La ciencia, al final y en la cocina | Joel Hernández Santiago

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¿De veras saben los diputados y senadores de Morena y sus rémoras, el Partido del Trabajo y el Verde Ecologista –particularmente éste, en este caso–, saben lo que están aprobando en sus sesiones maratónicas?

¿Saben las consecuencias de esta su obra que no será el orgullo de su paso por el Poder Legislativo, el que se entiende independiente entre los tres poderes de la República?  ¿Sienten respeto a sí mismos alguna vez y deciden disentir del mandato presidencial? ¿Representan al país y a su gente o a un presidente?

Durante el estratégico contagio de Covid 19 del presidente de México y su necesario aislamiento, diputados afines a la 4-T decidieron aprobar-aprobar-aprobar lo que les envió como iniciativas el presidente de México: fast track. Sin modificar ni una coma, porque eso sí, ni siquiera las leyeron. Luego, lo mismo hicieron los senadores 4-T la madrugada del 29 de abril.

Así, en sesiones maratónicas, en las que se sirvieron con la cuchara grande, obedecieron y levantaron la mano para acabar de plano con institutos e instituciones que son necesarias a los mexicanos, pero que para ellos, legisladores sumisos y con mácula, esto no tiene más sentido que su propio futuro político y por lo mismo “quedar bien” con “ya saben quién”.

Así que, por ejemplo, para ocultar el craso error en el que se convirtió el  Instituto de Salud para el Bienestar  (INSABI), inventado durante este sexenio para anular al Seguro Popular que ya funcionaba y que otorgaba salud a quienes no cuentan con la seguridad social laboral, simple y sencillamente lo desaparecieron y lo enviaron al IMSS-Bienestar. Y lo ya visto: el IMSS no puede con lo que tiene, ahora menos con esto: “Algo huele mal en Dinamarca”

Pero eso es lo de menos: la salud pública es lo que menos importa. Sí importa el sentido político de cada movimiento que se presume con contenido social. ‘La pobreza puede ser capital político y ser usada en ese sentido’ se ha dicho.

Y entre tantos desbarajustes que han hecho los diputados morenistas y adláteres, así como los senadores-4T de la República están las reformas que afectan a la ciencia y la tecnología de México: desaparecen al Conacyt.

Es claro que a Palacio Nacional no le gusta, ni le interesa, ni le importa el desarrollo científico y tecnológico del país. De hecho, desde la actual dirección general de este Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), se prometió la famosa vacuna anticovid: Patria, la que en su momento fue de altísima urgencia. Pero nada. ¿Dónde está?

La oposición legislativa al bloque morenista no tuvo la fuerza suficiente, ni la inteligencia, ni la capacidad políticas y acaso tampoco la voluntad social para defender lo que es la llave del futuro de nuestro país, tan dependiente de la ciencia y tecnología del exterior.

Hay sabios en México. Muchos de ellos están en el área de la ciencia como también en la tecnología: todos ellos requieren apoyos sustanciales, estímulos, confianza, independencia, autonomía… para que con toda posibilidad desarrollen un trabajo, docencia e investigaciones, que lleven a que de nuestro país surjan las soluciones a nuestro futuro tan impredecible pero tan comprometido con los avances de esas áreas del conocimiento y la aplicación.

Así que el 26 de abril, con 257 votos a favor por parte de Morena, PT y PVEM, así como 208 sufragios en contra por parte de las bancadas del PRI, PAN, PRD y MC, y dos abstenciones, de los diputados presentes de las distintas fracciones, se aprobó el dictamen que expide la Ley General en Materia de Humanidades, Ciencias, Tecnologías e Innovación.

La queja de la comunidad científica y tecnológica es que se aprobó sin hacer caso a las observaciones que se les habían hecho a los legisladores, para evitar sesgos, para evitar la disminución en la posibilidad y avance de la investigación científica mediante la restricción de recursos y un sesgo ideológico que provoca marginación y perjuicios graves al sector.

Sí hubo voces que advirtieron lo que se hacía en la Cámara de Diputados, presidida por el diputado Mier –morenista que es, por ahora– quien, ya se sabe, es obediente a carta cabal.

Casi como un murmullo la oposición lo dijo así: “… a pesar de que la comunidad científica hizo varias acotaciones trascendentales que no fueron incluidas en el dictamen; los cambios que se hicieron son esencialmente cosméticos.”

“Un gobierno que le teme a la inteligencia es un gobierno enfermo, un gobierno que no entiende estar del lado correcto de la historia no podemos asumirlo con un juicio de valor benigno. Hoy, lo que necesitamos es pedirle disculpas a México, a la comunidad académica”.

“Esta ley es anti federalista, concentra todo en el Ejecutivo. El plan, el dinero, todo, y se elimina de la ley el objetivo del 1% del Producto Interno Bruto en materia de Ciencia, Tecnología e Innovación”.

Pero nada. La mayoría morenista se impuso y aprobó la nueva Ley Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías, será Conahcyt con ‘h’.

Luego, la madrugada del 29 de abril, la mayoría de Morena y sus aliados la votaron: Fue con 48 votos a favor, 12 en contra y seis abstenciones: Los senadores morenistas no le fallaron al presidente. Sí al país:

Se creó la ley que ha sido considerada por la comunidad científica de México como “centralista, excluyente y retrógrada”, porque concentra el poder en un Consejo Nacional Humanidades, Ciencias, Tecnologías e Innovación, que sustituirá al Conacyt…

Priorizará las becas a investigadores de universidades públicas y atentará contra la libertad de investigación.

Con todo esto, México está en vilo. Eso es: en vilo. Y como es costumbre desde diciembre de 2018 hoy ya está consumado: La ciencia, al final y en la cocina.