Por todas las cosas inverosímiles que suceden en la ciudad de Oaxaca, me da vueltas y vueltas en la cabeza la obra de Rodolfo Usigli, El Gesticulador. En su epílogo, dice que los políticos mexicanos se disfrazan de lo que no son, y que la reiteración del disimulo y el desengaño va configurando un proceso en el que las mentiras luchan por ser verdades. En la obra de teatro, eso es lo que ocurre con el protagonista que llega a vivir una mentira.
Así ocurre con la imagen que tiene la ciudad de Oaxaca. Mucha gente piensan que para que un acontecimiento sea importante, tiene que ocurrir en esta ciudad. Para muestra, la boda de ayer: el hijo de la conductora de televisión, Paty Chapoy, se casó en la iglesia de Santo Domingo, y la fiesta se realizó en el Jardín Etnobotánico. En las redes sociales se comentaba que este espacio fue cedido gratuitamente por el gobernador del estado, cuando se cobra por la ocupación alrededor de unos 150 mil pesos.
Algunos tuiteros oaxaqueños, escribían cosas como: “la manifestación magisterial de la 59 está poniendo el negrito en el arroz a la boda”. Estos comentarios parecían tener más preocupación por el qué dirán, que el cómo vivimos realmente los oaxaqueños.
Desde luego que hay muchos otros lugares en el país, y me consta, donde se vive de manera más cómoda, razonable y sosegada que en esta ciudad de Oaxaca. En muchos de esos lugares la vida fluye de modo más sereno. Sin embargo, a muchos oaxaqueños ya no nos molesta la incomodidad, pues todos los días vivimos dentro del calambre, y si no lo tenemos no estamos contentos. Desde que amanece estamos en alerta permanente para pensar rápidamente qué calles caminar o qué calles rodear para poder llegar a nuestro destino. Toda esa agitación diaria la aceptamos tranquilamente. Pero es el resultado del cambio, de la paz y el progreso que tanto nos prometió esta administración de Gabino Cué.
Ante el mundo somos una comunidad para disfrutar, pero en realidad, día a día, nos vemos envueltos en una serie de mentiras y simulaciones porque andamos en una situación lamentable y preñada de desastres, a pesar de que los encargados de la política oficial digan que todo está resuelto.
Cada día en la entidad oaxaqueña, los crímenes políticos han aumentado drásticamente. Sólo en el período de Gabino Cué, suman más de 118 asesinatos de personajes importantes. En esta lista se encuentran diputados, presidentes municipales, dirigentes de partidos políticos, representantes de organizaciones etc. De todo el montón de hechos violentos, no sabemos quién estimuló u organizó estos asesinatos. Hay una completa ausencia de responsables intelectuales.
Sólo el fin de semana pasada, hubo 14 asesinatos de gente que no tiene mayor trascendencia, y por lo mismo, a la vuelta de los días, estos hechos quedarán en el olvido.
A pesar de todos estos disgustos, aquí seguimos, aquí nos gusta vivir. Parece que ya aprendimos a caminar todos los días sobre cables pelados de alta tensión y navajas afiladas. Eso en cuanto a nuestra seguridad física. Y en cuanto a nuestra seguridad política, a nadie le extraña que nuestros políticos nos tomen el pelo diariamente.
Es el síntoma de la desintegración de nuestro sistema político estatal, pues las mentiras o las medias verdades funcionan como apuntalamientos de un edificio que amenaza con derrumbarse. Sabemos que quien gobierna la entidad no gobierna. Y esto no es necesario que nos lo explique alguien. Lo vemos.
Nuestro gobierno ha gastado mucho dinero en publicidad para mentirle a la gente de las otras entidades del país, que vivimos rodeados de felicidad y buenas vibras. Con ese dinero que se ha ido principalmente a las televisoras, se podría construir otro distribuidor vial y todavía sobraría una lana para otras cosas.
Si Rodolfo Usigli resucitara tendríamos que decirle que lo que él escribió en 1939 sigue siendo cierto, que los oaxaqueños nos seguimos engañando y autoengañando.
La verdad sospechosa: Horacio Corro Espinosa
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