En un segundo, cuando todavía (dicen las crónicas) no se apagaban los gritos de gol en el estadio, México resolvió sus crisis, todas, las acumuladas y las nuevas, las que se ven en el futuro. Después de ese gol contra Alemania, México fue otro, aunque siga siendo el mismo.
No importa que a los mexicanos les esperen otros seis años de 2.2% de PIB (contra el 6% que requiere como mínimo), que el dólar se haya devaluado 61% en el sexenio (o más: de 12.50 pesos en 1954 a 21 mil después del partido contra Alemania), que el Tratado de Comercio Libre se vaya a cancelar y deje a México sin capacidad de exportación, que el 55% de la actividad económica sea informal o fuera de la ley, que vayan casi 110 mil muertos violentos en el sexenio de Peña Nieto y que el PRI y su candidato estén en tercer lugar con apenas 18% de votos en las encuestas.
Un solo gol de México en Rusia contra la selección campeona del mundo logró la recuperación del optimismo…, hasta la próxima derrota.
“Diosito, si gana México hasta votaría por el PRI”, fue el retablo en la realidad de nuestro descontento, nuestro desconcierto y nuestras melancolías. Sí, claro, vale la pena cambiar el voto si la selección se viste de orgullo y derrota a la selección de Alemania. Porque si lo logra, “¡para que queremos al PRI, si tenemos al TRI!” (palabra que resume el tricolor, los tres colores nacionales en el uniforme futbolístico, aunque también los tres colores del escudo del PRI desde que nació en 1929 como Partido Nacional Revolucionario).
“Va mi balón en prenda, voy por él”, dijo otra voz rememorando aquella batalla del primer presidente mexicano Guadalupe Victoria al lanzar su espada el campo enemigo y avisar que iría por ella como símbolo de la entrega sin condiciones ni retorno. O “gol o muerte, venceremos”, grito cubano ya no tan patriótico sin o futbolero.
El futbol hace revivir, por horas, el fervor patriótico que se había perdido desde que en julio del 2012 los mexicanos votaron en masa por el PRI para que regresara al poder presidencial, con la súplica de que el nuevo presidente y su partido por favor perdonara a los que votaron dos veces por el PAN, la derecha conservadora y religiosa; cuanta inconciencia puede haber en el resentimiento, así que en el 2012 fue la fiesta de la reconciliación, una fiesta más grande que la der Fox cuando derrotó al PRI y lo sacó de la casa presidencial de Los Pinos que el partido de los tres colores había habitado durante setenta y un años.
El domingo 17 de junio hubo un jubilo popular como no se había visto desde la expropiación petrolera de Lázaro Cárdenas en 1938, tantos años de desesperanza, de falta de expectativas, sin héroes nacionales. Hoy ya hay otros. Bueno, hasta en las redes sociales se exaltó y se agradeció a las veintiún señoritas dedicadas a los placeres terrenales que visitaron a los jugadores mexicanos la víspera para relajarlos, ya no son tachadas con epítetos denigrantes, sino que sus nombres han pasado a la nueva lista de heroínas, qué caray, algo les hicieron a los jugadores que salieron a dar su alma por la victoria, y eso que en México se convocó a una marcha en las calles para suplicarle a la esposa del jugador Héctor Herrera que por favor lo perdonara, porque el delantero tuvo que salir huyendo de la concentración para ir a pedirle perdón a su esposa, que no pasó nada, que fue una reunión social, que sólo hubo presentación, sí, por favor, señora Herrera, perdónelo porque si se siente castigado no dará lo que millones de mexicanos esperaban de él.
Ay, México de mis angustias, México de mis resentimientos, México de mis decepciones, no me desampares ni de noche ni de día, ampáranos Señor de unos alemanes grandotes que no saben lo que es jugar por el honor de 120 millones de mexicanos en México y 11 millones de mexicano en los Estados Unidos, todos con la playera verde del orgullo, dispuestos a lavarla con agua bendita si ganaban o a quemarla su perdían, aunque la derrota estaba ya descontada si somos países del tercer mundo, porque lo que gana es el orgullo, no la técnica, ni las copas anteriores, y México vive del orgullo, el último hilo que lo mantiene atado a la realidad, así que te prometo Virgencita de Guadalupe que votaré por el PRI si gana México, que votaré por el PAN, que votaré por López Obrador, por quien me digas pero que ganemos, que dejaré de beber, que abandonaré a mi novia para regresar con mi esposa, bueno, el colmo, no me avergüenzo –diría alguno– que con tal de que México gane ofrendaré mi respeto al presidente Peña Nieto, y miren que todos lo odian en redes sociales, pero todo por el ansia de la victoria, sí, cómo diablos no, ¡viva Peña Nieto!, pero sólo si México le gana a Alemania.
Y el milagro se hizo, México ganó, e hizo el milagro: el candidato priísta Meade y el candidato panista Anaya dijeron que como de que no, que ellos pueden remontar las encuestas en donde andan en 18% y 24% respectivamente y alcanzar ¡y superar a López Obrador con su 54%, porque si el TRI mexicano pudo vencer a Alemania que iba arriba en las encuestas, entonces López Obrador no es imbatible, y que ahí van, los candidatos Meade y Anaya con sus camisetas verdes de la selección, los dos muy infantiles, sonrientes, gritando Mé-xi-co, Mé-xi-co, sí se puede, sí se puede, sí se puede revertir las encuestas donde López Obrador va dos a uno, todo es cuestión de echarle toda la pasión.
Ay México, México, México de mis angustias, el país es un balón, redondo, brillante, no importa la crisis, total, ninguno de los candidatos nos va a sacar de esa crisis, por eso hay que conformarse con el futbol, con una victoria, no importa si Suecia o Corea del Sur le gana, o si cae en el cuarto partido o de nueva cuenta se queda en el umbral del quinto partido, ya lo dijo, como premonición Peña Nieto cuando abanderó a la selección: vayan con mi bendición y traigan la copa.
Se imaginan, regresar a México con la copa. Sólo, dijo una voz racional, que nos la robemos.