A prácticamente nadie tomó por sorpresa la renuncia del diputado federal Francisco Martínez Neri a su militancia en el Partido de la Revolución Democrática. El oaxaqueño ostentaba además el cargo de coordinador de su grupo parlamentario en la cámara baja federal. La razón de que esto no haya sido una sorpresa se entiende en dos sentidos: por un lado, la razón práctica relacionada con el desmoronamiento perredista y la consolidación de Morena como opción electoral; y en el otro extremo, por el hecho de que el ulisismo terminó asaltando las filas perredistas en la entidad, lo que además de ser un contrasentido político, es un duro recordatorio de congruencia por los episodios dolorosos de 2006, entre otros.
En efecto, Francisco Martínez Neri, quien durante la LXIII Legislatura fue coordinador de los diputados del PRD, renunció el pasado 11 de mayo a su militancia partidista. En una misiva, el político que dos días después acompañó al Candidato Presidencial de Morena, Andrés Manuel López Obrador a un mitin político, agradeció la oportunidad que le brindó el perredismo.
Reitero el aprecio y gratitud por el esfuerzo compartido durante las tareas parlamentarias que hoy han quedado atendidas, así como la certeza de que el bienestar del pueblo y la lucha por la democracia nos convocarán a nuevas etapas, en las que seguro coincidiremos”, indicó. Martínez Neri enfatizó que siempre cumplió con las labores encomendadas desde el PRD, aunque “estoy seguro que he concluido un ciclo de trabajo partidista por lo que solicité licencia para separarme del cargo de legislador”.
La renuncia de Martínez Neri a su militancia política no se explica necesariamente por la ambición de un cargo público de cualquier índole. De hecho, desde que se estaba tratando de definir la candidatura a la alcaldía de la capital oaxaqueña, se mencionó su nombre como una de las principales posibilidades tanto del PRD como de Morena, partido con el que ya había mostrado ciertas afinidades desde hace tiempo. El tránsito en el PRD fue imposible gracias a la alianza nacional que trabaron con el PAN, mediante la cual éste último partido reclamó para sí la candidatura a la presidencia municipal de la capital, e impulsó al ex priista Samuel Gurrión como su prospecto para la candidatura.
Esta situación le cerró la puerta a Martínez Neri, quien ya ni siquiera intentó competir por la candidatura del Frente PAN-PRD-MC; su nombre se mantuvo vigente en Morena, aunque finalmente todo se definió a favor del ex candidato Oswaldo García Jarquín, en medio de una tolvanera provocada por la insistencia del Partido Encuentro Social, de que la postulación del candidato a la alcaldía citadina por el Frente Juntos Haremos Historia les correspondía a ellos. En aquellos tiempos, Martínez Neri se mantuvo expectante pero sin mayores movimientos, dado que seguía siendo coordinador del grupo parlamentario del PRD en San Lázaro, y un militante perredista en activo.
Antes que él, otros perredistas (como la también diputada federal Karina Barón Ortiz, o el diputado local Jesús Romero López, entre varios otros) ya habían dejado el partido del Sol Azteca y se habían pronunciado a favor de Morena y de López Obrador. Martínez Neri lo hizo aparentemente en un momento tardío, cuando ya estaban repartidas todas las candidaturas y postulaciones a cargos por los que habría podido competir. Parece, pues, que hay más razones aparte de las estrictamente electorales, que explicarían su renuncia al perredismo.
CONTRA EL ULISISMO
Desde los primeros meses del año corrió el rumor de que la coalición Por México al Frente postularía al ex priista Teófilo Manuel García Corpus como candidato al Senado de la República, y a la ex secretaria de Turismo durante el gobierno de Ulises Ruiz, Beatriz Rodríguez Casasnovas, como candidata a una diputación federal. Además de ellos, ya se veía la posibilidad de que Samuel Gurrión figurara también entre los priistas lanzados por el PRD.
Esas postulaciones parecían aparentemente inexplicables, dado que tanto el PAN como el PRD contaban con figuras locales de cierto renombre como para ocupar sus postulaciones con militantes, y no sólo con quienes eran externos, sino además militantes de otro partido político, e integrantes de un gobierno cuestionado por represión y corrupción, como el de Ulises Ruiz Ortiz. La dirigencia del PRD en Oaxaca denunció incluso que había mediado una transacción económica entre el ex gobernante y la dirigencia nacional del PRD para cederle tales candidaturas, versión que fue negada por el perredismo nacional pero alimentada por el ulisismo, que con eso intentaba socavar y enrarecer los procesos internos del PRI oaxaqueño.
Finalmente, la candidatura de primera fórmula al Senado por la coalición PAN-PRD no fue para García Corpus, pero sí se quedó en las manos de otro ulisista: Héctor Pablo Ramírez Puga Leyva. En ese contexto, Martínez Neri reconoció en una entrevista radiofónica que ante las últimas decisiones de su partido —relacionadas con la postulación de dichos personajes extraídos del ulisismo priista de Oaxaca— estaba valorando su permanencia como militante del PRD.
Dijo, concretamente, que él no concebía la posibilidad de militar en el mismo partido con quienes fueron los responsables de la represión relacionada con el conflicto magisterial de 2006 en Oaxaca, del que él fue uno de los protagonistas indirectos en su calidad de rector de la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca. Desde esa posición universitaria, Martínez Neri no sólo apoyó, sino que directamente cobijó al movimiento popular en las instalaciones de Ciudad Universitaria, la cual fue el primero, principal y último bastión de la Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca durante todos los meses de la resistencia popular durante el año 2006.
CONGRUENCIA
En el fondo, parece que también hay razones de congruencia para haber dejado el PRD. Parece que esa ya no es una virtud común entre los políticos, y sin embargo este sí parece un acto claro de congruencia combinado con el pragmatismo propio de un momento como el que vivimos en México. Por eso, aunque no llegue a incidir directamente en la suma y resta de votos a favor o en contra del PRD, este sí es un descalabro moral para la campaña panista-perredista en Oaxaca, que de por sí ya no parece tan consistente como al inicio de esta temporada de proselitismo político.
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