La transición democrática: Mario Arturo Mendoza Flores

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Cuando se habla de transición democrática inmediatamente se piensa en el fortalecimiento del sistema de partidos, el pluralismo ideológico y la competencia electoral. Asimismo, se hace descansar el rumbo de la transición, casi en su totalidad, sobre las espaldas de la clase política, la cual es percibida como la principal responsable de los aciertos o desaciertos de aquélla. De aquí que los políticos terminen siendo los principales protagonistas de un proceso que –en realidad– los excede y que no es de su exclusividad, pues atañe directamente al conjunto de los actores sociales. Esto es claro en la transición oaxaqueña, en la cual la nueva clase política pareciera tener en sus manos el futuro del estado, ya sea que éste avance hacia un orden democrático consolidado o ya sea que los lastres autoritarios sigan predominando en las prácticas socio-políticas. Pero que ello sea así, no quiere decir que sea lo mejor o lo más conveniente para Oaxaca. Esto porque lo que está en juego en un proceso de transición democrática no puede depender de unas instituciones y personas -los partidos políticos y sus dirigentes- cuyos intereses difícilmente van a coincidir totalmente con los intereses del conjunto de la sociedad. Ciertamente, estos juegan un importante papel en la construcción de un orden democrático, pero no son -ni deben ser- los únicos protagonistas. Hay demasiadas cosas en juego, demasiadas decisiones que tomar y demasiados involucrados, para que una élite o “burbuja”decida por todo y por todos.

 

Lo anterior es la recopilación de diversas y prestigiadas voces de la sociedad civil, qué con el mismo ánimo que prevaleció previo y posterior a la conformación de la Coalición “Unidos por la paz y el progreso”, hoy demandan la participación de la sociedad civil para seguir contribuyendo a la transición democrática por la que se votó en forma abrumadora el pasado 4 de julio. Hay quienes consideramos que la forma de participar no debe restringirse al otorgamiento de posiciones dentro de la estructura de gobierno, pues en su gran mayoría las voces de la transición no buscaron una oportunidad laboral, sino una auténtica y real posibilidad de cambiar las cosas en el beneficio del pueblo. Razón por la que delegar la toma de las grandes decisiones en un grupo reducido de colaboradores al Gobernador Gabino Cué, rompería con la esencia y con el propósito de muchos ciudadanos cuyo anhelo es la real participación de la sociedad civil organizada. Lo anterior –por cierto– coincide con la solicitud hecha por Gabino Cué en su toma de protesta, cuando sostiene: “no tengo una varita mágica para solucionar de un día para otro los problemas del estado; esto es un trabajo que nos corresponde a todos los oaxaqueños”.

 

Si a la sociedad civil -las organizaciones, grupos e individuos que la constituyen– asumieran el papel protagónico que le corresponde en el proceso de transición democrática, su presencia pública se haría sentir cada vez que afloraran problemas que le han sido heredados al actual gobierno  por las administraciones anteriores; sin dejar de reconocer los que le han generado sus propios colaboradores. Ahí es precisamente donde se encuentra el sustento del bono democrático que los oaxaqueños le otorgamos a Gabino Cué recientemente, en la sociedad civil. Razón por la que debe ser extremadamente cuidadoso en no desgastarlo en situaciones “frívolas” como lo es el asunto de los títulos de sus funcionarios y retomar las propuestas que surgieron en los diversos foros organizados tanto por los institutos políticos que conformamos la Coalición, como aquéllos foros organizados por ciudadanos comprometidos que hoy demandan revisar los videos, los audios y los documentos que se obtuvieron a lo largo y ancho de todo el estado, con la única finalidad de retomar el rumbo que se definieron en esas mesas de trabajo y que por momentos pareciera que se han quedado en el cajón de las buenas intenciones. No podemos correr el riesgo de que todo quede en una mera alternancia, donde sólo haya el cambio de actores, pero con las mismas actitudes y formas de los que se han ido. Las burbujas, las élites, el control a través de colocar a los incondicionales y no a los más aptos, las pretensiones de obtener beneficios personales y las alianzas con el quien nunca ha contribuido a que las cosas se hagan en forma diferente, son contrarias a los anhelos de una transición democrática que desea trascender no sólo en el ejercicio de gobierno, sino también en el tiempo.

 

Es cierto, no se puede hacer todo en menos de 25 días, pero bien vale recordar cuál fue el eje central que enarboló el hoy Gobernador Gabino Cué y los partidos políticos que lo acompañamos en su largo y difícil transitar para obtener el voto y la confianza ciudadana. Con toda certeza será a partir de enero cuando se convoque a la sociedad civil, desde la misma sociedad civil y esto es importantísimo para evitar manipulaciones que sólo a unos cuantos benefician, que así sea. Los cambios que demandamos los oaxaqueños no concluyeron el pasado 4 de julio, tampoco el pasado 1 de diciembre con la toma de protesta de Gabino Cué, no. Estos inician a partir de ya, y demandan el compromiso serio, responsable y comprometido de todos para contribuir a que el gobierno escuche todas las voces ciudadanas y fomente la toma de decisiones de abajo hacia arriba y no como se ha hecho tradicionalmente, de arriba hacia abajo; ya que por eso no fue por lo que votamos los oaxaqueños.

 

Oaxaca debe seguir siendo el ejemplo de lo que es una verdadera transición democrática, estamos siendo observados no sólo por los ojos de la nación, sino de todo el mundo; por lo que hagamos o dejemos de hacer, será fundamental para el futuro democrático de nuestro estado y del país. No les dejemos todos a dos o tres personas por muy bien intencionadas que estas sean. La transición democrática es una oportunidad que nos ganamos todos, no la desperdiciemos.

 

Por último deseo que la paz y la armonía invadan los hogares de mis estimados lectores y amigos, y que es ésta Navidad la salud, el amor y la felicidad los inunde a usted y a su apreciable familia. ¡Feliz Navidad!