Mucha gente cree que todos los mexicanos sabemos leer y escribir, solo porque él o ella lo hace. Es algo parecido a los que tienen acceso a Internet: creen que todos tienen este servicio solo porque él lo tiene.
Desafortunadamente en México existen muchas personas que no saben leer ni escribir, y son muchos todavía, las que no cuentan con servicio de Internet, no solo en su casa, sino en su población.
A muchos de los que saben leer y escribir, de poco le sirve saber eso si no se interesan por una buena lectura. En estos días de pandemia prefieren malgastar horas y horas frente al televisor, que tener entre sus manos una buena obra literaria, o histórica, etcétera.
Algunos editores extranjeros y mexicanos aseguran que con la pandemia se lee menos porque la gente está más preocupada por todo lo que está pasando. La gente se encuentra desconcentrada, dicen, por las noticias espantosas que están sucediendo en todo el mundo.
Con esto, parece que la gente está más fuera de su casa que dentro de ella. Le preocupa más lo que sucede en las calles por eso se desentiende de la lectura.
Seguramente muchos creíamos que ahora sí, la gente tenía tiempo para leer, y por lo mismo, estaba devorando libros.
De acuerdo a los resultados actualizados a abril del 2020 por el Módulo sobre Lectura (MOLEC), quien genera información estadística sobre el comportamiento lector de la población mexicana, dice que cuatro de cada diez personas alfabetas de 18 y más años de edad, declararon haber leído al menos un libro en los últimos 12 meses. Y los principales motivos para no leer fueron: falta de tiempo y falta de interés.
Leer un libro al año es bajísimo, pobrísimo. Pero hay otros datos de acuerdo a la ONU, quien dice que en México se lee menos de 100 páginas por persona al año. Tal vez sí.
Conozco políticos y funcionarios públicos que su casa la tienen llena de libros, pero ninguno de ellos ha sido leído. Incluso, no le han quitado la envoltura de celofán. Hay otros que tienen muchos libros y mucha lana, pero flojos para leer, así que contratan a alguien para que les lea los libros y después se los platique, o les entregue un resumen del mismo en una tarjeta bibliográfica.
Se acuerdan cuando Vicente Fox, dijo que viendo la televisión la gente vive más contenta. Pues allí se quedó mucha gente.
López Obrador ha presumido varias veces en sus mañaneras, que ha escrito varios libros, cuando ninguno de ellos ha escrito él personalmente, tampoco los ha leído en su totalidad.
Entonces, cómo confiarse de un hombre que con sus palabras se desdice lo que ha escrito en los libros que solo llevan su nombre. Si no coincide lo que dice con sus libros no es una persona de fiar.
Es algo así como cuando llegas a un despacho de abogados o de contadores o de arquitectos, o de lo que sea, y en ese lugar no encuentras ningún libro relacionado con el tema que ahí se hace. Eso quiere decir que es un despacho a medias, donde no hay actualizaciones y, por lo mismo, no ofrecen garantía de nada. Pero eso sí, lo que nunca falta en la sala de espera, es la foto de generación, cuando eso no significa que estés preparado en el tema.
Nadie debe negarse a la posibilidad de disfrutar de la amistad que se puede tener con los libros. Las palabras que ofrecen los libros construyen mundos nuevos, por lo tanto, los invito a que lean, lean y lean, mucho más en esta pandemia.
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