Una prensa libre puede ser buena o mala,
pero sin libertad, la prensa nunca será
otra cosa que mala.
A. Camus
En sus inicios el periodismo se vió más como una cuestión de oficio que como una profesión, orillada quizá por las mismas raíces del periódico como medio de comunicación masiva.
Con el paso de los años, y por ende del incremento del tiraje y de la conformación de una visión empresarial de los mass media, la perspectiva del periodista ha ido en constante evolución, desde un punto de vista académico, más que laboral. Surgieron escuelas formadoras de periodistas y casi a la par, institutos, centros y colegios analíticos y reforzadores del quehacer periodístico.
Y esta es la época en la que vivimos, donde ser periodista es andar con una diana colgando de nuestro pecho y espaldas todos los días.
En la realidad sureste, se es periodista por convicción, por necesidad o porque el perverso destino así lo quiso, y me refiero más al caso Oaxaca.
La entidad, vive a la par de la transición política, una transición periodística, donde el oficio está siendo rebasado por una profesionalización. Aunque ello no signifique una mejora en la calidad informativa, ni mucho menos un impulso a la ética de la labor periodística.
De acuerdo con el periodista Armando Ramírez, en su artículo Etica y profesionalización en el periodismo mexicano, publicado en la revista Mexicana de Comunicación[1], en las escuelas de periodismo del país, “la formación de los nuevos profesionales está reducida a aspectos técnicos y está despojada de contenido humanístico, ideológico, social e histórico”, es decir que los nóveles periodistas, saben qué partes componen una nota, pero no distinguen cuál es la nota; y esto lleva a un detrimento de la labor periodística, que aunada a la nula perspectiva ética de la profesión, la sociedad obtiene el nivel paupérrimo de información que se publica en los diarios, se escucha en la radio, ve en la televisión o revisa en los portales de internet.
El gremio periodístico le está pasando la estafeta a las nuevas generaciones, sin embargo conservan cierto recelo, pues en algunos casos se observa un doble discurso, y en muchos más hasta podríamos mencionar un triple discurso.
El primero, sería una apertura a las nuevas generaciones, intercambio de experiencias y la propuesta de una alianza para salvaguardar la profesión y pugnar por las mejores condiciones, es decir, una retórica política para los guardianes de la pluma.
En segundo caso, y sucede más en las reuniones gremiales —donde por lógica no invitan a unirse a las nuevas generaciones—, se aborda la idea del poco nivel de los “nuevos”, de defender lo que ellos como periodistas han logrado, para que aquellos que empiezan, no lo estropeen al confundir activismo con libertad de prensa y ejercicio periodístico, y es muy respetable esta posición y hasta cierto punto la comparto.
En cambio, existe un tercer nivel en el cual los veteranos, no participan de esta transición, por temor a perder el sistema de prerrogativas que les permite tener privilegios y recursos adicionales.
El cambio de estafeta se está dando, pero persiste la falta de profesionalización del quehacer periodístico, puesto que la función social del periodismo radica en que los periodistas ejercen en nombre de la opinión pública —de la sociedad— la libertad de expresión y el derecho de acceso a l información, lo cual implica una responsabilidad moral y política[2].
En este sentido, la transición periodística en Oaxaca, va de la mano con la unificación del gremio de los comunicadores y con ello a la creación de un código deontológico que sirva de mecanismo de defensa gremial y que a la vez promueva la reestructuración de los programas de estudio para la formación de periodistas en todos sus niveles[3].
Mucho se ha dicho, poco se ha escrito sobre la atomización del gremio periodístico en Oaxaca, donde se acusan, que cada uno busca su conveniencia, por ello es momento de pugnar por la unidad, pues si bien en el ejercicio periodístico cada quién buscará su mejor nota o cobertura informativa, en la defensa de la libertad de expresión, todos buscan lo mismo.
Ha llegado el momento para que los periodistas conformen un frente hacia los consorcios mediáticos, pues al establecerse a la información como mercancía, ésta se comercializa, perdiendo su valor informativo, llevando a los medios a terminar como elementos dependientes de los patrocinadores y como difusores de información filtrada o tergiversada.
Los principales interesados en mantener al periodismo y periodistas en un bajo nivel, son precisamente los dueños de los medios de comunicación, pues el mejorar el nivel de los profesionales de la información significa un aumento de salario y mejores prestaciones.
Por tal motivo, se hace urgente la necesidad de pugnar por una integración del gremio periodístico y el comienzo de análisis y estudios, para la creación de un código deontológico.
Este código deberá ceñirse a los estándares internacionales, sin perder de vista la realidad que la antecede, y una vez conformada, deberán generarse los mecanismos necesarios para hacer que funcione y no quede en simple retórica.
El acercamiento a colegios, instituciones y universidades formadoras de periodistas e investigadoras, tanto del quehacer periodístico como de los mismos medios de comunicación, podrían enriquecer el marco y sustento teórico de un código deontológico.
La transición periodística es una realidad y para que este cambio enriquezca la función y labor de los profesionales de la información, depende del nivel de integración que éstos tengan y de la participación que se desee tener en la historia periodística del estado. Y la historia no perdona.
Por ello, es necesario tener presente que lo único que un periodista tiene es su credibilidad y lo que haga con ella, depende del ejercicio responsable de su profesión y desde este punto, sería bueno partir.
argel_rios@hotmail.com
[1]Ramírez, A. Ética y profesionalismo en el periodismo mexicano. México: Revista Mexicana de Comunicación. Liga directa:http://www.mexicanadecomunicacion.com.mx/Tables/RMC/rmc86/etica.html
[2] Ibid
[3] Ibid