La nación: Una oportunidad: Bersahin López

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04-bersahinResultaría inimaginable, revisar la historia y encontrar solamente preceptos, vestigios físicos, lugares sagrados, principios rectores de ideas o ideologías, límites territoriales, obras magnas, coronas de piedras preciosas o espinas, imperios, feudos, democracias, pero no encontrar seres humanos, aquellos que forman las naciones, le dan la espiritualidad que se eleva por encima del materialismo fugaz e imperfecto.

Coincido en pleno siglo XXI con Ernest Renan, cuando señala al “hombre” como el principal constructor de lo que hoy conocemos como naciones, con esa maravillosa capacidad de hacer vida en común, mas allá de su religión, su lengua, descendencia étnica, aspiración social, capacidad mental y todas aquellas manifestaciones o circunstancias, que separan a los individuos de otros individuos, sin razón muchas veces, donde triunfa el individualismo sobre la idea de colectividad.

¿Porque referirnos al ser humano, tan imperfecto y contradictorio, por encima de ideas avanzadas de nación?, ¿por qué señalar al ser humano como el centro del mundo?, cuando ellos lo han puesto en riesgo, porque precisamente la divinidad o la malicia, provienen del alma de aquellos que todos los días desde la creación, buscan a través de familias, clanes, hordas, sociedades, naciones, no vivir en el aislamiento que sus propias limitaciones  le imponen.

¿Es tan importante hoy en día en un mundo mecanizado, globalizado, neo-liberalizado, el ser humano como esencia? ¿Es necesario invertir letras, pensamientos, ideas, en un “ente” que condiciona su felicidad ante cualquier esbozo de esfuerzo individual y colectivo? ; Por supuesto que es necesario, porque la eternidad del error no existe y se están dando las circunstancias para vislumbrar un cambio de actitud, retomar las riendas desde la esencia del ser humano ya no parece una opción, sino una necesidad irrenunciable, en favor de la construcción futura.

Comentar, analizar, escribir, discursear, simplemente imaginar sobre naciones nos puede llevar a un singular malentendido, porque en la idea de nación se hacen presentes, hombres, mujeres, lengua, geografía, fe, instituciones, leyes, todas aquellas que son necesarias, que son pieza clave para la formación integral, pero que no son la base, el punto de inicio, porque ese papel protagónico, a pesar de su distracción, no ha podido ser arrebatado al ser humano.

En plena época digital, con múltiples avances tecnológicos, con la desaparición casi total de la idea de familia tradicional como base de la sociedad, con una idea de colectividad marcada por intereses, más que por preceptos o valores, con el ser humano a punto de perder la brújula de lo que el mismo construyó, surge la necesidad de volver al origen, de reconfigurar la idea de vida en común, de enaltecer la grandeza de la nación como espacio de interacción cotidiana, con alto contenido de felicidad espiritual y  bienestar común.

La brecha entre el que crea y su creación no debe expandirse, tiene que mantenerse en crecimiento paralelo, solo así los satisfactores no serán momentáneos, solo de esta manera la evolución será integral y la espiritualidad vista como una oportunidad de purificación, hará seres humanos con naciones y vida colectiva en armonía.

México como nación y los mexicanos como seres humanos, debemos ir cerrando la brecha histórica, social, étnica, regionalista que nos separa y nos impide crecer, lo mismo en el norte que en el sur, en el centro u oriente, las múltiples complejidades de nuestro desarrollo histórico y lo difícil del momento nacional actual, nos obligan a fortalecernos en la esencia de nuestras batallas ganadas colectivamente, de nuestros ejemplos de unidad social frente a problemas o circunstancias adversas, nos une un balón asegura Juan Villoro, y nos separa una idea, nos enorgullece la idea de fiesta patria y no comprendemos que es unidad.

El país cambia todos los días, hay devaluación, crisis política, inseguridad social, pobreza extrema, fracaso deportivo,  el campesino del sur se siente aislado del productor del norte, el mexicano del centro admira la riqueza de su paisano de provincia, pero no la comparte ni lo engrandece, nos sentimos nacionalistas en un grito desgarrador de euforia, pero nos gana el individualismo cuando se trata de sacar ventaja sobre otro mexicano, se globalizó el mundo y nos dejamos de tomar de la mano.

“Es la hora de nuestra nación”, nos dicen cada que es necesario enardecer el “orgullo nacional”, pero se agudiza el alejamiento en cada contienda democrática, se eligen gobiernos con minorías, se dispersa el esfuerzo y se promueve el revanchismo, vivimos una época fatal, nos encontramos en el fondo de nuestro propio abismo, construido también con mucho esfuerzo y lo único que nos queda es mirar hacia arriba, buscar la luz, refundar esta nación, el mundo lo agradecerá, porque quiere ser recuperado por sus constructores originales, los que son más que materia, son esencia : los seres humanos.

@bersael