Desde hace poco más de 15 años, el ganar la Presidencia Municipal de Oaxaca de Juárez resulta de gran importancia para los partidos políticos y para quienes aspiran a construir una carrera política sobresaliente en Oaxaca, pues indiscutiblemente se vuelve la caja de resonancia de lo que políticamente sucede en el estado, adicional a que ha sido la puerta de acceso a la tan cacareada alternancia política y hoy un poco más hacia la conocida transición a la democracia. Bastión del partido tricolor por décadas, merced a su programas sociales y a su control corporativista, se fue descuidando la cercanía con la gente, aunado a que las decisiones que se tomaban desde el poder afectaban a las clases populares que son las que mayoritariamente habitan en el territorio municipal, aunque al momento de las candidaturas sea la conocida como “vallistocracia” la que se imponga. Lo anterior llevó a un desencanto sobre los gobiernos del PRI quienes mucho tardaron en darse cuenta del malestar ciudadano hacia la falta de atención y de respuesta a sus demandas.
De ahí que cuando Pablo Arnaud llega a ocupar la Presidencia Municipal con unas siglas distintas al PRI, la gente haya salido a festejar con júbilo el que por vez primera un gobierno distinto al tricolor hubiera accedido al poder y con ello que las acciones de gobierno se ejecutaran en forma distinta. Aun cuando el gobierno de Arnaud Carreño es recordado por su austeridad, transparencia en el manejo de los recursos públicos y por el desarrollo en infraestructura en las agencias y colonias, también lo es por la serie de obstáculos que desde el gobierno estatal le fueron colocando a lo largo de su trienio; como aquéllos inolvidables cierres del tiradero de basura o el retraso en el pago de las ministraciones estatales, los que para efectos de operatividad se tornan indispensables en cualquier municipio. A pesar de ello el balance de la gestión del primer presidente surgido de la oposición es positivo en la memoria de los ciudadanos capitalinos.
No sucede lo mismo con la administración de Alberto Rodríguez González, el famoso “Güero Chepeté”, quien arribara a la primera Concejalía ganándole a uno de los políticos más sobresalientes del Revolucionario Institucional, como lo es Alfonso Gómez Sandoval, actualmente Secretario General de Gobierno en la administración de Gabino Cué. El contundente triunfo de Rodríguez González se cimentó en dos aspectos: su enorme popularidad adquirida a través de su programa de radio y en los buenos resultados heredados por la administración “pablista”. Fue su falta de oficio, lo que a la postre originó que fueran sus propios compañeros de partido quienes fraguaran lo que se recuerda como un “cabildazo” lo que vino a descomponer la imagen favorable que las administraciones panistas habían tenido en los últimos años, lo que fue aprovechado por el gobernador en turno para pretender recuperar la capital, aunque para ello le tuviera que cerrarle el paso a quien ante la vista de todos los ciudadanos era el mejor posicionado: Gabino Cué.
En esos años las coaliciones entre institutos políticos no estaban consideradas en la ley electoral, lo que obligaba a los partidos a construir coaliciones de facto, lo que era una incipiente y endeble forma de enfrentar unidos a lo que en ese entonces se conocía como “maquinaria electoral del estado” que operaba lógicamente a favor de los candidatos “oficiales”. Fue entonces la unidad en torno a un candidato sólido y con un proyecto claro lo que motivó a los ciudadanos de la capital a simpatizar con la oferta política que Cué Monteagudo presentaba, por lo que el recién creado partido “Convergencia” que en ese entonces tenía como dirigentes a don Jesús Martínez Álvarez y a Alberto Esteva, quienes consiguieron el registro para llevar en forma por demás abrumadora a Gabino Cué a la Presidencia Municipal. En ese momento Convergencia como instituto político comenzó a posicionarse rápidamente en el interés del ciudadano lo que le permitió un crecimiento importante en la capital del estado.
Sin embargo la competencia y la falta de acuerdos entre los principales partidos de oposición: PAN, PRD y Convergencia influyeron en el regreso del PRI a la presidencia municipal, pues tanto en la candidatura de Alberto Esteva como en la de Humberto López Lena no se alcanzaron acuerdos para conformar una coalición de facto como las anteriores. Se dividió el voto permitiendo con ello el regreso del PRI, quien lejos de renovar su forma de gobernar repitió el estilo que tanto irrita a los capitalinos, aunado a la ausencia de gobierno municipal exhibida durante el conflicto del 2006. En el trienio de Hernández Fraguas se registraron dos presidencias interinas lo que aunado a la candidatura de Gabino Cué a la Gubernatura y a que el Congreso aprobó las coaliciones totales de partidos, permitió el triunfo claro de Luis Ugartechea Begué del PAN a quien Convergencia cedió el registro de la Capital como estrategia para que dicho instituto político aceptara la candidatura de Cué Monteagudo.
De ahí que considero importante no perder la objetividad de cómo es que la antes llamada “oposición” ha ganado la presidencia de la capital. Hoy cuando gobiernos coalicionistas están en el poder estatal y municipal, lo menos que esperamos los ciudadanos es que exista una coordinación entre ambos para alentar a los institutos políticos a elegir al mejor perfil que permita profundizar en el proyecto de transición democrática. Recordarles que con la división del voto el que gana es el PRI, al no ser que ese sea el propósito, pero entonces que acepten el costo político de tal acción. Negar que en la administración municipal se le dio prioridad a los cuadros identificados con el blanquiazul desaprovechando el contar con aliados de otros institutos políticos, puede tener su costo. Lo que no se puede permitir es que les gane la soberbia y en un afán de medición de fuerzas se esté alentando el retorno del régimen que tanto hicimos por combatir y que sin duda hoy debe estar frotándose las manos ante los desacuerdos que han trascendido.
Tiempo de recordar la importancia de la capital.
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