Era 2008, cuando Lady Gaga irrumpía en la escena musical con un estilo tan extraño, que llamaba la atención más por sus atuendos que por su talento. Desde ese entonces, cuando cantaba su primer gran éxito llamado “Poker Face”, ya se notaba que la chica era mucho más que el diseño de imagen sofisticada e inaudita. Sabíamos que traía música muy bien producida y que la apariencia era una herramienta para llamar la atención de aquellos jóvenes de finales de la primera década del siglo.
Siendo honestos también, a mucha gente les (o nos) causaba extrañeza y una especie de desconfianza pues su efigie parecía una fusión entre Beyoncé, Madonna, Mariah Carey y Marilyn Manson. En efecto, era muy extraña, recuerdo muy bien la primera vez que vi su video del tema “Bad Romance” contenido en su EP de 2009, llamado “The Fame Monster” de verdad, no supe qué pensar. Las imágenes eran demasiado cautivadoras y saturadas en la pantalla de televisión, llena de blancos deslumbrantes y de imágenes que evocaban a aquella primer cinta magistral llamada “Saw”; veíamos diamantes flotando y terminaba con tonos rojos intensos y una cama en llamas; evoqué de inmediato a un grupo llamado “Prodigy” con su clip llamado “Breathe”, que allá por los años noventas, también tenía una propuesta tétrica, extraña y buena solamente para ciertos sectores. La música era extraordinaria y era evidente la calidad vocal de Gaga ya en ese entonces, pero también quiero ser honesto con ustedes estimados lectores, sin considerarme un gran experto en música, no le hacía yo más de diez años de carrera, pues aunque la imagen y eficacia vocal sea de lo mejor, la mayoría de las veces el artista deja de ser novedoso y el público termina comprando poco su trabajo y ejemplos, tenemos varios: Celine Dion, N’Sync, Il Divo, Mariah Carey, Justin Timberlake y hasta Michael Jackson, que aunque presentaban materiales portentosos, la euforia de sus primeros años habían pasado. Tengo que aclarar aquí, que la euforia por Michael Jackson regresó después de su muerte. Y justo eso pensé que pasaría con Lady Gaga; supuse tendría una carrera impuesta por la moda y en pocos años, la veríamos ya sin la menor sorpresa.
Sin embargo, la artista siempre supo el potencial que tenía en su propuesta, en su música y en su imagen. Al paso de los años, Lady Gaga se fue convirtiendo en una artista que gustaba más de las producciones y presentaciones en vivo, que de los discos de estudio. Y fue ahí donde creció. Lady Gaga llevaba tres discos grabados, todos con el estilo extravagante que la caracterizaba, pero además, con música muy elaborada que presentaba una calidad sorprendente. Y es entonces, cuando una nueva faceta, en verdad nos sorprende a todos los amantes de la música. En 2011, el legendario Tony Bennett lanza su segundo álbum de duetos llamado “Duets II”, donde el primer track y el primer single, se trataba de una versión del tema “The Lady Is A Tramp”, que interpretaba con Lady Gaga. Literal, detuve el disco, respiré y repetí el track. Una, y otra y otra vez. El corte no solo era una pieza maestra, era espectacular. Ahí, descubrí, la menos yo, la versatilidad de Gaga y la capacidad que tenía para interpretar de forma soberbia, cualquier género de música que decidiera. “Duets II” de Tony Bennett contenía temas cantados a dueto con artistas consagrados que evidentemente estuvieran a la altura de tal leyenda de la música, tal como Willie Nelson, Aretha Franklin, Mariah Carey, Michael Bublé o Amy Winehouse pero fue tal el furor que causó el tema cantado con Gaga, que eso dio pie para que ambos cantantes presentaran dos años más tarde el disco “Cheek To Cheek”, donde solo ellos dos ejecutaban los temas; es por demás decir que ese material es considerado uno de los más exitosos del swing y ganador del premio Grammy al Mejor Álbum de corte Clásico. Y en efecto, ahí también confirmamos que en Lady Gaga, teníamos a una artista completa, carismática, camaleónica y tremendamente talentosa.
Después de dos discos de corte electrónico y ese magistral presentado con Bennett, Gaga sacó al mercado su quinto disco de estudio llamado “Joanne”, un material compuesto completamente por ella y con colaboraciones de Mark Ronson. “Joanne” también es un disco un tanto diferente a lo que la cantante tenía acostumbrados a sus fanáticos. Después de consagrarse como una cantante extraordinaria, toma el riesgo de hacer este trabajo con influencia del soft pop y algo de country. Y aunque muchos fanáticos consideraron este trabajo como uno de los más flojos e innecesarios de Lady Gaga, la crítica lo recibió con críticas bastante buenas. Si bien no es su mejor trabajo comercialmente hablando, quizá sí sea algo de lo más elaborado artísticamente hablando.
Y eso, fue antes de lanzar la banda sonora de “Nace una estrella” en 2018, donde también siete temas son compuestos e interpretados por la estrella. Esta banda sonora nuevamente explora géneros como el country, rock y pop. Y dentro de este material se encuentra “Shallow”, compuesto por Lady Gaga y Mark Ronson, hoy, tema ganador del Oscar. Originalmente, esta canción sería utilizada únicamente para los créditos finales de la película, sin embargo, a Bradley Cooper, protagonista y director de “Nace una estrella”, le conmovió tanto y le pareció un tema con tanta fuerza, que decidió que se interpretara dentro de la historia, apareciendo tres veces en la película. “Shallow”, es quizá la gran corona de Gaga, la que la consagró no solo como una gran cantante, sino como una compositora y arreglista que puede ser reconocida por su talento. Lo único que esperamos es que no se repita el efecto Whitney Houston y tengamos Lady Gaga por muchos más años, sin que éste, represente su más emblemático trabajo. Lo merece, por su talento y por evolucionar de forma sorprendente. Lo necesitamos el público para saber que aún existen artistas de verdad y que no todo está perdido.