No se cuantas veces se han escrito y/o pronunciado juntas las palabras Corona Virus en el último mes, pero puedo imaginar que ningunas otras se han mencionado tanto en la historia de la humanidad en ese mismo lapso. La expansión de la epidemia ha sido brutal, como brutal ha sido la propagación informativa de su presencia en todo el mundo y uno no puede saber si los datos son exagerados o se quedan cortos. Como quiera, la enfermedad existe y la gente se muere. Los contagios son excepcionales en casos tan evidentes como el reciente y trágico deceso del médico Gualberto Reyes en el hospital de Zona 7 del IMSS en la norteña ciudad de Monclova, Coahuila, quien se contagió por atender a un paciente enfermo, y contagió a su vez a otras 19 personas en ese nosocomio. Ese es el nivel de letalidad de la enfermedad, la cual pareciera no preocupar todavía a un alto porcentaje de la población en diferentes partes del país; es clara una resistencia social a dimensionar el problema, quizá en buena medida por el pasmo producido de un miedo interior a la realidad, una negación ciega, aunado a la necesidad económica ya en puerta, como hacía muy buen rato no se vivía y basta saber el dato oficial de un 60% de la economía en el país como informal para entender, no justificar, la resistencia a seguir las normas de quedarse en casa, por ejemplo.
Hay personajes de la política con apuestas a la contra de las acciones sanitarias ahora aplicadas ya a nivel país, quienes estuvieron ponderando hasta apenas mediados de marzo no paralizar el país y no cerrar la actividad comercial, como Gerardo Fernández Noroña, diputado federal de Morena, quien en una evidente y vergonzosa genuflexión al presidente Andrés Manuel López Obrador, comenzó primero a criticar al gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro Ramírez, por ordenar a principios de marzo el cierre de comercios por cinco días: “ …impone (Alfaro) parar en Jalisco todo…” dijo Fernández Noroña en un video ex profeso para externar su postura “¿saben lo que eso significa para el pueblo pobre, para el pueblo humilde?…no van a poder pagar renta ni salarios por una ocurrencia del irresponsable de Alfaro, quien dice tener un estudio; que lo presente…no se trata de imitar la estupidez mayúscula de lo hecho en el mundo. Así lo sostengo, la estupidez mayúscula de lo que se está haciendo en el mundo. Se está equivocando el mundo, caray”. No se a Usted, amigo lector, si le quedará clara la intención de este personaje de bolearle los zapatos a López Obrador, pero si estas fueron sus palabras el 20 de marzo en el video subido a YouTube, ¿cómo se expresará en estos días a partir del 22-23 de marzo cuando el gobierno federal decidió paralizar el país prácticamente hasta el 30 de abril, al menos, por instrucciones de Andrés Manuel? Es decir, prácticamente durante 39 días. Si lo de Alfaro era una estupidez, según Noroña, ¿cómo calificaría el diputado lo del presidente de México? ¿O también ya cambiaría de opinión el bocón de Fernández Noroña?
El caso de Oaxaca tiene a Flavio Sosa Villavicencio como un resonador de Noroña, donde el fundador de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, APPO, ha respaldado las ideas del diputado federal, y se han autodenominado ambos, humanistas al asumir una postura de respaldo a las ideas iniciales del mandatario federal; es decir, no cerrar los comercios ni disminuir la actividad económica en las calles del país a pesar de la postura de la Organización Mundial de la Salud y de la evidente tragedia de países como China, Francia, España, Italia y Estados Unidos, entre otros. En otra palabras, como dijera Noroña, el mundo está equivocado y ellos no. El problema para estos humanistas, insisto, es ahora con el cambio de las políticas del gabinete federal, y en buena medida, del propio AMLO ¿cuál será la postura de los corifeos del presidente? ¿Continuarán sus amanuenses proclamando el error internacional y el acierto (anterior al 20 de marzo) de su guía político, moral y hasta espiritual, o deberán virar en sus discursos hacia la nueva ruta? Pienso que cambiarán con los nuevos vientos, como lo han hecho durante toda su vida.
El propio gobierno de Alejandro Ismael Murat Hinojosa ya había iniciado con cambios sustanciales en su gabinete, y ahora deberán ajustarse los colaboradores, nuevos y anteriores, a los tiempos venideros; de entrada, contener la epidemia en el estado, dar certeza a la ciudadanía en el tema de la salud como prioridad; después, el asunto de la economía que no va a colapsar, ya colapsó con los cierres y apenas va una semana de parálisis, faltan tres; y en un plano posterior, pero no menos importante, el probable estallido social derivado de deficiencias en la atención de los dos rubros anteriores, lo más grave, no sólo por decisiones o torpezas, sino por circunstancias desbordantes más allá de cualquier intento de solución bueno o malo, pero insuficiente.
Una cosa debemos reconocer y prepararnos para sus consecuencias: el orden mundial y muchas de las actividades de antes de la pandemia, cuando ésta termine, harán cambiar las formas y los formatos. La economía ya se está moviendo y pareciera todo una enorme ruleta dando vueltas y no sabemos el número final. Por lo pronto, también deberíamos verlo como una gran oportunidad de hacer un reset, un reiniciar en nuestras vidas y revisar cuantas cosas estábamos haciendo bien y cuáles mal. Es viable cambiar varias de ellas, a ver hasta donde nos deja la vida.