El domingo 4 de este mes, se realizó una gran fiesta para muchos católicos de Huajuapan, en la explanada de la iglesia El Calvario. Ahí se llevó a cabo una mega confirmación de 200 niños. Quien ofició dicho acto fue el obispo de la diócesis Teodoro Pino Miranda.
Desde mucho antes de la hora citada, ya estaba la gente en el lugar para apartar los lugares a los familiares, padrinos y amigos. Los organizadores trataron de llevar al control pero conforme la gente llegaba, disponía a su antojo los lugares y todo se volvió un verdadero relajo.
Días antes de que se realizara el acto religioso, los padrinos tuvieron que demostrar a los encargados del evento ser católicos, y estar casados por la iglesia de esa religión. Los mismos requisitos eran para los papás del niño o niña que ese día recibiría la cachetadita por parte del sacerdote.
La participación del obispo inició con un regaño a todos los presentes al decirles que si eran 400 gargantas las que estaban ahí presentes, se tenía que escuchar el canto de la misma cantidad de voces, y no solo de dos o tres personas. Después de esas palabras se dejó escuchar un sonido como de abejitas rumorosas.
Me enteré que muchos de los papás y de los padrinos carecían de los requisitos exigidos. Además, la mayoría de ellos nunca asistieron a las pláticas, que es otro de los requerimientos, pero todo se solucionó con el pago de 350 monedas de a peso. Esta cantidad económica sirvió para constatar en la base de datos que se cumplía con todas y cada una de las obligaciones.
Así que en el mismo evento, cuando presentaban a los papás y a los padrinos se hacía la siguiente pregunta: ¿presentaron su documentación? Y alguien de los ayudantes del sacerdote respondía: Si los presentaron. Cuando en realidad nada de eso era cierto. Pocos han de haber cumplido con toda la documentación, no lo dudo, pero quien resolvió todo obstáculo fue doña lana. Ella se encargó de hacer el milagro del papeleo.
En muchos casos los papás ni los padrinos estaban casados ni por lo civil ni por la iglesia, sin embargo, fue aprobado ese paso que es otro de los requisitos para formar parte de la iglesia católica.
La misa duró como hora y media, pues cada uno de los niños tuvo que ser tocado por el obispo. Es más, Si algún padrino o algún papá quería tomarse una foto con el mandamás de la diócesis de Huajuapan, ésta debía ser capturada por el fotógrafo oficial del obispo para que después fuera comprada impresa.
La cosa es que a esa gran fiesta llegó mucha gente para presumir sus mejores ropas. Algunas personas pensaron que el obispo iba a decir en algún momento como el sacerdote de Juquila: “aquellos que vengan tatuados, con faldas cortas, con escotes llamativos, y los adúlteros, salgan de la iglesia sino no comienzo”. Así que muchos tuvieron que desocupar sus lugares y salir para que comenzara la misa. Eso fue allá en Juquila.
En Huajuapan no hubo nada de eso, así que sin nerviosismo alguno inició la ceremonia.
“Canten todos”, decía el obispo, porque es parte de la fe, pero esa fe estuvo más en la carne que en el espíritu. En la carne, porque todo se resolvió con 350 pesos.
Si multiplicamos esa cantidad por 200 niños, en hora y media se llevó la iglesia 70 mil pesos.
En una ocasión una amiga mía pidió una entrevista con el obispo, y una de las monjas que rodea a este señor le dijo que se cayera con 5 mil del águila, pues era la tarifa para sentarse un rato con el señor de la iglesia católica de Huajuapan.
Bueno, la lana es la lana. Negocios son negocios. La lana hace milagros. ¿O no?
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