La historia de cómo un jornalero migrante se convirtió en neurocirujano

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De niño soñaba con ser un astronauta y tener superpoderes, pero pronto se dio cuenta de que lo más poderoso que tenía era algo a su alcance: el cerebro. Hoy es uno de los neurocirujanos más reconocidos en Estados Unidos y asegura que siente la misma motivación que cuando era un inmigrante jornalero en California pese a la sombra permanente de su origen humilde.

“Sentía una fe ciega, la misma que ahora siento con la búsqueda de la cura contra el cáncer cerebral. A veces, cuando miras al horizonte sólo ves la oscuridad, pero tienes que imaginarte que detrás se encuentra la luz”, dice Alfredo Quiñones-Hinojosa, director del Programa de Cirugía de Tumores Cerebrales del Hospital Johns Hopkins de Baltimore, Maryland.

Quiñones-Hinojosa (Mexicali, Baja California Norte, 2 de enero de 1968) asegura que cuando llegó a EU desconocía cómo iba a resultar todo. “Lo único que sabía es que mi mayor capacidad es la de trabajar y estudiar arduamente”, dice sobre lo que considera la clave para lidiar con la carga de su pasado como mexicano de clase baja. La crisis económica que afectó a la gasolinera de su padre lo impulsó para saltar la valla fronteriza un día ante de cumplir 19 años. Su primer destino fue recoger tomates y otras labores del campo en Valle San Joaquín, California.

“Yo no pensaba en quedarme a vivir en Estados Unidos, sólo pensaba en ganar mucho dinero y regresar a México. Pero cobrando tres dólares la hora, era imposible guardar el dinero necesario para regresar triunfante a tu país”, recuerda el especialista en cáncer cerebral, premiado por su labor investigadora y nombrado como uno de los 100 hispanos más influyentes.

Durante la etapa campesina, su banda sonora era Born in the USA, la tierra en la que no había nacido, pero que le estaba dando una oportunidad. “Me llevó muchos años darme cuenta de que el sueño no es un sueño americano, sino un sueño universal, el cual lo empecé a llevar a cabo en el lugar donde se me presentaron oportunidades”.

“Fue una prueba mental, la necesidad de enfrentar mi miedo a la incomodidad, mi temor a que las horas transcurrieran muy lentamente, mi resistencia a la monotonía y al trabajo servil, mi inseguridad ante el hecho de que otros me hicieran menos sólo porque trabajaba en la tierra”, relata el médico en el libro Dr. Q: La historia de cómo un jornalero migrante se convirtió en neurocirujano (LID Conferenciantes, 2013), del que es coautor.

Su paciencia le permitió ascender rápidamente en todos sus trabajos. Con la misma intensidad, estudió inglés y se formó como profesor. Entonces empezó a entender de injusticias y de cómo las plazas muchas veces se asignaban más por contactos que por los méritos. Pero él seguía recordando las frases que le decía su padre: “Cada uno es arquitecto de su destino. Si quieres ser como yo, no estudies”.

La humildad como fortaleza

Siguió estudiando y acabó en los salones de la facultad de Medicina de la Universidad de Harvard. Allí no se identificaba con los latinos de clase alta que vacacionaban en Europa. Él trabajaba para mantenerse y las deudas de su formación las terminó de pagar este año. Se encontró con una barrera extra: el omplejo por sus orígenes humildes en México.

Una profesora le dijo una vez que era muy inteligente para ser mexicano, una frase que le supuso un impacto emocional. “Me gradué en Harvard con ese complejo de inferioridad. Pero cuando pronuncié el discurso de mi generación, me empecé a dar cuenta de que lo que yo pensaba que era una debilidad era uno de mis mejores atributos. Lo empecé a utilizar a mi favor y así empecé a crecer en Estados Unidos”.

El Dr. Q lamenta el “constante mensaje negativo” al que se expone la comunidad hispana en EU. “Un comentario así en una persona sin esa fortaleza, resulta un mensaje devastador”, subraya.

Él confiesa que todavía no lo ha superado. “A pesar de estar en lo máximo de la educación y de la medicina, sigo teniendo esos complejos. Tienes que admitir que tienes un problema y tratar de lidiar con ello y salir adelante a través de la educación. Jamás lo supera uno. Va a llevar generaciones”, sostiene.

“Este país me abrió los brazos, pero a los mexicanos es al único grupo al que han mandado de regreso a su país ante una situación económica negativa. Los hispanos se preguntan por qué no los quieren. Y yo les digo que la única solución es educarnos”, asegura.

Mentor de los humildes

El médico explica que escribió el libro después de recibir cartas de todo el mundo, en su mayoría de jóvenes, en búsqueda de un modelo a seguir. “Intento ser mentor de esos jóvenes, y mandar el mensaje de que una persona tan humilde puede conquistar el mundo”.

Su compromiso es mayor con la comunidad mexicana, con su “gente”, la que vive entre las “barreras” que se han creado entre Estados Unidos y México. “Tenemos que forjar puentes y no barreras, como aquel joven que cruzó la frontera desde Mexicali”, dice en alusión a su propia historia. “Me estoy dando cuenta de que México no puede salir adelante sin EU y viceversa”.

El médico plantea que México invierta más en los jóvenes que estudian en EU: “Que invierta para que regresen y desarrollen ese talento”, insiste.  

Desde las misiones en México o desde el hospital en Baltimore, Quiñones-Hinojosa se nombra “mentor” de esos jóvenes para perseguir el mismo sueño de cuando el mentor era su abuelo: “luchar para que la gente humilde tenga una vida mejor”.

Dr. Q: La historia de cómo un jornalero migrante se convirtió en neurocirujano, de Alfredo Quiñones-Hinojosa y Mim Eichler Rivas, fue publicado en julio de 2013 por LID Conferenciantes. Pueden conocer más sobre el autor en su perfil de Facebook y a través de su página web.

CNN