Esta semana tuve la oportunidad de asistir a un Seminario de Estrategias de Campañas Electorales, la idea final, quiero compartir, es no sólo cómo ganar elecciones, existe un nuevo reto en la gerencia de campañas, se trata de cómo poder transformar urnas ganadas en buenos gobiernos. Yo, también fui escéptico al principio. Cuestioné internamente el móvil, pero quedéconvencido: además del compromiso ético que el hecho supone, tiene una lógica electoral, las estadísticas revelan que cuando existen gobiernos eficaces el número de indecisos disminuye y asíes más fácil ganar elecciones.
Una de las afirmaciones más contundentes que ahíse gestó, es que el método de una campaña política es la suma de la investigación, la estrategia y la publicidad; y esta última es el resultado de la estrategia y el mensaje.
Al tiempo que se desarrollaba el debate, como buen aficionado que reconozco ser a las tecnologías de la información, compartía en internet la discusión generada. Un comentario en una de mis redes sociales fue fulminante: “Los ciudadanos y sobre todo los jóvenes están hartos de los mensajes de quienes son candidatos y que la política no sirve de nada”. De inmediato, intentécentrar parte de la discusión del seminario en la importancia de propiciar que los mensajes sirvan más que para conseguir aplausos fáciles.
“Un mensaje en una campaña política, al menos de una que tenga estrategia, estácentrado en manifestar propuestas con las que la mayoría se identifica”, manifestóel ponente. Entonces, es malo que los políticos digan lo que la gente quiere escuchar, atajé. “No, si previamente se informa. Y menos aún si un candidato invierte su tiempo en escuchar para decirlo en el lenguaje de la gente.”
En consecuencia, cuando de construir un mensaje en una campaña se trata, identificar las causas que mueven a las personas es necesario, no obstante este esfuerzo resulta insuficiente; el político además, debe lograr entender quéle duele a la ciudadanía y por qué. Asíla paradoja que se advierte es que hablar y comunicar es un primer paso, sin embargo para poder disminuir el desencanto social a posteriori, los mensajes no sólo tienen que sonar verosímiles, tienen que ser verdad.
A pesar de lo anterior, los mensajes en campañas no es lo único que se tiene que transformar. Nos encontramos a poco menos de 81 días para la jornada electoral y al 6 de marzo del año en curso, según la lista nominal del Instituto Nacional Electoral (INE), indica que en nuestro país existen 25 millones 378 mil 289 mexicanos de entre 18 y 29 años. De los cuales, 1,696, 163 serán nuevos votantes. Ese es el peso de los jóvenes y al contrario de lo que en número representan, las estadísticas electorales revelan que es el grupo poblacional que menos participa.
Me percatéque en Oaxaca para este nuevo proceso, en la lista nominal hay 1 millón, 142 mil 611 oaxaqueños menores de 35 años que podrán ir a las urnas, de los cuales 44 mil 932 serán nuevos votantes, todos juntos representamos el 42 % del mercado electoral. Por esta razón no podemos permanecer en la apatía política, existe la obligación de participar, sostengo que como oaxaqueños, como mexicanos, como jóvenes tenemos mucho que aportar y una de las maneras más efectivas de hacerlo es participando.
La juventud se autodenomina revolucionaria, comparto la idea de revolución, no obstante difiero en la que apuesta a realizarlo al margen de la ley, la que toma calles, la que violenta derechos, la que secuestra camiones, la que desacredita. La revolución también se puede hacer innovando, proponiendo y creando. Las revoluciones, si desean cambiar la realidad tienen que ir más alládel rompimiento del monopolio del uso de la violencia por parte del estado, y haciendo un esfuerzo de búsqueda encontrétres revoluciones que están sacudiendo al mundo que hoy conocemos: La primera, la revolución de “más”, más población, más transparencia y más acceso a las tecnologías de la información. La segunda, la de “movilidad”, hay una revolución en la manera de entender las distancias, las cuales se han empezado a medir en tiempos, más que en kilómetros; hoy hemos dejado de preguntarnos a cuántos kilómetros se encuentra por ejemplo la Ciudad de México y es común cuestionar ahora, cuánto tiempo tardaráen llegar el carro o el avión. Y la última, la revolución de la “mentalidad”, la revolución y evolución de una sociedad civil, ciudadanos cada vez más informados y dispuestos a señalar lo incorrecto. Con menos miedos, valientes y que harán todo por ejercer el llano derecho a disentir y no estar de acuerdo. A mostrar la verdad, aun cuando esta se encuentre en un camino plagado de mentiras.
Uno de los grandes retos de las sociedades contemporáneas es avanzar hacia lo que hoy se conoce como gobernanza, la búsqueda permanente para establecer las bases del “buen gobierno”. Un modelo de gobierno que a diferencia del Estado benefactor, donde el estado es el proveedor de servicios, el buen gobierno deviene de la actividad no sólo de los partidos políticos, los funcionarios públicos, los medios de comunicación y el sector privado. La eficacia del gobierno se potencializa a partir de actores que tradicionalmente habían permanecido al margen de este proceso y que hoy hacen la diferencia: las organizaciones no gubernamentales y sobre todo la sociedad civil organizada.
Un gran amigo, me cuestionó: Sí, pero dame un ejemplo claro, y pensé: Todos los que tenemos un “smartphone”en la mano, somos reporteros en potencia, un arma con las que las generaciones pasadas nunca contaron, y que si acompañas, del marco jurídico adecuado como la transparencia, la libertad de expresión y la rendición de cuentas, el denunciar en tiempo real los abusos y las inconformidades propician una mejor sociedad. Donde no haya cabida al abuso, a la corrupción, a la violencia y la intolerancia.
Todos tendremos que rendir cuentas, las ONG´s, los sindicatos, los medios de comunicación y hasta las empresas, pero para que eso pase los ciudadanos y particularmente las nuevas generaciones debemos entender nuestro peso en la sociedad y en los procesos electorales. Y además participar.
Sería mentira negar que el discurso de hormonas seguiráganando al de las neuronas en las campañas, sin embargo esa batalla se definiráen el futuro en función de la capacidad que tengamos de cuestionar, de participar, de estudiar de manera permanente, de defender de manera robusta la libertad de expresión. Sé que hay un gran número de jóvenes escépticos y con hartazgo político, pero estoy seguro también existen mexicanos con la capacidad de convencer de que se pueden generar cambios para bien, y que esa es la razón por la que hoy más que nunca tenemos que participar.
Igmar Medina Matus
@igmarmatus
igmarmatus@gmail.com