Los acontecimientos recientes de violencia y amago social en nuestra capital tanto de la Sección 22 de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, CNTE, con el garlito de protestar por la Reforma Educativa, así como otras organizaciones sociales, dejan claramente palpable el ritmo que tomará la sucesión de Gabino Cué Monteagudo a la gubernatura en el 2016, lo cual de una u otra manera, involucrará la acción de poderes institucionales desde la presidencia de la República, también desde la gubernatura estatal, así como del único poder fáctico en la entidad, la Sección 22. Sin embargo, a diferencia de otras elecciones de este rango en Oaxaca, los escenarios no sólo han cambiado en forma total, sino muchas de las estructuras utilizadas con anterioridad han desaparecido, y otras han evolucionado hasta ser irreconocibles de cómo se comportaban en su origen. De entrada, vivimos una contraposición a los últimos dos sexenios oaxaqueños anteriores, el de José Nelson Murat Casab y de Ulises Ernesto Ruiz Ortiz, quienes debieron gobernar con un presidente de la República de otro partido, el PAN, con Vicente Fox Quesada primero y Felipe de Jesús Calderón Hinojosa después. Hoy los papeles se han invertido con Gabino Cué, tránsfuga y contrario al priismo estructural y orgánico al cual derrotó en el 2010 en un segundo intento, quien gobierna con un mandatario nacional justamente de ese PRI al cual ya no pertenece Cué. De esta manera, aunque haya coincidencias entre el gobierno del estado y el PRI nacional, derivadas de la aseveración “el priista que todos llevamos dentro” y por el origen político del gobernador, ante un pasado tricolor nacional y estatal de más de 80 años, así como con nutrido grupo de priistas locales trabajando en el gabinete del gobierno del estado, los intereses de ninguna manera son coincidentes con los grupos políticos en contienda, ni siquiera –o más bien, sobre todo- entre los propios grupos del PRI en una pugna cada vez más violenta entre todos ellos. Hasta aquí la situación política en el estado y el análisis siguiente deberá ser obligadamente de los probables candidatos, lo cual será definitorio del resultado final en el 2016. Veamos.
GANA EL PRI O PIERDE EL PRI
Hemos comentado en columnas anteriores que quienes ven el triunfo del PRI como seguro en el 2016 están absolutamente equivocados y eso es más bien un deseo. Los argumentos planteados carecen de rigor prospectivo, se basan en apreciaciones personales y charlas de café, pues algunos sustentan sus predicciones en el supuesto hartazgo de la gente al modo de gobernar de Cué Monteagudo; sin embargo, los resultados de las elecciones intermedias del año pasado fueron una prueba aprobada en lo general por la sociedad oaxaqueña, al mandato estatal actual con el cual los sufragios volvieron a dejar el Congreso estatal prácticamente como estaba en el 2010 al triunfo de Gabino, y las presidencias municipales más o menos igual. Entonces no hay tal rechazo cacareado sobre todo por los priistas, quienes más bien han perdido la estructura de organización y movilización que en el pasado los hacía ganar. Por otra parte, Gabino tiene el tiempo exacto de dar golpes de timón contundentes –aunque justo es reconocer, eso no significa que lo hará- para calibrar los hilos políticos a su favor, como ya lo hizo con la detención del ulisista, Bulmaro Rito Salinas, asunto de alto impacto social, reflejado hasta en aplausos al mandatario cuando se ha presentado en actos políticos posteriores a ese encarcelamiento. Por cierto, ha trascendido a esta columna la inminente persecución a fondo de otros ex funcionarios del sexenio pasado, entre ellos Miguel Ángel Ortega Habib y Armando González Bernabé. Pero el factor definitivo sobre la ruta de las definiciones para la sucesión 2016 será claramente el 2015; es decir, el resultado de las elecciones de diputados federales será el primer termómetro determinante hasta para definir quién será el candidato tanto del PRI, como de los otros partidos, incluso si habría coaliciones y quienes irían en ellas. El presidente de la República seguramente valorará cómo ejercer su influencia en el escenario del próximo gobernador oaxaqueño a partir de la bancada de los diputados federales de nuestro estado.
EL FACTOR MORENA
Otro elemento importante en estos acontecimientos es el reciente reconocimiento del Movimiento de Regeneración Nacional, Morena, impulsado por Andrés Manuel López Obrador como su partido personal. En Oaxaca, López Obrador con su imagen hizo ganar prácticamente a toda la bancada de legisladores federales actuales, incluidas diez diputaciones de 11, así como a los senadores Ángel Benjamín Robles Montoya y Adolfo Romero Láinas, con lo cual dejaron al PRI con un solo triunfo por votación directa en urna, en el distrito de Juchitán, y mandó, El Peje, a Eviel Pérez Magaña del tricolor hasta el tercer lugar de los senadores oaxaqueños; al PAN de plano lo envió al excusado político con cero triunfos. Más todavía, uno de los puntales del triunfo de Gabino Cué en el 2010, así como la composición de la Cámara de Diputados local y las principales presidencias municipales del estado en ese año fueron gracias a la participación política de Andrés Manuel. La gran incógnita hoy es cuál va a ser la participación de Morena en el proceso del 2015 primero, y el 2016 después, porque si rompe con el PRD, es muy probable que se desfonde el Sol Azteca en la entidad, al ser hoy la segunda fuerza política y la lógica marcaría un logro importante de diputaciones federales para Morena, asunto que metería a Oaxaca en un limbo político con respecto a sus relaciones con la presidencia de la República, pero también al dividir a la izquierda existiría la enorme posibilidad de no concretarse coaliciones a futuro, ni siquiera de facto, con lo cual el PRI avanzaría a pasos agigantados al triunfo.
GABINO CUE, RECTOR CENTRAL
La lógica política en todo el mundo establece no sólo el deseo, sino la necesidad del gobernante en turno de influir en la sucesión de su mandato, pues resulta ser en primera instancia un asunto de sobrevivencia no sólo en una intención de continuar con una carrera dentro del rubro, sino por seguridad cuando ya no tenga el mando de los instrumentos de gobierno. Ahí está Andrés Rafael Granier Melo, ex gobernador de Tabasco por el PRI, todavía en prisión; o Pablo Abner Salazar Mendiguchía en Chiapas, quien estuvo en la cárcel casi dos años, acusado junto con otras 55 personas, quien gobernó bajos las siglas de la coalición de los partidos PAN, PRD, PT, PVEM, Convergencia, PSN, PCD y PAS, sólo por poner dos ejemplos. En nuestros días, la evolución de todas las estructuras de la política nacional y local permiten prácticamente cualquier variable antes no vista, por lo tanto, el camino hacia acceder el poder político y de gobierno se vuelve extremadamente incierto. Hay factores, sin embargo, de solidez para trazar rutas, y uno de ellos es el gobernador en funciones, en este caso, Gabino Cué, pues tiene el mando de las instituciones de gobierno, como la Secretaría de Finanzas para apuntalar proyectos por una parte, pero también amagar con auditorías, por poner un burdo ejemplo; la Procuraduría General de Justicia para integrar una persecución real o manipulada; la Secretaría de Seguridad Pública para imponer con la fuerza pública; la Secretaria General de Gobierno para lograr acuerdos o desacuerdos políticos; en fin, la estructura de gobierno al servicio de una ruta electoral está en manos de Gabino, por lo tanto, cualquier partido o candidato aspirante al poder sucesorio –incluido un delfín del mandatario- tiene forzosamente que estar en sintonía con el gobernador, bajo pena de recibir una andanada en contra de toda esa estructura mencionada. Es, entonces, el principal rector del proceso el gobernador.
EL PERFIL DEL CANDIDATO
Más allá de quienes han levantado la mano, o se las han levantado, el perfil del candidato comienza a vislumbrarse en el lejano horizonte y hablar de cada uno de los personajes que circulan en los medios de comunicación requiere un espacio más amplio en la columna, asunto por supuesto, para abordar en el futuro. Esta ocasión sólo establecemos en este espacio editorial algunas consideraciones generales en los dos grupos enfilados hacia el 2016: el PRI y el NO PRI. Para el caso del tricolor, es evidente su necesidad de unidad, es decir, requieren de alguien con la capacidad de aglutinar y encabezar un solo proyecto, pues no pueden darse el lujo de ir a una elección divididos entre sí. La fuerza hoy reflejada de este partido en las primera encuestas, deriva sin lugar a duda de una visión de conjunto; no puede haber el PRI de Murat y el de Ulises, debe ser uno solo si buscan el triunfo. Usted, amigo lector, ¿vislumbra a alguien en esa posición? Por el otro lado, el del NO PRI, antes de la definición del candidato se requiere determinar si habrá coalición al menos PAN-PRD o no. Sencillamente solos cada partido no les dan los números y sin coalición, entonces sí sería muy factible el triunfo del PRI. De esta manera, el perfil de un candidato de esta eventual coalición deberá ser aceptado por el PRD, Morena y el PAN, al menos, pero sobre todo, tener el respaldo del gobernador del estado, así como su ánimo auténtico de derrotar al PRI en ese 2016. ¿Ahí vislumbra Usted, amigo lector, a alguien con esas características? Sin duda, esta historia continuará…jaimelabc22@gmail.com