Durante la mañana del 25 de junio, dos policías federales asesinaron a tres compañeros en el “Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México”. Las crónicas difundidas de inmediato precisaban que fueron dos policías uniformados quienes dispararon a otros tres que portaban idéntico uniforme, uno de los agredidos sobrevivió, apenas para morir unas horas después en el hospital, los asesinos se comportaron con saña contra uno de los agredidos al cual le descargaron sus armas cuando ya estaba caído.
Todo esto ocurre a unos días de las elecciones presidenciales, y no es la única mala nota de nuestras autoridades federales: Apenas el día 21 recién pasado, la Marina detuvo en un operativo plagado de violaciones a los derechos fundamentales a un par de ciudadanos de a pie, confundiéndolos con dos peligrosos líderes de la organización del Chapo Joaquín guzmán Loera, el narcotraficante más destacado del firmamento criminal mexicano y toda una celebridad en la redacción de la revista “Forbes”. En algún momento alrededor del 17 de mayo recién transcurrido, un destacamento militar detuvo al General Tomás Ángeles (quién era Juez militar) y al General Roberto Dawe, para acusarlos de… bueno en realidad de nada, pero eso no ha impedido que se les retenga arraigados conservándolos en el limbo jurídico con acusaciones, en el mejor de los casos, de “testigos protegidos” (Léase criminales que quieren seguir en libertad)
Estas pifias alcanzaron a la candidata del partido en el gobierno que celebró públicamente el éxito de la Marina al detener a los supuestos delincuentes que resultaron dos pobres muchachos, con los que ya no sabe qué hacer la Procuraduría General de la República, pero más allá de estos casos de pifias, lo que está en juego es la teoría compartida por todos los candidatos presidenciales, “El mando único” que consiste en entregar a una sola persona el mando absoluto y total de todas las fuerzas policiacas, desde el policía que cuida el crucero vial frente a la escuela donde van nuestros hijos, hasta las operaciones para detener a los más peligrosos delincuentes mexicanos, para interceptar todos los cargamentos de drogas, para resolver todos los homicidios, secuestros, robos, fraudes.
El argumento central para crear el “Mando único” se funda en la corrupción e ineptitud de las policías locales, es decir policías municipales y policías estatales, cosa que sin embargo es desmentida por los claros hechos. En primer lugar la mayoría de las aprehensiones han sido hechas por modestos policías, de hecho Ramón Arellano Félix el más peligroso jefe del cártel que lleva sus apellidos, fue ultimado por un policía municipal que le disparó en una calle de Sinaloa. Por el contrario el temido “Chapo” Guzmán Loera se escapó de una prisión de alta seguridad FEDERAL.
Lo que en realidad se debate es el proceso franco de centralización que vive México, pues a pesar de ser un estado “federal” conforme a nuestra definición, somos el país que concentra casi todo el poder político, económico y burocrático en una persona, el presidente de la República, dejando a los estados y municipios en un papel decorativo o para simples efectos de ejemplificación, digamos de “mal ejemplo” pues los municipios y estados dependen casi totalmente de la recaudación federal y al carecer de recursos viven en la miseria. A diferencia de los de Estados Unidos, los estados mexicanos carecemos de facultades para cobrar impuestos directos o de la renta a nuestros vecinos y residentes. Estamos para llorar.
A pesar de ello, porque así lo dispone la Constitución de la República los Estados pueden organizar sus cuerpos policiacos y es obligación de la federación suministrar los recursos para su sostenimiento, aunque en ocasiones los obligue a patrullar con resorteras, lo cual implica miles de millones de pesos, que el gobierno centralista de la Ciudad de México no quiere erogar. Es una simple cuestión de dinero y de centralización del poder en un solo par de manos, la del funcionario agraciado con el Mando Único, para que controle a todas las policías y cuerpos de seguridad mexicanos, desde una frontera a la otra y desde el límite exterior de nuestros mares, hasta el Popocatepetl, algo a tono con un país con una gran tradición de siervos y de lacayos, hay que reconocerlo
Sin embargo, los acontecimientos recientes revelan que la corrupción se encuentra también en las autoridades “federales” como lo ejemplifica el triple homicidio ejecutado por policías contra policías, en el cual hubo saña y violencia excesiva, lo que para cualquiera significa que los asesinos actuaron más allá de la simple ejecución de un asesinato, pues la saña implica revancha, odio, rencor, algo que ocurre entre los delincuentes cuando se traicionan entre ellos. La deficiencia de las autoridades investigadoras federales es tan grande, que a pesar de que el asesinato ocurrió hace tres días, y de que tuvieron que admitir que los asesinos son agentes federales y no suplantadores, todavía no se divulgan en los grandes medios de comunicación las fotografías de los “criminales, policías federales”, con lo cual se les beneficia, facilitando su huida hasta que puedan salir del país, de esta manera, incluso podrían estar desayunando en el mismo restaurante donde nos encontramos.
Tal parece que la corrupción de las autoridades federales del aeropuerto internacional de la ciudad de México sobrepasa todo lo imaginado, pues en pocas horas llovieron señalamientos de que existe una mafia de narco policías federales que lo administra en favor de los carteles criminales, es un punto clave en el trasiego de drogas, armas y lavado de dinero. Es evidente que todos los “controles de confianza” que nos han costado miles de millones de pesos, solo han sido buenos negocios para los proveedores favorecidos. Es evidente que la corrupción toca a todas las personas, sin importar si son funcionarios federales, estatales o municipales, en esto no hay distingos, ni virtudes garantizadas por el simple nombramiento de agente “federal”. Los corruptos somos nosotros en cuanto personas, seres vivientes y pensantes que decidimos que sesgo darle a nuestras vidas.
Lo que sí sería una estupidez del tamaño de nuestra galaxia y por lo tanto, bastante probable de cometerse por nuestros gobernantes, sería la de crear ese “Mando Único” ese control absoluto de todas las fuerzas de seguridad o de policía en manos de una sola persona, que bien pudiera aliarse con una banda criminal, con un cartel, con una organización de la delincuencia organizada, pues como ya lo sabemos tan corruptos pueden ser los federales, como los municipales o estatales. No podemos, como dice la enseñanza popular: “Poner todos los huevos en la misma canasta”.
Lo que necesitamos es precisamente lo contrario, acabar con los monopolios del poder, federalizar realmente a las policías, crear decenas o cientos de mandos en perfecta competencia entre ellos, “darwinizar” las estructuras policiacas sometiéndolas a un proceso franco de selección natural, donde las que rindan mejores resultados, asuman mayores responsabilidades y ejerzan mayores recursos, sin importar si al jefe lo nombró el Presidente de la República o el alcalde de Tijuana, o el gobernador de Sinaloa. Es precisamente lo contrario a lo que ofrecen los candidatos que padecemos, pues lo que necesitamos es evitar que en manos de una sola persona se concentre todo el poder policíaco, las evidencias de corrupción e ineptitud apuntan tanto a las autoridades federales, como a las locales. No hay diferencia!
Es momento para pensar menos en centralizarlo todo y pensar más en distribuir obligaciones para ser más efectivos. Los seis años del presidente Felipe calderón Hinojosa, fueron de centralización, de control personal de todo, se dedicó a ahogar a los estados y municipios, en lugar de ejercer presupuestos para el desarrollo, se dedicó a atesorar todos los recursos del país en bancos extranjeros, aduciendo acrecentar las reservas y controlar la paridad cambiaria, pero además de que ese éxito es dudoso, el precio pagado ha sido conservar nuestra pobreza, llevar al país a la catatonia nacional, para fomentar en consecuencia a la corrupción y a todos los males que son sus hijos legítimos ¿Y todo para qué? Para practicar, con necedad absoluta, un par de recetas mal aprendidas y además ruinosas y para colmo, que ironía, pues mientras presidente y candidatos se proclaman liberales, se comportan con la mentalidad de “comisarios soviéticos”.
Por Antonio Limón López