OAXACA EN MARCHA, CON VISIÓN DE FUTURO
En medio del notorio e innegable contraste de nuestro diario vivir entre el mes de noviembre y los primeros días de este mes, pareciera que los oaxaqueños siempre en controversia, pugna o desencuentro por alguna “demanda social”, incumplimiento oficial, promesa no cumplida, bloqueos carreteros, cortes de circulación en las calles de nuestra capital o marchas que hacen de nuestra capital, un hervidero de pasiones desbordadas, frustración, resignación o molestia, nos damos una tregua y paseamos libremente por nuestras calles, avenidas o plazas sin contingencia alguna, respirando el gélido aire de la navidad que habíamos olvidado.
¿Hace cuánto no nos saludábamos en el zócalo, en la alameda o en el andador turístico? Dejamos de ser oaxaqueños por lustros.
Nos mirábamos con recelo, con desconfianza o en el mejor de los casos con desdén.Los grupos de presión o los movimientos sociales tenían a nuestra colonial ciudad, Patrimonio Cultural de la Humanidad en su centro histórico, convertida a veces en un campo de batalla, hogar del criminal común, tianguis de los colectivos partidarios del desorden social o de la venta libre de impuestos, telaraña de mecates que frenaba el trayecto de más de uno que veía su cabeza o cuello golpeada entre las tiendas de campaña, campamentos o improvisados privados exclusivos para visitas conyugales.
El centro histórico pasaba, por momentos a ser histérico. La vida comercial marchita y solamente el “Terranova” o el “Bar jardín” lograban salvar el día al límite de sus ventas. Los líderes empresariales ya no lideraban a nadie y mejor cerraban sus puertas o bajaban sus cortinas.
EL zócalo me hacía recordar la plaza pública de uno de los pasajes finales de “El Perfume” de Patrick Sunskind, pero sin perfume, más bien con pestilencia.
Yo recuerdo el zócalo y la alameda como poco menos que propiedad privada cuyos dueños eran fervientes y belicosos defensores de “EL origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”. Ellos y solo ellos mandaban y protegían celosamente su pedazo de tierra. Si acaso, la inmensa mayoría de ciudadanos teníamos derecho solo a servidumbre de paso.
“La otredad” esa , la de Antonio Machado; lo que para nosotros era caos, inmenso baño público, laberinto de paso obligado, para “los otros” era un paraíso leninista delineado por Tomás Moro.
La plaza de armas había perdido su esencia y era una babel cuando de hablar de libertad se trataba. Pasaba el tiempo. “Los placeres y los días”. Marcel Proust regalaba una página diaria a unos cuantos, a los menos y en la tierra de Juárez el derecho de unos iba más allá de donde comenzaba la libertad de otros.
¿La autoridad?
Se nos había olvidado qué era la autoridad, el poder, los derechos humanos, el gobierno. Mientras los trabajadores encontraban la salida al laberinto para llegar puntuales a sus lugares de trabajo, el gobierno robaba esa parte que debía invertirse para el cumplimento de los fines del gobierno que resumidos en un solo referente, el mayor, era la felicidad del gobernado.
Mucha gente, casi toda, si no es que toda, supo que Oaxaca fue saqueada. Algunos con más, otros con menos detalles. El sentir casi unánime era la impotencia.
Todos lanzaban acusaciones, maldecían, despotricaban, se lamentaban. Enfurecidos gritaban o musitaban: “Nos robaron, nos robaron”, “Ladrones, asesinos, represores”. Los mismos que casi seis años antes les habían entregado su voto lleno de esperanza.
¿Recuerdan? Observen y escuchen cada gesto y cada palabra.
La gente se preguntaba tantas cosas, hasta ya no preguntar.
Faltó una pregunta que a mediados de enero comenzará a ser bandera de justicia, no de venganza.
Sí, nos robaron, merecen cárcel, pero ¿Y el dinero? ¿Dónde está todo el dinero? Es mucho dinero. Fueron presupuestos históricos.
¿Dónde está todo ese dinero? Debe estar en algún lado o en algunos lados. Es tanto, que es imposible que se lo hayan gastado.
¿En qué? En casas, autos, viajes; más casas, más autos, más viajes. Porque además ha testimonios de que también extorsionaron a empresarios y proveedores, pidieron diezmo, dejaron de pagar proveedores y ministrar instituciones desde septiembre hasta diciembre. “Sí se les va a pagar, dijeron, pero en la próxima administración”. Nos dejaron sin parámetro del “CINISMO”. Ya no sabemos cómo definirlo.
¿Se imaginan si encontráramos todo ese dinero? ¿Si se devolviera a Oaxaca y a los oaxaqueños?
Yo voy a dormir deseando soñar que ese dinero se encuentre. Ese va a ser mi deseo de navidad y el de año nuevo “Juicio Político”.
Pero ya tocaremos el tema la siguiente semana o dentro de quince días para seguir disfrutando lo que es nuestro y nos fue devuelto: nuestro zócalo, nuestra alameda; a los proveedores y empresarios sus pagos y a todos nosotros la paz, la tranquilidad, la concordia, el árbol de navidad, la pista de hielo, el edificio histórico del palacio de gobierno y el nuevo gobierno que nos está haciendo recordar qué es el
poder y para qué sirve.
Gracias a todos los que lo están haciendo posible en nombre de quienes confiamos nuestras vidas y nuestro presente a ustedes.
Oaxaca vuelve a sonreír.
¡Feliz Navidad!