Nuestro país, desde hace unos meses a la fecha, ha venido experimentando profundos cambios en su economía y en la reformulación de su marco legal. Las reformas educativa y energética son dos cimientos que muestran el impacto causado en el espectro social. La energética, por ejemplo, empieza a mostrar los avances que en ese rubro se van obteniendo al ir reduciendo los precios del consumo eléctrico para beneficio del consumidor.
En cuanto a la reforma educativa, por fin, los gobiernos federal como estatal, se decidieron actuar allí donde es urgente implantarla. Oaxaca, Guerrero, Michoacán y Morelos, son los retos inmediatos, principalmente Oaxaca, estado en el que la CNTE ha sentado sus reales y en donde concentra su mayor fuerza. En unos días la reforma educativa en Oaxaca se sujetará a su propio examen, es decir, o se aplica o el estado federal y estatal se doblan. Los pasos que se han dado al respecto nos brindan confianza en que la ley se aplicara a plenitud; por lo que no dudamos en que los días de la organización criminal están contados.
Muchos y variados cambios se están efectuando en México, los más con gran dificultad, los tropiezos gubernamentales así lo confirman, pero de una u otra manera, el país ha ido experimentando cambios sustanciales no sin costos elevados, ahora mismo, la economía reciente los impactos de una economía global que ha despeñado a las monedas de todo el mundo, incluyendo el peso mexicano con las consecuencias de un rápido encarecimiento de los productos de consumo inmediato.
En consecuencia, los cambios profundos, transformar al país, seguir modernizándolo, a pesar de los pesados costos que ello implica, son los signos que ha venido mostrando el gobierno de Peña Nieto, sin ignorar, repito, los tremendos errores de un gabinete que en materia de seguridad, economía, educación y coordinación de imagen presidencial, hasta ahora, no ha mostrado la capacidad que se requieren para beneficio de una sociedad cansada de fracasos y discursos.
Por todo ello, cuando escuchamos y leemos opiniones serias en la crítica política nos sorprende que una institución política que hace varios años vivió sus mejores momentos, ahora actúe como sorda a las voces expresadas, se mantenga como en punto muerto, estática, sin definición, gris como su actual dirigente.
El momento actual es de cambios, apropiado para escuchar todas las voces críticas no solo las del estado de México, porque parte de la cúpula dirigente lejos de sacarle brillo a la institución política tal parece que la han colocado en el ostracismo, en la senilidad terca a actualizarse. Esto, solo parece explicarse si tomamos en cuenta que el país y la sociedad que lo compone ya no son los mismo que antaño, a pesar del conservadurismo que todavía prevalece en algunos sectores políticos, como sucede en el PRI.
Las formas retoricas, cuando se esgrimen, parecen no cumplir a cabalidad lo que se pretende, es casi lo mismo de siempre. Tal parece que se ha perdido el contenido, los discursos del dirigente han sonado huecos y nada convincentes, grises, sin liderazgo. Pacto social, unidad partidista, disciplina partidista, institucionalidad, democracia social, frases que en el presente reflejan ausencia de liderazgo, de definición política e ideológica en todos aquellos que de tanto usarlas y no aplicarlas las han desgastado hasta el punto de no comunicar nada.
De esta forma, las resistencias a actualizar a esta institución política nacida en 1929 y que ahora detenta el poder presidencial, a fin de institucionalizar el cambio de liderazgo, se oponen precisamente a una modernización incluso reclamada por el propio presidente Peña Nieto.
La inyección ideológica, suspendida desde hace varios años, muestra la etapa gris por la que atraviesa el PRI, lo cual hace que se extrañe el proceso que inició Jesús Reyes Heroles consistente en cambiar las gastadas reglas y formulas, sobre todo, dotar a la institución de clara y definida ideología transformadora, y no como la “ideología “actual cuyo significado es: La ideología es no tener ideología.
Es por todo esto, que coincido con el adelantado destape de televisa en voz de su comentarista estrella, Joaquín López Dóriga, aunque no en la forma, en el sentido de que el próximo dirigente nacional del PRI será Manlio Fabio Beltrones, toda vez que su experiencia garantiza el dar una fuerte batalla a los partidos de oposición, que también adelantaron posiciones en sus precandidaturas; por el PAN destaca Margarita Zavala; por Morena, Andrés Manuel López obrador.
Frente a estas posibles precandidaturas, muy fuertes las dos, se impone un liderazgo igual, que sepa, que enfrente y que aplique toda la experiencia acumulada, a través de largos años de militancia, pues la batalla para el 2018 va en juego un alto costo político que será histórico.
Con todo este agitado movimiento que causan los cambios políticos en un partido del tamaño del PRI, pues la temática es obligada por todo lo que ello implica, me refiero al significado de los políticos que integrarán una nueva dirigencia; de los objetivos que se perseguirán con los cambios que los tiempos políticos obligan; los retos a corto, mediano y largo plazo que la dirigencia renovada y su jefe, el Presidente de la República, se proponen lograr, y en fin, todo un programa político que se tendrá que sistematizar en tiempos y formas que las circunstancias obligan.
Es por ello, que me propuse revisar algunas teorías sobre los partidos políticos modernos. Encontré una que me parece la adecuada para los tiempos que estamos viviendo en México. Se trata del grado de “Fluctuación de la jefatura”, elaborado por Mosca y Pareto en su teoría “La Circulación de las Clases Dirigentes”; esta teoría nos indica el grado de posibilidades con que cuentan los miembros de los partidos políticos en una estructura democrática y de que estas posibilidades estén abiertas a la libre competencia política, o de su monopolio por parte de un grupo compacto.
Señalan los autores, la importancia para la salud de la vida democrática de un partido político, la capacidad de estos para absorber y asimilar “nuevos estratos sociales, incorporándolos a las clases dirigentes. Jesús Reyes Heroles, siendo presidente del PRI señalaba la necesidad de incorporar al PRI a cuadros políticos de las clases medias con objeto de revitalizar a la organización.
En este sentido, encontramos una clave que nos conduce a un fenómeno, el de la sucesión de las generaciones o de las dirigencias, y que por su contenido, parece haberse aplicado para definir la sucesión de la dirigencia del PRI. Me explico: Varias confrontaciones y divisiones partidistas se han producido a causa de esta ruptura natural, señalan los autores, cuando se producen los cambios de la dirigencia partidista debido a las distintas edades políticas o tendencias en busca del poder supremo.
Esta prueba de la viabilidad y prudencia política de los sistemas se manifiesta en diversos métodos que se despliegan para la formación de los futuros dirigentes y los procedimientos para retirar a los dirigentes que cumplieron con su cometido.
En esta ocasión, el PRI opto por dejar el aprendizaje partidista, por el que deben de pasar los aspirantes políticos jóvenes, para más adelante; las circunstancias así lo exigen. De manera que, como afirmara Max Weber, se decidió por “profesiones dispensables”, las cuales toleran que políticos con experiencia efectúen algunas interrupciones periódicas en sus profesiones (en el caso de Beltrones su actividad legislativa) a fin de utilizar su caudal de conocimientos y relaciones políticas en el fin propuesto.
Sin embargo, un partido político no debe descuidar el flujo constante de nuevos talentos con objeto de que adquieran nuevas y necesarias experiencias.
Finalmente, la teoría de Mosca y Pareto, no descuida a los dirigentes que dejan sus cargos, por el contrario, los coloca en cargos superiores, de mayor responsabilidad (como parece que sucederá con Cesar Camacho, presumiblemente coordinador de la bancada priista en la cámara de diputados) de mayor categoría “en los que no pierdan ni su utilidad ni su prestigio.”
La rigidez, la verticalidad de algunos partidos o sindicatos, es característica de una dirigencia fosilizada cuya “única salida es el olvido”.