Según algunos medios, organizaciones y ciudadanos, existe ya desencanto del gobierno que encabeza Gabino Cué Monteagudo.
Diversas son las críticas que se hacen al actual gobierno.
Lamentablemente los cambios hasta ahora son para algunos imperceptibles. No los notan.
A ello han contribuido quizás las altas expectativas que la ciudadanía en general tuvo respecto de la alternancia política. Otras críticas provienen de actores interesados, con fuerte presencia en los medios de comunicación que influyen sin duda alguna en la construcción de las percepciones sociales.
Habrá que preguntarnos ciertamente que esperaba y espera la población en general para ver algunas de las causas del supuesto desencanto.
Espera justicia, ver en prisión a algunos de los pillos que saquearon el erario público y comprometieron por décadas los ingresos del estado. Espera que los asesinos y violadores de los derechos humanos también paguen por sus fechorías.
Esto sin embargo no es algo que pueda darse en automático. Primero se requieren de pruebas irrefutables. Auditorías que en su momento puedan dar resultados. Recordemos que se les acusa de corruptos, no de tontos. Habrá que espulgar hasta en los rincones más sucios de los mañosos.
No resulta sencillo ni rápido andar el camino de la justicia. Los expedientes deben de integrarse debidamente, sin sombra de dudas, para que la justicia sea efectiva. De nada sirve agarrar un truhán para después pedirle disculpas por falta de pruebas.
El cambio deberá darse castigando no solo el peculado del pasado, sino también del presente, si se encuentran pruebas fehacientes. No debe haber cabida para la impunidad.
Los asesinatos son palabras mayores. Requieren de instituciones y procedimientos mejores y muy eficaces. La violación a los derechos humanos fue probada por la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
La gente espera que exista empleo para todos y todas, que mejoren los servicios de salud y educación. Apoyo a proyectos productivos, caminos, puentes, obras de infraestructura.
Lamentablemente el estado nuestro depende para muchos de estos proyectos y estrategias de la federación. El 97% de nuestro gasto público viene de recursos federales. Oaxaca genera apenas el 3% y parte de este se ha comprometido por treinta años, como ocurre con la tenencia de automóviles, que representa más del 30% de los ingresos propios del estado.
La capacidad de gestión del gobierno de Oaxaca ante la federación y organismos internacionales es fundamental para avanzar. A ello se dedicó Gabino Cue Monteagudo durante los últimos meses del año pasado. Los recursos están llegando paulatinamente y aun hay incertidumbre sobre los montos y la oportunidad de los mismos, así como los alineamientos con el gobierno federal y sus delegaciones en el estado. Recordemos que para el maíz y otros cultivos estos momentos previos a las lluvias son claves para allegarse todos los insumos productivos que se requieren para las siembras. Los recursos son ya urgentes.
Otras críticas se atribuyen a la permanencia de funcionarios que llaman “reciclados”, provienen del sexenio anterior y ocupan los mismos u otros cargos en el presente. No es tarea fácil el cambio de burocracias, el gobierno requiere de conocimientos técnicos. Muchos de los opositores de antes no habían tenido experiencia de gobierno y ha sido larga la curva de aprendizaje. Lo cierto es que deberá evaluarse el desempeño de los “reciclados”, como también por supuesto, de los nuevos funcionarios.
Los cambios han llegado pero aun son imperceptibles para muchos, podemos mencionar los siguientes: Gabino Cué despacha en el palacio de gobierno como lo ofreció; se realizan audiencias públicas en las regiones; los crímenes contra el presidente municipal de Amoltepec, el agente de Collantes y el de Heriberto Pazos, están siendo esclarecidos y tienen tras las rejas algunos autores materiales; se han concluido más de 500 obras públicas no terminadas del sexenio anterior; se han incorporado más de 100 mil personas nuevas al seguro popular; se han detenido más de diez bandas de secuestradores, otras tantas de ladrones de automóviles, del dinero de COMETRA, etc. etc.
La gente ha perdido el miedo que existía durante el régimen autoritario, se tiene una política de atención a medidas cautelares y respeto a derechos humanos, la prensa y la radio gozan de libertad para emitir opinión, los diputados y magistrados son ahora más independientes y dueños de sus decisiones.
La diferencia entre alternancia y transición democrática estriba en que, en la primera, se da simplemente un cambio de funcionarios del más alto nivel de gobierno, en la segunda, se inicia un proceso de transformación del régimen político.
En ese sentido se ha logrado una reforma constitucional, que es inédita en el país, incluye la revocación de mandato del gobernador; una nueva relación con el poder legislativo; el fortalecimiento del poder judicial y los órganos autónomos.
El contenido de la reforma es importante, pero puede ser letra muerta si los diputados, los magistrados, los órganos autónomos, la ciudadanía, no se apoderan de ellas.
El cambio no ha de venir de un plumazo, es resultado de un proceso colectivo, es obra de todos, del gobierno y de la ciudadanía. Por ello, en mi opinión, no debe haber cabida para el desencanto. No podemos desencantarnos de nosotros mismos.
El gobierno democrático, por supuesto, está obligado también a la autocrítica.