En cualquier pueblo siempre encontraremos una estatua o por lo menos una placa alusiva a algún personaje. Al final o al principio de las grandes avenidas, en la plaza más importante de la ciudad, a la orilla de la carretera, etcétera, siempre está acechando algún prócer, y ahí, o alrededor de ese lugar, se convierte en sitio de reunión.
Así, encontramos bustos, estatuas, hemiciclos, caudillos, estadistas, deportistas, fundadores de las instituciones y mártires de la estabilidad. Y la decoración de plazas y calles se complementa con los símbolos de lo habitual, por ejemplo: en nuestra capital del estado tenemos varias estatuas del indio de Guelatao. En Tlaxiaco, el busto al general Porfirio Díaz. En Juxtlahuaca el busto al Presidente Lázaro Cárdenas, en Huajuapan al héroe del lugar, a don Antonio de León, quien fue un guerrillero, un político, un estadista, motivo por el que esa ciudad lleva su nombre.
Como no hay pueblo sin estatua y no hay estatua sin sermón adjunto, pues, en Huajuapan de León, a la estatua del General Lázaro Cárdenas, se le cambió de sitio. Estuvo abandonada por casi 40 años en un lugar apartado donde casi nadie la veía y muy pocos sabían de su existía. Se trata de una escultura de bronce al General Lázaro Cárdenas. La obra mide 3.95 metros de altura y tiene un peso aproximado de 400 kilos.
Después de 10 horas de trabajo continuo, el bronce pudo ser movido para llevarlo de la colonia Fidepal, al boulevard “Tierra del Sol”, donde se conecta con el Boulevard “Canción Mixteca”.
Dentro del trazo urbano de Huajuapan, es el lugar más digno para el general. Esta escultura fue colocada viendo hacia el sur, hacia donde se encuentran los pueblos de Tonalá, Juxtlahuaca y la zona Triqui. Pueblos donde dejó plantado el general, parte de su corazón.
Lázaro Cárdenas, en mi concepto, fue uno de los mexicanos más grandes que ha dado la historia de México, a él se le han levantado estatuas a lo largo y a lo ancho del suelo nacional. Creo que no hay sitio donde no esté por lo menos un busto de él o una calle. Sin embargo, desde que él terminó su mandato, las estatuas fueron supliendo su pensamiento y su obra. Tal vez, los funcionarios al colocar tantas de ellas, se sintieron menos comprometidos con seguir su pensamiento político y su patriotismo.
Hasta hace algunos años, los mixtecos le agregaban a la Mixteca el apellido “de Cárdenas”. Con el tiempo ese título se fue difuminando. Parece que con esa omisión, se ha ido destruyendo lo que a él tanto le costó edificar.
Ojalá que con el movimiento de un punto a otro del general, los mixtecos comiencen otra vez a recordar los sueños que él tuvo en vida para la Mixteca. Eso significaría que de veras se quiere honrar la inmensa figura del hombre de Jiquilpan.
Hubo una época en que todo lo que sonaba a Cárdenas era desechado, sin embargo, Lázaro Cárdenas está vigente para todos los que queremos un país a la medida del general. Él nos dejó una vaca que nos alimentó desde 1938. Desgraciadamente, quien la ordeñó fue la burocracia mexicana. Aún así, nadie hizo el intento de combatir la corrupción en Pemex. A manera de disculpa, se comenzó a decir que la corrupción en este país es un mal necesario y natural.
Tal vez, el único hombre que quiso dar honra a Cárdenas, desde Pemex, fue Jorge Díaz Serrano, quien en menos de 3 años, puso a México en el 4º lugar dentro de los países productores de petróleo. Cuando él llegó a petróleos mexicanos, lo encontró en el lugar 16º. Lo curioso del asunto, es que dentro de México, nunca supimos que a él le decían en otros países “el padre del petróleo mexicano”.
En la época de Vicente Fox, éste permitió que su mujer, Marta Sahagún, contratara como abogado de la paraestatal a un jovencito de 25 años, el panista César Nava, para que sus propios hijos, los Bribiesca, pudieran saquear a Pemex.
El general fue un auténtico estadista con visión de futuro. La expropiación del 18 de marzo de 1938 fue su gran legado al pueblo de México,
Ojalá que los mixtecos, todos los días al pasar frente a la estatua de Lázaro Cárdenas, recuerden que los hechos de este hombre por la mixteca, les gritan más que los tributos efímeros de la estatua y los discursos.
La estatua del General Cárdenas: Horacio Corro Espinosa
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