La verdadera lucha por la candidatura de Morena a la presidencia de la República acaba de comenzar; a lo largo de casi seis años, de finales de 2017 a junio de 2023, apenas se perfilaron algunos indicios de los factores que determinarán la lealtad del candidato entrante con la jefatura política del presidente saliente.
La disputa real de la candidatura estará entre el proyecto continuista de la 4T de Claudia Sheinbaum Pardo vis a vis el proyecto personal de Marcelo Ebrard Casaubón, con la figura de Adán Augusto López Hernández como la carta presidencial ecualizadora.
El tema sensible con Ebrard radica en su distanciamiento de la 4T, porque en términos políticos e ideológicos nunca ha tenido un involucramiento directo con el proyecto presidencial y se ha dedicado a dejar sentado que es más bien compañero y amigo y no pieza de un proyecto transexenal. Ebrard se metió al PRI de Salinas, no pudo concretar el Partido de Centro Democrático, fue legislador del Verde, se afilió a regañadientes al PRD de López Obrador y permanece en Morena por inevitabilidad política.
Sheinbaum, en cambio, ha formado parte del diseño y desarrollo del proyecto político de López Obrador, sobre todo porque no pasó por el PRI, aunque no ha tenido involucramiento de fondo en Morena y pertenece al primer círculo de poder lopezobradorista. La falta de activismo partidista de la jefa de gobierno capitalino provocó la pérdida de la mitad de Ciudad de México ante la avalancha de la coalición PRIANREDE en las elecciones de alcaldías capitalinas del 2021.
Adán Augusto viene de una relación de su familia con el presidente López Obrador, en la que nada importa de su militancia institucional en el PRI, en el PRD y en Morena, sobre todo con algo que en política tiene mucho valor: el sentido de protección de la familia López Hernández a López Obrador en situaciones extraordinarias. En este sentido, el secretario de Gobernación no necesita dar a conocer sus lealtades “con Andrés”, como gusta llamarlo Ebrard y cómo al presidente no le satisface que le digan la mitad de su nombre compuesto.
Monreal ha hecho hasta lo imposible para ser tomado en cuenta, pero nunca ha estado en realidad en el ánimo del presidente López Obrador para ganar la candidatura. El modelo oficial es de tres precandidatos más 1, dejando claro que ese +1 no le alcanza al exlíder senatorial para ser considerado como un continuador de la 4T, y peor aun cuando se tienen evidencias públicas de que llegó a votar en contra de iniciativas presidenciales que eran clave para el proyecto lopezobradorista.
La tendencia de las encuestas previas al inicio del proceso sucesorio –con todas las irregularidades que se le quieran poner– ha destacado el posicionamiento de salida: Sheinbaum adelante de Ebrard y López Hernández en un estratégico tercer sitio. Y con las condiciones reglamentarias del instructivo del procedimiento de selección del candidato de Morena, no habrá muchas oportunidades para un deslindamiento de posiciones, y desde ahora se comienza a ver a Ebrard tratando de imponer su proyecto personal como factor del establecimiento de simpatías entre la base morenista que hasta ahora sigue siendo lopezobradorista hasta la ignominia.
Sheinbaum y López Hernández están haciendo una campaña para la militancia morenista, en tanto que Ebrard está buscando el apoyo de la sociedad no-lopezobradorista y presentándose casi como el candidato alternativo al proyecto AMLO-Morena-4T, adelantando, por así decirlo, la elección constitucional de junio de 2024 y no asumiendo que está buscando el apoyo de las bases lopezobradoristas.
Política para dummies: La política se mueve en una sala de espejos.
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