura presidencial exiliando al calderonismo, destrozando la vida democrática del PAN, sumando a las ruinas del PRD y a la franquicia de Dante Delgado.
Y la más importante, Margarita Zavala nunca mostró categoría, persuasión, poder argumentativo, arrojo ni entereza para ser Presidenta de la República. Encerrada en sus prejuicios, jamás pudo pronunciarse por una agenda de derechos para todas y todos; atrapada en el pasado, nunca mostró una postura crítica del gobierno de su esposo, ni sensibilidad con las víctimas de la barbarie que desataron.
Su declinación podrá leerse como la apuesta por reagrupar a su grupo y buscar ser un factor en la oposición al potencial gobierno de López Obrador, o como una jugada para evitar el ridículo de que se exhiba su irrelevancia política el día de la elección, lo cual la deslegitimaría para buscar apropiarse de las cenizas del PAN después del 1 de julio. Lo que es categóricamente cierto es que, seis años después de haber dejado Los Pinos, el clan Calderón fracasó estrepitosamente en su intento por imponerle a los mexicanos otro gobierno de zozobra, hipocresía y muerte. Enhorabuena para México.
Es viernes “hoy toca” diría Germán Dehesa
¿Alguien puede asegurar que esto ya está decidido?
RAÚL CASTELLANOS HERNÁNDEZ /@rcastellanosh