La clave sistémica del bastón del poder: control de Morena || Carlos Ramírez

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La reorganización del mando político del próximo gobierno tiene una clave: sin el control político del partido Morena, Claudia Sheinbaum Pardo tendrá el poder administrativo pero no el poder político.

 

Por ello, la designación del sustituto Mario Delgado en Morena definirá las líneas reales de gobierno político.

 

Todos los estudios académicos sobre la configuración de la estructura de poder del sistema político priísta todavía vigente como protocolos del poder han hecho hincapié en que la punta de la pirámide era el potestad inconmensurable, unitaria y autoritaria del presidente de la República, pero dejando muy en claro que el brazo político el presidencialismo era ja jefatura operativa del Ejecutivo sobre El PRI.

 

La clave del gabinete de la presidenta electa Claudia Sheinbaum Pardo se localiza en el origen político y de dependencia de quienes estarían bajo el control del Palacio (de Invierno) de Palenque. Aunque muchas veces en el pasado fue desdeñado, el presidente del PRI operaba como un ministro sin cartera y controlada a todas las áreas de poder que tenían que pasar por cargos de elección popular.

 

En este contexto, el destape adelantado de Luisa María Alcalde Luján, actual secretaria de Gobernación, como única aspirante a la presidencia del partido Morena debe leerse en clave estratégica: como el PRI en el pasado y como no pudo hacer el PAN en su docenato, el poder político durante el próximo sexenio no estará en Palacio Nacional ni en Bucareli, sino en las oficinas del partido que estará operando el aparato político-electoral de las políticas sociales con el encaminamiento de funcionarios y políticos hacia las principales posiciones electorales que estarán en disputa en el periodo 2025-2028, con miras al relevo presidencial adelantado de 2030.

A partir de la experiencia del sistema político priísta que sigue vigente, la presidencia de Morena estará dedicada sólo a definir perfiles de candidatos a cargos públicos, dejándole a la presidenta de la República el reparto deposiciones administrativas que tendrían que pasar por el filtro/embudo del partido Morena si algunos funcionarios quisieran saltar del área político-administrativa al espacio político-político de cargos públicos electorales.

 

La secretaria Alcalde había deslizado su interés por continuar en la Secretaría de Gobernación, en el entendido político de que su papel en el último año al frente de la gestión de asuntos político-presidenciales de muchas maneras la enlistaba en este modelo transexenal adelantado del presidente López Obrador para ser considerada como una de las primeras precandidatas a la presidencia en el 2030.

 

Por relaciones de dependencia y lealtad políticas, Alcalde ha sido una funcionaria forjada por el presidente López Obrador, le dio mucho juego político en las tareas de control laboral y política salarial en la Secretaría del Trabajo y desarrolló una labor muy eficiente para el presidente de la República en la Secretaría de Gobernación. La familia Luján ha estado siempre en labores operativas de proyectos específicos que le interesan al presidente López Obrador.

 

El punto clave en la estructura arquitectónica del sistema político priista fue la facultad política central del sistema presidencialista que fundó el PRI: justamente la del papel del presidente en funciones como jefe nato o jefe máximo del PRI, tomando en cuenta que el reparto de posiciones de poder vía cargos públicos –que tienen más fuerza que las designaciones burocráticas administrativas– se hacía por el PRI y por el poder extraconstitucional del presidente para decidir —palomear, en el lenguaje político–las candidaturas a cargos de elección popular.

 

Este modelo de presidente de la República-partido vía designación directa de candidaturas por alianzas presidenciales y no por tareas partidistas lo inventó el presidente Porfirio Díaz, lo padeció Carranza y lo intuyó –quizá en modo de genio político habilidoso– el presidente general Plutarco Elías Calles cuando inventó el partido desde el gobierno y desde el Estado –es decir, desde el alma del poder presidencial– para que fuera aparato partidista de distribución del poder y para que respondiera a los intereses del jefe del Ejecutivo por encima de los grupos políticos y sobre todo de la sociedad votante.

El PRI perdió su poder cuando el presidente de la República ya no pudo usar el control de las candidaturas del partido como reparto del poder con Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari, Luis Donaldo Colosio Murrieta, Ernesto Zedillo Ponce de León y la puntilla le dio Enrique Peña Nieto cuando desdeñó al PRI para designar a un burócrata más panista que priista como candidato presidencial del 2018.

 

Desde ahora se prendió el foco de alarma: quien dirija a Morena será el canal del verdadero poder político lopezobradorista.

 

 

 

Política para dummies: la política es la maestra de la vida.

 

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