Si bien dicen que la amistad y la lealtad se ponen a prueba en la enfermedad y en la cárcel, el vacío de información en torno a la tercera infección de COVID-19 del presidente López Obrador presentó escenarios prospectivos de los tiempos que vienen y uno de ellos fue significativo: el proyecto lopezobradorista depende de la conducción y estilos personales del presidente y los hilos centrales del plan transexenal no encuentran viabilidad continuista en las tres corcholatas oficiales y un colado.
Un punto central se localiza en la función estratégica de la conferencia mañanera; no se ha tratado solo de pararse un par de horas ante comunicadores desiguales, sino en usar la voz de autoridad del presidente para centralizar la estructura de toma de decisiones. Las personas encargadas de la Secretaría de Gobernación que han cubierto en tres ocasiones a López Obrador –Olga Sánchez Cordero y Adán Augusto López Hernández– no han podido imprimirle a la comparecencia diaria un sello de poder, aunque más bien porque la personalidad del presidente de la República es más dominante y no permite reproducción.
La estructura misma de la conferencia no se agota solo en tirar –en el modelo Scherezade– líneas de gobierno para su funcionamiento o para eludir conflictos y crisis, sino que logra construir una figura bonapartista de poder, es decir, centralización de la autoridad a través del ejercicio personal del discurso político y de la subordinación de los colaboradores. En el fondo –y en realidad, no tan en el fondo–, el sexenio lopezobradorista será exclusivamente de López Obrador, porque las corcholatas carecen de la capacidad de mimetización o xeroxización –copia Xerox–, inclusive por muchos esfuerzos que hagan para defender las líneas generales del proyecto gubernamental, sino porque la configuración de la construcción del poder de cada una de las corcholatas carece de las circunstancias que produjeron la figura de López Obrador.
En este sentido, y una vez que pase la crisis de la tercera infección de COVID-19, el escenario de sucesión presidencial cambiará primero para el propio presidente de la República porque ha tenido a la vista –y falta que lo hubiese entendido– un panorama de previsibles comportamientos presidenciales de cualquiera de las corcholatas; y en segundo lugar, en cada uno de los retiros presidenciales por enfermedad se ha podido precisar la dimensión de la continuidad viable del proyecto lopezobradorista, incluyendo aquellos temas vitales que el propio presidente saliente tendría en su ánimo para imponerlo en un escenario transexenal.
La propia competencia entre las corcholatas y la fragmentación de la gran coalición alrededor del presidente López Obrador han podido dejar claros los perfiles de cualquiera de los cuatro posibles sucesores –hasta ahora– en el escenario de la viabilidad/inviabilidad del proyecto presidencial, sobre todo porque la instauración del régimen lopezobradorista ha dependido del ejercicio político del liderazgo personal del presidente y su decisión de estirar un poquito más allá del máximo la liga de las tensiones legales, aunque sin caer en ninguna ruptura real del orden constitucional.
La brecha entre el carácter del presidente López Obrador y los perfiles de psicopoder de las corcholatas carece de estructuras partidistas de tipo corporativo o de grupos sociales consolidados, lo cual aparece como otro elemento para fijar los márgenes limitantes de la posibilidad de reproducir íntegramente el proyecto lopezobradorista el próximo sexenio, aunque cada uno de los 3 + 1 candidatos oficiales haga el esfuerzo de comprometerse a mantener el rumbo y el ritmo y aunque algunos de ellos, como no queriendo, comiencen a hablar de circunstancias atenuantes para distensionar algunas de las líneas generales del proyecto de nación el presidente López Obrador.
Las circunstancias que construyeron la viabilidad de la victoria electoral de López Obrador en junio de 2018 no son, por razones lógicas del desarrollo de las contradicciones sociales y políticas, las que puedan existir a principios de 2023 en que se tome la decisión de designar al candidato oficial de Morena para el sexenio 2024-2030. Las leyes dialécticas de la lógica política mexicana han impedido en el ciclo revolucionario-posrevolucionario una continuidad calcada o un maximato real, habida cuenta que Plutarco Elías Calles pudo mangonear a Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo Rodríguez porque eran sus empleados y las circunstancias de su ascenso estaban controlados desde la casa del expresidente, y Cárdenas exilió al jefe máximo.
Los tropiezos de salud del presidente han dado muchas claves sucesorias.
Política para dummies: La política enseña que el poder absoluto es personal.
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