Hace unas semanas me invitaron por parte de la Benemérita Universidad de Oaxaca a impartir la materia “Retórica y Oratoria Forense” a los alumnos del séptimo semestre.
Honestamente me sorprendió de buena manera la existencia de esta materia para jóvenes que están a un paso de graduarse como abogados.
Cuando pregunté a mis alumnos en la primera de nuestras clases cuál era, en su opinión la materia más importante de la licenciatura, coincidieron naturalmente en torno a sus preferencias e intereses personales.
Para algunos lo era la teoría del proceso, para otros el civil, para alguien más el procesal civil.
Pregunté entonces qué utilidad le veían a nuestra materia como parte del plan de estudios y en última instancia como parte de la enseñanza del derecho.
Y es que para más de uno pudiera parecer una materia de “relleno”.
Al final les dije que la oratoria forense podría no ser la materia más importante de la licenciatura, pero que indudablemente podría convertirse en la materia más importante para sus vidas.
Les dije que íbamos a aprender oratoria, porque quien la aprende bien puede dominar cualquiera de sus tipos, clases o géneros, incluida la forense.
Y es que las palabras tienen poder. Y quien sabe utilizarlas poniéndolas al servicio de elevados fines se convierte en un líder que señala caminos.
Tal es el poder de las palabras que cuando en Roma se instauró el imperio, una de las primeras medidas fue la proscripción de la oratoria y la expulsión de todos los oradores.
La mayor amenaza para el imperio eran los maestros de la palabra.
Hoy que todas las ramas del derecho tienden a la oralidad, empezando claramente con el ya no tan nuevo sistema penal adversarial, es imprescindible para todo abogado aprender a hablar en público.
Y no se trata sólo de aprender técnicas y habilidades para perder el miedo, dominar los nervios o estructurar discursos escritos.
La oratoria va indisolublemente ligada a la ética y al estudio constante y permanente.
Requiere agilidad mental, memoria, argumentación, coherencia, elocuencia, voz, ademán, gesticulación, dominio del público y criterio propio.
El orador o la oradora tienen la finalidad de convencer, aunque en el camino pueden instruir.
En cualquier ámbito de desarrollo profesional el abogado necesita saber hablar en público.
Ya si es litigante, docente, juzgador, académico, funcionario público, diputado, fiscal, líder social o miembro de una ONG.
El Derecho es preponderantemente argumentación e interpretación y nuestra realidad se construye a partir del lenguaje.
En la República Romana Justiniano fue el primer maestro de oratoria pagado por el Estado.
Hoy mis alumnos y yo seguimos aprendiendo con sus “Institutas”y con mucha práctica.
Cómo siempre los he dicho: a hablar se aprende hablando.
La oratoria forense es una de las grandes áreas de oportunidad para la formación integral del abogado como agente transformador y como educador cívico.
México está urgido desde hace muchos años de oradora y oradores cabales, ciudadanos de bien.
*Magistrado Presidente de la Sala Constitucional y Cuarta Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia.