Son veinte o más funcionarios del gabinete de Donald Trump los que han sido removidos de sus cargos. Cuando me entero de los cambios frecuentes que realiza este señor de funcionarios gubernamentales, pienso también en los gobiernos que padecen esta inestabilidad, como el de Oaxaca que no ve la suya con los funcionarios que no han respondido a la confianza en ellos depositada, o no convienen a los intereses del que ordena.
Como sea, eso solamente lo saben los gobernantes a cargo que son los que mueven las piezas en el solitario tablero del gabinete para hacer los cambios. Sin embargo, tantos y tan variados movimientos causan inquietud en la opinión publica, en los medios de la producción, del consumo, de la economía, en el turismo, en el comercio internacional, en las inversiones directas e indirectas y, por supuesto, en las finanzas públicas, toda vez que los Estados se guían con planes y programas de gobierno elaborados y desempeñados por personas altamente calificadas que han sido seleccionadas previa investigación de sus calificaciones, y en la experiencia en los cargos desempeñados, públicos o privados.
Los nombramientos de gobierno, por lo tanto, son delicados por lo que deben ser analizados a fondo, por lo que la mejor credencial que un aspirante a un cargo debe presentar es su conocimiento y experiencia de los asuntos a desempeñar.
Por esas razones y otros más, sorprenden, cuando ocurren, los cambios continuos en los gobiernos como el de Donald Trump. Han sido poco más de veinte los cambios en su gabinete. El último ocurrió el pasado martes cuando nos enteramos del cese de Rex Tillerson, hasta ese entonces secretario de Estado.
Sin clase, sin el mínimo de educación y caballerosidad, Trump le envío un tuit a Rex Tillerson quien se encontraba en Africa. El Secretario de Estado fue sacado de la cama para que regresase a Washington por ordenes presidenciales, y aparte se le recomendaba estar pendiente del twitter del Presidente. “Estas fuera”, le escribió Trump.
Se cree que hubo varios motivos para que el presidente tomara tan áspera decisión, entre ellos, el haber decidido cambiar la sede diplomática de Tel Aviv a Jerusalén, movimiento con el que Tillerson no estuvo de acuerdo.
Un cambio más, una raya más al tigre, ahora que están de moda, gracias a la amenaza del domador de Macuspana en el sentido de soltar el látigo si pierde la elección presidencial largamente buscada.
Una renuncia más, la de mayor nivel jerárquico que proyecta a un gobernante inestable como ninguno, al que no se le puede confiar ni creer porque no tiene palabra, solo un tuit con el que se desmarca de lo previamente acordado.
Así, no se puede llevar una relación bilateral ni multilateral sólida, concreta y seria; con garantía de presente y futuro pues los riesgos que se corren son altos para los gobernantes cuerdos que prefieren aguardar mejores tiempos que jugar en la mesa del croupier.
Otra ocurrencia del rey del tuit fue expresada en la reciente visita a la Mesa de Otay en San Diego: “El muro se pagará sólo, al protegernos de la inseguridad, de las drogas y de la migración ilegal”, dijo.
Y pensar que hace unos días le soltó al Presidente Peña Nieto: ¿Are you crazy? Cuando supuestamente Peña Nieto le pidió que dijera que México no pagaría el muro. ¿En que quedamos señor Trump ¿México, según usted, pagará el muro, o el muro se pagará sólo, como usted acaba de afirmar?
Esta claro que ante un inestable emocional es imposible mantener una política internacional equilibrada y menos pactar acuerdos de Estado, toda vez que lo que se ha visto y probado en un año de gobierno del Presidente Trump es un ejercicio del black tuit emocional que padece y que ejerce de forma grosera con individuos e instituciones internas y externas, lo cual lleva a frenar acuerdos entre los gobiernos y al desgaste por la incompetencia del gobernante en el cargo.
En consecuencia, estamos ante un panorama fuera de balance o de contrapeso, y frente a un abanico de factores de poder o grupos de presión al interior del régimen estadounidense, pero no frente a una presidencia que sepa manejar y dirigir el poder gubernamental.
Cada día la Casa Blanca es un chiste, ya no abriga el poder presidencial más fuerte del mundo porque su presidente se convirtió en una broma de la política americana al haber perdido el respeto y la admiración que varios de sus antecesores tuvieron ante el mundo.
Por eso, cuando todo esto pasa, en automático me acuerdo de Oaxaca mi tierra natal; de sus carencias y pobrezas y de los funcionarios que van y vienen a causa de su incompetencia que impide avanzar en el desarrollo integral por causas multifactoriales que causan desconfianza e inestabilidad política.
@luis_murat
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