Soy devoto de mi Juquilita. ¿Quién no tiene algo que contar acerca de ella, de sus milagros, de su misericordia? Su figura menuda, su tez morena, su natural poder para llevarlo a uno a las cimas de la fe.
Ayer, 8 de diciembre, fue su fiesta, en el año en que se cumplen tres siglos de haber llegado al santuario donde desde entonces se le presta devoción, y como es costumbre los peregrinos, que se cuentan por miles y miles —hasta sumar más dos millones al año—, llegaron a la cita con las luces de sus petición y la flor de sus agradecimientos. «Madre Querida, protege a los peregrinos, / Acompáñanos por todos los caminos.»
El primer peregrino de todos, el mítico Fray Jordán, que la llevó a cuestas para depositarla en manos de la población chatina de la sierra, no pudo haber imaginado el alcance del culto que con ese sencillo gesto inauguraba. Pero no es solo el fervor religioso: la Virgencita de Juquila se ha convertido también en un poderoso agente de identidad cultural para los oaxaqueños, signo del sincretismo que nos marca y divisa de la pluralidad étnica que caracteriza a nuestra entidad.
Lo lastimoso es ver cuán enraizado está el conflicto en una región que se ha vuelto tan importante. Santa Catarina Juquila y Santiago Yaitepec llevan muchos años envueltos en un litigio agrario que no termina por resolverse y que orilló al despliegue de la Policía Estatal y la Guardia Nacional en la zona del Pedimento, las 2,460 hectáreas en disputa. Como analizó atinadamente Isidoro Yescas hace unos días en estas mismas páginas, en el conflicto inciden también otros factores: intereses económicos, cuotas político-partidistas, presiones caciquiles y, lamentablemente, cuestiones de racismo y discriminación.
Juquila y Yaitepec son pueblos gemelos, no pueden estarse peleando. Tienen un prodigio entre sus manos, un prodigio, como digo, no solo espiritual y sagrado sino también histórico y cultural, y si hay un problema de gobernanza y democracia, solamente con más gobernanza y más democracia se va a poder resolver. Así como hay fe para todos, debe haber tierra para todos y negocio para todos y dignidad para todos si se encuentra la voluntad y se coloca el bien común por encima de los vaivenes políticos y los intereses particulares. Hay una manera distinta de vivir: en concordia. Y más si es bajo el cobijo de una virgen tan amorosa.
Consciente de la importancia que este culto devocional tiene para los oaxaqueños —una importancia que va más allá de nuestras fronteras estatales e incluso nacionales—, como diputado federal y miembro de la Comisión de Cultura de la LXII legislatura, en 2015 promoví y apoyé la producción del cortometraje Juquila, tierra de fe, Oaxaca de la esperanza, realizado por el cineasta Luis Novelo. Diseñado para difundir entre los estudiantes de educación media y media superior del estado el conocimiento y respeto de nuestra cultura y nuestras costumbres, el documental engarza el testimonio de investigadores y estudiosos de la religión, observadores de la cultura, habitantes de la región, prestadores de servicios y simples peregrinos, conformando un mosaico que refleja la enorme riqueza cultural, ese prodigio al que me refiero.
Como dijo uno de los entrevistados en el cortometraje, los juquileños de hoy, chatinos y mestizos, son magníficos anfitriones de peregrinos y orgullosos portadores de su fe. Una fe transformada a nivel local en pintura, música, gastronomía, literatura, artesanía. “Juquila —termina diciendo— es tierra de creencias, sí, pero también de creadores.” Como Oaxaca todo.
Felicidades entonces a nuestra virgen de Juquila en su día que acaba de pasar. En nombre de la fe que despierta y del arraigo cultural e identitario que abraza, hay que reiterar un llamado a la gente de Juquila y Yaitepec, a las autoridades pertinentes y a todos aquellos que estén involucrados, para que más allá de las diferencias que existen y seguirán existiendo se alcance el consenso y la concordia en la región, de modo que el año entrante, cuando el río de peregrinos vuelva a derramar su devoción, mi Juquilita pueda celebrar tranquila su Inmaculada Concepción.