El 2019 confirmó la contundente relevancia de las redes sociales como una vía de comunicación de la actividad política. A lo largo de este año vimos su uso como caja de resonancia para convencer a la opinión pública ante el acelerado acontecer nacional, de manera preponderante en torno a la llamada 4T y el primer año de gobierno de López Obrador, pero también alrededor de agendas de creciente visibilidad en la sociedad mexicana como el feminismo o el ecologismo.
El cambio de época en México, y en el mundo, no se entiende sin las “benditas” redes sociales. Sin quererlo, y como respuesta al creciente desprestigio de las instituciones políticas tradicionales, las nuevas tecnologías tratan de compensar con nuevos modelos de comunicación un vacío que la sociedad percibe. Con estupor vemos cómo declaraciones de políticos en Twitter son capaces de influir la acción política más allá de las fronteras geográficas. Aunque Barack Obama ya había mostrado el impacto de la cibercomunicación en una campaña electoral, Donald Trump se ha convertido en el ejemplo perfecto de un político haciendo de Twitter su tribuna.
En México cerramos el año 2019 con una interesante demostración de comunicación política en redes sociales. Algunos ejemplos evidencian las batallas por ganar el ánimo de la gente en el ciberespacio. El singular estilo de comunicar del embajador de Estados Unidos en México, Christopher Landau, le ha valido la simpatía de miles de seguidores, cuyos cálidos tuits desde @USAmbMex contrastan con la retórica belicosa del presidente que representa.
Derivado de los resultados de la investigación a cargo de la Secretaría de la Función Pública en torno a Manuel Bartlett, su titular fue objeto de un vendaval de comentarios sobre su labor, a la vez que era criticada por responder e interactuar desde su cuenta de twitter @Irma_Sandoval, pasando por alto que, justamente, una de las bondades de las redes es la posibilidad de valorar las réplicas y contrarréplicas.
Quizá el ejemplo más interesante de esta nueva forma de comunicación sea el Ministro Presidente de la Suprema Corte. Desde su cuenta @ArturoZaldivarL, el Ministro opina y fija postura no sólo sobre la corrupción y el nepotismo en el poder judicial, sino también ante de temas de coyuntura. Así, vemos un activo Ministro Presidente en redes sociales, lo mismo para mostrar su solidaridad personal con el presidente de México ante la creciente tensión diplomática entre México y Bolivia, que para hacer suyo el discurso del Ejecutivo sobre la política de austeridad republicana y una impartición de justicia más cercana a la gente.
“Hasta que la honestidad se haga costumbre” y “debemos ser la voz de los que no tienen voz”, son algunas de las frases más emblemáticas pronunciadas por el Ministro Saldívar con motivo de su Primer Informe. La coincidencia de posturas entre el representante del Poder Judicial y el Presidente de México han servido para denunciar una aparente sumisión de un poder hacia otro, como si la independencia judicial se pudiera medir a través de tuits y no por las decisiones del tribunal supremo en temas torales para vida del país.
Mención aparte merece el fenómeno AMLO y las redes sociales, cuya sinergia continúa hasta hoy, al dominar prácticamente los temas de conversación que se generan en redes sociales. Veremos qué nos depara en 2020 para esta forma de comunicación política intrépida y democratizadora, pero a su vez con sus propios riesgos y espejismos. En una sociedad poco acostumbrada a exigir cuentas a quienes ejercen el poder e incluso a los que buscan tenerlo, las redes sociales pueden ayudar a elevar el debate público sobre el rumbo del país.
Palmira Tapia Palacios/ Forebes
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