A veces no sé si somos o nos hacemos, pero a pesar de ser bien conocido el truco por muchos oaxaqueños, ahí van muchos, otra vez, a cometer la misma tontera. ¡Parece que no entienden!
Ya tiene años que se ha repetido la misma mentira, pero se repite y se seguirá repitiendo por la tontería de los ambiciosos que participan. Primero se estimula a los futuros cómplices a que con un golpe de buena suerte serán los favorecidos con un torrente de dinero. Al escuchar eso, los codiciosos que nunca faltan, se disponen con toda libertad a estafar a los más retrasados en el concurso, a los menos astutos, a los que menos les carbura el cerebro.
Se trata del juego de “la cadena”, que es, en esencia, bien simple. Esta cadena ha tenido cientos de nombres a través del tiempo.
La que anda en estos días entre muchos oaxaqueños se llama la “Flor de la Abundancia”. En realidad es una pirámide. Una pirámide es intangible. Está sobre nada porque nada la respalda. No hay nada en especie que avale ese negocio. Una cadena es, además, un candado: cumple un ciclo y se cierra porque ya no hay más gente que quiera participar. Los únicos ganadores fueron los primeros, pero los últimos se quedan chupando el dedo. A veces se quedan en la vil pobreza.
Lo novedoso de la “Flor de la abundancia”, es que participan gentes desconocidas que se contactan a través de las redes sociales. La mayoría de los participantes, si no es que todos, son codiciosos, egoístas, comodines, que buscan hacerse de riquezas sin nada de esfuerzo.
Así que entran porque les prometieron recibir alrededor de 24 mil pesos sin una gota de sudor. Resulta que entre todos los participantes juntan esa lana para dársela a quien formó la primera flor. Esta persona se sale en cuanto tiene el dinero en la bolsa, para que en su lugar quede otra, misma que recibirá otra cantidad igual de dinero, y así sucesivamente. Pero como no se conocen entre sí, y si uno de ellos deja de participar quedan embarcados todos. Entonces, a quién acudir, a quién reclamar si no se conocen físicamente.
Desde luego que es una bonita suma de dinero para quien la recibe sin quemar energías, pero los que vienen atrás, los incautos pero no inocentes, están dispuestos a dar y recibir el dinero.
La codicia no les deja ver, que en este caso, no hay multiplicación de billetes. No se dan cuenta que no hay milagros de panes y de peces multiplicados. Los que se multiplican son los jugadores ambiciosos.
Y sucede lo que siempre sucede, a unos cuantos días fatalmente la cadena se rompe, la cadena se desmorona.
Los que empezaron la jugada escapan tranquilamente con las bolsas repletas de dinero de los demás. Los de atrás se quedan “no más milando…” y maldiciendo a los que se llevaron su lana.
En tales cadenas no se trata de sorteos, de melates, de loterías, que tienen su lógico mecanismo aritmético o geométrico si se quiere. Con las cadenas llega el momento en que el candado se cierra, a menos que se viaje a otro planeta a invitar a otros bobos que quieran entrarle a la famosa “cadena de la abundancia”.
Si fuiste uno de los cientos y cientos de invitados a participar en esta transa, es mejor que te olvides de ello. Es mejor que dejes a un lado tu codicia y tu ambición de ser rico sin trabajar.
Es mejor que te alejes, a riesgo de que te califiquen de transa, de rata, de estafador o de engañabobos. Te recomiendo como dice la sugerencia populachera, pelandruja pero certera: “¿Quieres hacerte rico?… Pues ráscate donde sientas sabroso…”
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