La tragedia y, en general, los momentos de crisis, ponen a prueba el temperamento de los pueblos y también la capacidad intelectual, así como la consistencia ética de sus actores políticos. Los desafíos pueden ser los mismos o semejantes, pero las respuestas diferentes, y por tanto, los resultados, divergentes, como ilustra el fisiólogo y científico social Jared Diamond en sus tres obras articuladas y comparativas Armas, gérmenes y acero, Colapso y Crisis.
Mientras en unos casos las naciones –o los colectivos en gestación– emergen fortalecidas, otras sufren daños severos y aun, tratándose de eventos catastróficos naturales o sociales no bien procesados, los resultados pueden ser fulminantes. Uno de los factores principales a ponderar es siempre la unidad o la división con que se encara un desafío.
Para citar sólo los casos geográficos más inmediatos, tanto el imperio azteca como el imperio inca sucumbieron por la tecnología europea, sus armas de fuego y acero; más los gérmenes que portaban los invasores, ellos –ya con relativa inmunidad, pero sobre todo y pese a la superioridad numérica– cayeron por la división de los pueblos mesoamericanos y la fractura de la clase gobernante inca.
Es en estos momentos de dificultad colectiva, por el Covid-19, cuando tendrían que estarse privilegiando las ideas, hacer el recuento y el análisis de lo que ha funcionado y lo que ha fracasado en las distintas etapas de la historia nacional y universal para extraer lecciones que sirvan al interés colectivo y al interés superior de los mexicanos y no ocurrencias de bote pronto que únicamente confirman los prejuicios de los intelectuales o, peor aún, sólo ratifican lo que es funcional al interés inmediato o la agenda de un actor o algunos actores políticos. Es imperativo reivindicar la majestad del pensamiento, la razón sustentada en argumentos y aun la imaginación trascendente e innovadora que nos arroje luz en el camino.
Ideas para encarar con eficacia el desafío de esta pandemia, con los menores costos humanos posibles. El Covid-19 no es un parteaguas para calibrar humores políticos y lucrar con el dolor de la tragedia. No es momento para redefinir los términos de nuestro federalismo fiscal. Es un llamado para sumar fuerzas y presentar un solo bloque ante la contingencia. Es tiempo de unidad y solidaridad nacional. Es un tema de sobrevivencia y humanidad aquí y ahora, no una coyuntura para revisar la carga del caballo a la mitad del río. Por encima de cualquier agenda política, ideológica o facciosa, es preciso priorizar la salud de los mexicanos.
La calidad de la respuesta de los mexicanos es fundamental, jefe del Ejecutivo federal, gobernadores, empresarios, sociedad civil y grupos organizados. Está a prueba la capacidad del Estado mexicano en su conjunto para enfrentar el mayor desafío que ha tenido el país, así como la humanidad en la historia moderna, por sus implicaciones sanitarias, económicas y sociales. La unidad nacional y la sinergia administrativa, un solo equipo llamado México, no es una opción, es una premisa indispensable para salir adelante.
En los últimos meses hemos visto cómo ha reaccionado el mundo ante la pandemia: hospitales ex profeso construidos a toda velocidad en China; monitoreos meticulosos de la red de contagios en Corea del Sur; doctores italianos enfrentados al dilema de qué pacientes priorizar; el gobierno de España ordenando a la medicina privada poner a disposición de la emergencia su infraestructura; Japón declarando estado de emergencia en todo el país. Sin duda, la reacción de cada país ha sido crucial para el acotamiento o para el crecimiento de la pandemia.
Distintas fórmulas de operación administrativa, pero la lucha por las parcelas de poder, la distribución de los recursos fiscales entre los estados, provincias o prefecturas, no ha estado en ningún caso en la mesa de los debates. Habría sido condenado de inmediato. Han acatado puntualmente uno de los principales lineamientos del órgano rector de la salud, la Organización Mundial de la Salud (OMS): hay que poner en cuarentena la politización del Covid-19 y trabajar por encima de visiones políticas, religiosas o raciales.
Las autoridades sanitarias mexicanas y latinoamericanas tendrán que hacerle frente al nuevo coronavirus en condiciones mucho más difíciles que sus similares europeos y asiáticos, por sus condiciones socioeconómicas y su infraestructura sanitaria deficiente. Sin embargo, la unidad nacional tiene que ser la palanca que empuje al país hacia delante, primero para preservar la salud de los mexicanos, y luego para empujar fuerte hacia la reanimación de la economía.
Los mercados cambiario, bursátil y energético nacionales, en efecto, han sido muy golpeados por los temores sobre el impacto económico que tendrá la pandemia. A la cruzada por la salud ahora, tiene que acompañarla una cruzada por la recuperación económica y social, poniendo a los marginados por delante. En ambos casos, el ingrediente de la unidad nacional es fundamental.
En esta lucha es preciso priorizar, dejar de lado lo accesorio, las agendas particulares, para concentrarnos en lo importante: la vida de los mexicanos es primero.
*Presidente de la Fundación Colosio