La victoria obtenida el pasado 4 de julio por Gabino Cué Monteagudo y la Coalición “Unidos por la Paz y el Progreso” (CUPP) ha generado una serie de expectativas entre la ciudadanía que fundamentalmente pasan por cambios sustanciales tanto en la forma, como en el fondo; pero que además no requieren de la espera de la toma de protesta constitucional para su implementación, para con ello enviar el mensaje que la transición política tan anhelada por la población, comienza a dar sus frutos de forma inmediata.
No omito señalar que así como mayoritariamente la sociedad confía en un cambio en la forma de hacer las cosas; también los hay quienes consideran que será más que imposible cambiar todo el andamiaje político y hasta las costumbres arraigadas a fuerza de tantas décadas de hacer exactamente lo mismo. Yo difiero de ésta última apreciación, aunque la respeto y más la aprecio; por que sin duda serán esas voces incrédulas las que estarán siguiendo y evaluando el desempeño del nuevo gobierno en turno.
Por lo pronto hay que reconocer que los partidos políticos y sus militantes y simpatizantes de la hoy oposición, dejaremos de serlo a partir del día 1 de diciembre, para convertirnos en los principales promotores de ese cambio por el que se votó abrumadoramente. Dejaremos de ser oposición sí; pero no podemos, no debemos dejar de pensar en aquéllos ideales, anhelos y demandas que como oposición siempre enarbolamos. Aquéllas prácticas o recursos obligados para hacernos escuchar y ser atendidos ante la indiferencia e insensibilidad oficial, ya no tendrá razón de ser, pues ahora se tendrá la facultad y la posibilidad de empujar para que las cosas se hagan desde adentro, pensando siempre en el bien común de la mayoría y ya no en proyectos personales o de grupo. Para decirlo más claro, la oposición estatal lo serán ahora el Revolucionario Institucional –por cierto hay que celebrar el que hayan adelantado que serán respetuosos y propositivos como tal—y el Verde Ecologista; y ya no los partidos que integramos la CUPP.
Pero además ese cambio que espera la sociedad, pasa por un gobierno alejado de colores partidistas, esa es otra de las razones por la que la ciudadanía votó por Gabino Cué, pues quiere una administración más cargada hacia la ciudadanía, tal y como lo es la propia personalidad del hoy Gobernador electo: sencilla, honesta, cercana a la gente, sensible, incluyente, respetuosa, plural y tolerante. El cambio pasa necesariamente por una nueva forma de hacer política. Ya no aquélla que por años les sirvió a los priístas y que se basó en la intriga, en la amenaza, en la confabulación, en el divisionismo, en el protagonismo y en querer encerrar al ejecutivo a través de una “burbuja” impenetrable. ¡El pueblo votó contra eso! Por eso la expectativa ciudadana pasa por el cambio de actitudes de quienes están y estarán cerca del Gobernador. No se trata de llegar al poder para hacer exactamente lo mismo que tanto agravió, irritó, molestó y perjudicó a los oaxaqueños. Afortunadamente hasta la forma en que se deben hacer las cosas comienzan a ser delineadas por Gabino Cué: puntualidad, amabilidad, humildad, atención, apertura y respuesta. Oaxaca quedó asqueada de tanta prepotencia, no más secretarios fantoches con tres o cuatro secretarias afuera de su oficina, cinco camionetas para el solito e igual número de choferes, ¡ya no!, no se puede olvidar que el pueblo se hartó de eso y de ahí la histórica votación del 4 de julio.
La expectativa de la gente está fundamentada en terminar con tantos y evidentes actos de corrupción. En transparentar las cuentas públicas. En la ejecución de obras de calidad y duraderas. En un gobierno austero y eficiente. En que se reactive la economía a través de generar inversión en todo el estado. Que el circulante monetario se impulse desde el propio gobierno a través de operar con proveedores estatales. Que el turismo regrese consecuencia de la seguridad y paz social del estado. Por buenas carreteras y calles transitables. Pero principalmente los oaxaqueños exigen que se gobierne con la ley en la mano; que los actos del gobernante se apeguen estrictamente a derecho y como consecuencia de ello se imparta y se procure justicia sin distinción de persona. En que se establezcan los puentes con el Magisterio, pensando siempre en elevar el nivel educativo estatal. Y por supuesto en que el poder ejecutivo regrese al lugar del que nunca debió de salir: al Palacio de Gobierno.
Muchos vemos a Gabino Cué como el representante de una nueva generación de políticos y en consecuencia se ve en él la oportunidad de demostrar que sí es posible confiar en los gobiernos opositores al PRI. En Oaxaca siguen puestos los ojos de observadores, analistas y periodistas nacionales y extranjeros, quienes ven en la transición política inaugurada en nuestro estado, la posibilidad de instaurar nuevas formas de quehacer público y de ejercicio del poder. Es por eso que cumplir con esas expectativas de cambio resultan indispensables para proyectar que sí es posible romper con el status quo que tanto daño le ha hecho a México y a nuestro estado. Lo sucedido en Oaxaca viene a reacomodar el escenario nacional previo a las elecciones Presidenciales del 2012, de ahí la relevancia de que las cosas se hagan bien desde el inicio. La victoria obtenida el pasado 4 de julio no es el final, sino apenas el principio de una serie de acciones que deberán ponerse en práctica desde ya. La ciudadanía está esperanzada en que un futuro mejor está próximo; pero el cambio también pasa por nosotros, por nuestras actitudes, por nuestra participación y por nuestro compromiso. Los oaxaqueños tenemos bien claro quién es la cabeza de este proyecto construido a través de perseverancia, disciplina, esfuerzo, tiempo y salud; pero también debemos entender que ahora nos toca a todos colaborar con él para que las cosas se den. Sin duda que el cambio de actitud de algunos será la primera gran señal de que el cambio ha llegado. No se trata de dejar la mano extendida para ver quien la quiere agarrar. Se trata de acciones concretas que abonen a esas expectativas de cambio a la voz de ya.