De un largo tiempo a esta parte, a la información cultural la hacen a un lado, como si tuviera roña, o mal del pinto; como si lo que contiene no fuera esencial para el voraz lector-público del día a día: “La cultura, al final y en la cocina”, se dice.
Hoy, en días de praxis noticiosa, es como si fuera la invitada de piedra en los medios de información. Lo trascendente puede esperar, porque para eso es ‘trascendente’. Y no es sólo un asunto mexicano.
El argumento de muchas empresas de medios es el de que “la cultura no es redituable” esto en términos de publicidad, de comercialización de espacios o tiempos, de impacto o influencia. La cultura es “otra cosa”. Es como la cereza del pastel, pero que no está en el pastel.
El concepto de cultura tiene distintas categorías. Una de ellas es la cultura como esencia de un cuerpo nacional; aquello que identifica a ese país-nación-Estado en su gente y en su historia.
Aquella que los distingue y que les da trascendencia, por sus expresiones vitales; aquello construido en base a su luchas y avatares; victorias, fracasos,tragedias, creencias, solidaridades y formas de ser emblemáticas del ser nacional y patriótico. Es la ‘seña de identidad’ de una Nación.
Cultura,en este caso, es la expresión hecha bellas artes. La manifestación excelsa del ser humano a través de la innovación provocadora y sublime. Es la substancia creativa del artista para entenderse en la vida como ser humano, y ser portador de la buena nueva: la de mundos distintos, opcionales, profundos y coloridos; con imaginación y en base a sus esencias humanas: “La imaginación, la loca de la casa” escribió Alejandro Dumas.
El periodismo mexicano desde sus orígenes se nutrió de la cultura-arte. Ya desde sus primeros atisbos hacían gala de lo que se producía en el ambiente cultural del momento: “El diario de México” de Carlos María de Bustamante lo hacía; “El pensador mexicano” de Lizardi expresaba la creación literaria, incluyendo la del autor de “El periquillo sarniento” (1816). Y así, en general, en los periódicos de la época.
Dado el éxito de esta propuesta, se crearon revistas para la novedad artística, sobre todo la creación literaria y,en esto,un género que en México es un emblema de periodismo y creación: la crónica.
Por ejemplo, en 1869 Ignacio Manuel Altamirano fundó “El Renacimiento”, en donde se establece que ya hay una literatura nacional, lejos ya de su sentido colonial; se reconoce en sus problemas y en sus retratos del momento. Ahí, junto con Altamirano escribieron Guillermo Prieto, Manuel Payno y Vicente Riva Palacio, y más de ese calibre. Duró un año y su herencia fue vital porque:
Surgió la “Revista Azul” (1894-1896), de Manuel Gutiérrez Nájera y Carlos Díaz Dufoo, que impulsó a gran parte de autores del modernismo latinoamericano.
Es la primera que aporta el modelo actual de “Suplemento”, como espacio creativo a modo de separata en los periódicos, con su propio criterio editorial.
Luego La Revista Moderna (tres números) que surge para debatir, desde las letras, el sentido histórico y cultural de México. Así que, como se ve, esto de las secciones culturales en los diarios, o a modo de Suplemento, tiene una larga historia en México.
En el Siglo XX se mantuvo la idea de la cultura como parte importante del servicio informativo y cultural de los medios impresos. Casi toda la primera mitad del siglo XX los diarios tomaban muy en serio el tema de la cultura, la creación, las artes,como aporte de lo que ocurre más allá del hecho político o económico.
Las secciones culturales brillaban por su presencia. Había páginas enteras en las que se informaba y se debatía, se expresaba, se creaba, se hacía crítica, se mostraban las novedades del arte y a sus artistas. No sólo lo nacional, también lo internacional.
Había secciones culturales emblemáticas en “El Universal”. Ahí conocí a uno de sus editores: a don Paco Ignacio Taibo –el de a de veras, el bueno–, quien heredó los trastos, muy bien recibidos, por María Elena Matadamas que mantuvo calidad y excelencia.
En “El Financiero” vi a Víctor Roura, dirigiendo las páginas culturales del diario –de las más jugosas y emotivas–, junto con Marco Lara Klahr. En el mismo “El Universal” vi coordinando el suplemento “Confabulario” a Héctor de Mauleón: excepcional. En “El Financiero”estaba el gran maestro Humberto Musacchioen la edición de “Comala”. Leí El Sol en la cultura, de El Sol de México, en el que destacaban colaboraciones de Carlos Fuentes, Julio Cortázar…
Antes, en aquel UnomásUno veía a lo lejos a don Fernando Benítez dirigir el suplemento “Sábado”, en donde convivían autores y creadores consagrados conel descubrimiento: jóvenes que se acercaban y eran bien recibidos si la calidad de su material era del nivel de excelencia que exigía don Fernando.
Ahí se pudo leer, por ejemplo, el enorme ensayo de José Joaquín Blanco: “Ojos que da pánico soñar”, y muchísimos textos de historia, arquitectura, ciencia, cine, artes plásticas, teatro, y se veía a una sociedad viva y actuante… uhhhh… lo mejor de lo mejor.
[Sin duda, hablar de secciones y suplementos culturales en México-siglo XX, tiene que pasar por don Fernando Benítez, el mismo de “México en la cultura”, (1949-1961) de Novedades, para editar luego “La cultura en México” en la revista Siempre!]
Fueron grandes editores de secciones o suplementos culturales, Carlos Monsiváis, quien sustituyó a Fernando Benítez en “La cultura en México”; Emmanuel Carballo que lo mismo editaba con carácter fuerte, como innovaba en la crítica literaria al mismo tiempo lúcida como feroz; José Emilio Pacheco quien editó junto con don Fernando y quien en algún momento, junto con Eduardo Blanquell coordinó la publicación de un diario de época en la Secretaría de Educación Pública: “Tiempo de México”.
“…Corresponde a Fernando Benítez y Carlos Monsiváis haber desarrollado esa noción del periodismo cultural que no se limita a la esfera de las (bellas) artes, sino que extiende su interés a las manifestaciones de la cultura popular, a los temas contemporáneos, sociales y políticos, nacionales e internacionales, y a los dominios de la historia, la filosofía y la ciencia.
“Un modelo que diversificaron algunas de las publicaciones subsecuentes —Huberto Batis en “Sábado”, René Avilés Fabila en El Búho, Juan Villoro y Roger Bartra en La Jornada Semanal, Rafael Pérez Gay en El Nacional Dominical y Crónica Dominical, Héctor de Mauleón en la primera época de Confabulario.” [Roberto Diego Ortega].
Han sido editores de secciones culturales como de suplementos: José María Espinasa; Fernando Solana Olivares; Arturo Cantú; José María Pérez Gay; Rafael Pérez Gay; Miguel Barberena; José de la Colina, y muy por supuesto Huberto Batis… Tantos más, que reunían al mismo tiempo talento, como sensibilidad, conocimiento, inteligencia, ‘un poco de gracia y otra cosita…
Y volvemos a la historia de “la cultura, al final y en la cocina”. Y esto porque con excepciones identificables, las secciones culturales en medios de comunicación e informativos se han convertido en espacios de promoción de eventos, de estrellas, estrellitas y asteroides de la cultura.
Hoy mucho boletín, mucho promocional, muchos eventos (cuando los había y los habrá). Así lo pide el editor. Pocos relucen en sus páginas y espacios por la gloria inmensa del ‘aquí y ahora’ de lo mejor del pensamiento y la creación mexicana… ¿Será así siempre…? No. Su regreso hoy es más que necesario. En días de agobio ‘la cultura será nuestra salvación’ como dijera don Miguel Ángel Granados Chapa.
“Pero no, no y no… no te lo puedo creer…” Para nada. La cultura es intrínseca al ser humano, es su parte sublime, es la idea del ser humano puesta en razón, con los cinco sentidos, con el abrir y cerrar de ojos; es el minuto exacto del amor…
La cultura nos es propia. Lo es con las novedades en el frente, la nueva cultura urbana y la nueva cultura en cada entidad, la de los muchachos, en cada zona, en cada vida que se vive para ser esencia, polvo del camino, agua que sí has de beber, nosotros expuestos, en canal, dispuestos a la disección por lo que sustancialmente somos y seremos, ahí, en la mejor zona de todo medio de información: la de la cultura… por siempre y para siempre.
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