Miles de ciudadanos en Túnez y Egipto fueron a protestar contra sus gobiernos convocados desde Facebook y Twitter
Hace unas semanas, Lina Ben Mehnni, una profesora de inglés en la Universidad de Túnez, de 17 años, se hizo famosa entre sus compatriotas, al recorrer las tres ciudades principales en las que estalló la revolución tunecina y contar en su blog todo lo que vio.
Sus textos denunciando el abuso de poder del dictador Zine el Abidine Ben Ali y de su esposa, Leila Trabelsi, la corrupción existente, las violaciones de derechos humanos y la censura, junto con sus fotografías de los abusos policiales en las protestas, dieron la vuelta al mundo. Pero sobre todo, sirvieron para movilizar a miles de ciudadanos, quienes convocoados a través de Facebook y de Twitter, animados por el rapero Hamada Ben Amor —que fue encarcelado por componer un rap que criticaba a Ben Ali—, por el movimiento Anonymus y por otros blogueros como Slim Amamou —que también fue encarcelado por sus artículos contra el mandatario—, salieron a las calles provocando el derrocamiento del presidente, que tras más de 20 años al frente del gobierno, se vio obligado a huir.
Unos días después fue Egipto, en concreto la ciudad de Alejandría, donde los jóvenes, imitando a los tunecinos, salieron a las calles para protestar contra el gobierno de Hosni Mubarak, quien lleva casi 30 años en el poder.
Convocados por el Movimiento 6 de Abril —creado en el 2008 y formado por jóvenes opositores al régimen—, a través de redes sociales como Facebook y Twitter y mensajes en los teléfonos celulares, desafiaron el toque de queda y se manifestaron en las calles de Alejandría —donde se produjeron más de 30 de muertos—, El Cairo, Suez y Mansura con gritos como “Fuera Mubarak” y “Túnez es la solución”.
En ambos países el descontento social encontró en internet una poderosa arma de movilización frente a sus regímenes autoritarios y corrompidos. Pero, ¿son las redes sociales un medio para movilizar ciudadanos y derrocar regímenes dictatoriales? ¿Constituyen simples instrumentos de comunicación para divertirse y crear amigos? ¿Pueden resultar peligrosos si son utilizados por gobiernos antidemocráticos para vigilar y controlar a sus disidentes?
Según Kamel Jendoubi, presidente de la Red Euromediterránea de Derechos Humanos, “en ambos países Facebook no hizo la revolución, la hizo la gente, pero sí fue la herramienta principal”. En una conversación con EL UNIVERSAL, Jendoubi relata que en el caso de Túnez, “donde los periodistas están amordazados y la prensa trabaja al servicio de presidente”, en los dos últimos años el número de ciudadanos que tiene Facebook se ha multiplicado de una manera “formidable”, hasta el punto en que la principal cadena de televisión árabe, Al-Jazeera, “lo utilizó para recabar información de la gente e incluso organizó debates y tertulias sobre lo que estaba ocurriendo logrando un gran éxito de convocatoria”.
“Facebook se utilizó como medio de comunicación y sirvió para que la gente se movilizara, para que los ciudadanos se convirtieran en actores. Muchas manifestaciones se convocaron a través de esta red social, pero la revolución la hicieron los ciudadanos que perdieron el miedo y salieron a las calles a decir basta: ya no queremos más a este gobierno canalla, tirano, arrogante, corrupto y que desprecia a la gente”, añade.
El profesor de Estudios Árabes de la Universidad Autónoma de Madrid, Bernabé López García, añade otro factor en el éxito de la revuelta en Túnez, país con una población poco numerosa, relativamente homogénea, urbana y educada, donde 18% de los jóvenes tiene Facebook y la mitad de los ciudadanos televisión por cable. “Allí las movilizaciones también fueron fruto de las revelaciones de los papeles secretos de WikiLeaks”, explica a este diario.
“Los cables del departamento de Estado de Estados Unidos sobre la corrupción existente en el régimen de Ben Ali tan sólo confirmaron lo que la gente ya sabía: que la familia presidencial llevaba años enriqueciéndose. Pero sin duda aumentaron la indignación de los ciudadanos que, convocados a través de las redes sociales, salieron a las calles para protestar”. Y no sólo eso. Hasta crearon una página web específica para difundir y discutir los cables de EU relacionados con lo que ocurría en su país (tunileaks.org).
También Miguel Hernando Larramendi cree que las revoluciones se hubieran producido igual sin las nuevas redes sociales, pero en el caso de Túnez, no de una forma tan rápida. “Nadie pensaba que un suicidio a lo bonzo de un ciudadano en protesta por la brutalidad policial, iba a provocar una revuelta semejante, ni que el presidente Ben Ali fuera a caer tan pronto”, reconoce a EL UNIVERSAL. “Lo innovador fue que las redes sociales permitieron crear una conciencia nacional de la protesta y una deslocalización de las mismas. Es decir, que las manifestaciones se produjeron no sólo en las capitales de ambos países sino en muchas otras ciudades”.
Larramendi destaca que Facebook permitió a un sector de la población comunicarse, organizarse y, sobre todo, politizarse. “El gobierno de Egipto se dio cuenta de ello y durante cinco días cortó internet, cerró la red de telefonía celular y detuvo periodistas”, relata. “Y en Túnez, donde habían creado un cuerpo ciberpolicial brutal, durante las revueltas se dedicó a controlar los correos electrónicos, a detener blogueros y a robar contraseñas de gente en Facebook hasta el punto en que la red social estableció, en lugar de una contraseña, un enlace que no podía ser pirateado por los ciberpolicías”, añade.
“Su error fue que pensaron en el exterior, pero no en el interior. Es decir, se preocuparon de controlar a la oposición tunecina para que no se relacionara con el exterior, pero no se dieron cuenta de que Facebook estaba sirviendo para organizar a una juventud que en aquel momento estaba desorganizada, pero que ya no lo está”, concluye el experto.
El Universal