Luis Enrique Ortega Zárate (*)
Vivimos en un país altamente corrupto.
Según estudios realizados por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) que agrupa a 34 países, México ocupada en la escala de corrupción el lugar 35 del mundo y el primer lugar del también llamado “Club de los países ricos”.
En ese mismo sentido, de acuerdo con estudios del INEGI, el 75 por ciento de la población en el Estado de Oaxaca, ha experimentado en alguna ocasión los efectos de la corrupción.
Sin embargo, en ese mar de investigaciones, se observa una relación directamente proporcional entre pobreza y corrupción. Es decir, los países que han logrado disminuir esta práctica han logrado alcanzar niveles de bienestar mejores y sus ciudadanos logran tener servicios de mejor calidad y soluciones eficaces a sus problemas.
Es decir, la corrupción afecta y mucho, y participemos o no, somos parte de ella, donde las nuevas generaciones también marcan pauta, pero negativa.
Por ejemplo, hoy vemos jóvenes que no alcanzaron a entrar a alguna escuela pública de educación superior y tienen que pagar “a alguien” para poder tener acceso a seguir estudiando. Vemos obras en muy mal estado debido a que el constructor tuvo que dar su comisión a algún funcionario para que pudiera tener trabajo. Trámites que sin un “billete” no avanzan y, tantos ejemplos, que nos hacen pensar si realmente tenemos un problema o es normal vivir así.
Lo cierto es que tenemos un problema y el principal paso para poder solucionarlo es reconocerlo. Cuando estemos conscientes de ello y busquemos frenar los efectos de ella habremos dado un gran paso para poder progresar de otro modo podremos tener los gobiernos de diferentes partidos, diferentes personas en niveles de decisión, diferentes momentos en la vida de nuestro estado y pese a esos cambios, no avanzaremos.
Tristemente contamos con un crecimiento de la corrupción. Cuando terminó el sexenio de José Murat creíamos que lo habíamos visto todo. Tocó el turno al gobernador Ulises Ruíz y nos sorprendió con la opacidad y desfalco, que supero fácilmente a su antecesor. Y por fin, se dio un cambio en la estructura gubernamental pensando que finalmente habríamos logrado llegar a niveles de honestidad apropiados para nuestro Oaxaca, sin embargo, vemos con tristeza que se ha incrementado. A este paso, no nos sorprenda que la próxima administración supere a la actual y lo más triste de todo es que a nosotros como sociedad pareciera no preocuparnos, y aún más se nos hizo cotidiano el que se vean este tipo de situaciones. Y cuando esto pasa es porque hemos tocado fondo.
Vemos en los noticieros propuestas como la de un fiscal anticorrupción, endurecimiento de las penas contra la corrupción. Empero nada de ello pareciera funcionar, pareciera que mientras más se ataca la corrupción, más crece.
Lo cierto es que estamos transitando a una sociedad que poco a poco va perdiendo valores y el riesgo es que nos lleve a frenar el desarrollo. El efecto de la corrupción se ve en los gobiernos del partido que sea, sin embargo, la causa de estos males no se encuentra en el efecto.
La causa se encuentra en cada uno de nosotros y en la mala educación con la que contamos. Los niños replican lo que ven, crecen, y saben que la forma de avanzar es a través de estos mecanismos. La educación tendría que ser la herramienta que nos permita erradicar la corrupción y para ello necesitamos cambiar conciencias desde el hogar, desde las aulas, en todos lados.
Hoy es imposible imaginarnos siquiera como estado o país de primer mundo, sino logramos disminuir nuestros niveles de corrupción. Tenemos que generar un cambio generacional hacia una cultura de la legalidad, donde tengamos cada quien lo que merece con base en sus méritos y capacidades. Pareciera algo utópico, pero podemos vivir en un lugar mejor.
Nos toca como políticos, funcionarios o gobernantes construir esa parte para que no tener esos deshonrosos lugares en pobreza y corrupción y rescatar esa vergüenza como ciudadanos de poner el ejemplo al formar conciencia de los gobiernos que queremos. Tenemos todo para ello, sólo nos falta pensar diferente, ser diferentes y actuar diferente.
En ese tránsito ¿estaremos dispuestos a vivir diferente?
*Líder de productores agrícolas y diputado local por el Partido Acción Nacional (PAN)