El próximo domingo se actualiza el ritual sexenal. Mujeres y hombres mayores de 18 años y con credencial plastificada en mano, participarán en democracia y patentizarán el carácter también representativo de nuestra república.
La jornada electoral debía traducir en votos muchas cosas. La realidad, sin embargo, se impone y la aún incipiente cultura política del mexicano promedio hace de su voto una simple manifestación de simpatía o antipatía. Las plataformas electorales de partidos y coaliciones no importan, porque se archivan en el IFE; y las propuestas de campaña no han dejado de ser meras ocurrencias. Aunque no tengan que ver con lo sustantivo de la elección, es lo único que da parámetros a la gente, además de los historiales y apariencia personal de los candidatos.
La presidencial es una guerra de figuras, de personalidades. Los proyectos de partido son adyacentes, no dan luz a los votantes. Si un referente tuvo esta campaña fue el candidato del PRI; el discurso político caminó en torno a Peña Nieto: a favor o en contra. De ahí que las campañas de sus opositores hayan tenido en su segunda mitad un sello de negatividad, de negritud.
Peña era el favorito antes de iniciar las campañas, lo era incluso antes de iniciar el proceso electoral 2012. Por las razones que ya todos conocemos era el adversario común. No se trataba de sumar puntos para la causa de Andrés Manuel o Josefina. Ello sería resultante natural del menoscabo porcentual de mexiquense. La historia de casi siempre: construir el triunfo sobre la ruina de otro.
En una semana sabremos qué tan exitosa resultó la estrategia frente al fenómeno Peña Nieto. Partiendo de certezas, se antoja difícil verle en segundo lugar. 12 puntos porcentuales en la más adversa de las encuestas la semana anterior a la votación sugieren que las preocupaciones del mexiquense deberán estar a este momento en cómo reconciliar la parte de México que nuevamente se dividió, se polarizó. Comenzará a hablar cada vez menos como candidato y cada vez más como próximo presidente.
¿Cuál habrá de ser su suerte entre los votantes oaxaqueños? Necio sería cerrar los ojos ante la simpatía Obradorista en tierra de Juárez, a la vorágine del priísmo local que sigue lastimosamente dividido y en medio del cobro y pago de afrentas y facturas; y ante el trabajo político del gobernador a favor de sus candidatos.
Peña Nieto y su campaña, sin embargo, se mueven en Oaxaca con una estrategia en varias direcciones que le aporta una importante divisa: cualquiera que sea el resultado, obtendrá sin duda, un mayor número de votos que los candidatos a diputados y senadores que compiten por el PRI. Al mexiquense le interesa el mejor resultado posible en Oaxaca y por ello mientras algunas expresiones del priísmo trabajan para candidatos al senado y algunas otras para candidatos a diputados federales, todas lo hacen para EPN. El voto diferenciado para el PRI, será en Oaxaca, más sensible que para la derecha y la izquierda. La fortaleza electoral de Peña está en su propio estado y en los del norte, pero, sin duda en los del sur y sureste recuperará con sólo su nombre mucho de lo que se perdió en su momento con Roberto Madrazo.
El jueves pasado hizo su última visita a Oaxaca como candidato y prometió regresar como presidente. La promesa está de más, si conforme a todos los pronósticos gana la elección, tiene que regresar. Lo interesante será ver si como presidente priísta seguirá en la conveniente displiscencia respecto de la situación del PRI en Oaxaca. Seguramente que no y lo que habrá de pasar con la estructura el PRI en nuestro estado depende en mucho de las resultantes del próximo domingo. Pasando el huracán del 1 de julio, Oaxaca vivirá casi en lo inmediato la elección de nuevo presidente del PRI. Al tiempo…
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