Cuando estalló el alzamiento zapatista la madrugada del 1 de enero de 1994, uno de los indicios políticos más importantes fue la aparición de un joven guerrillero dirigente que había logrado mezclar las agendas típicas de una guerrilla socialista y las necesidades básicas de comunidades indígenas ancestralmente abandonadas.
Poco interés analítico se dedicó en ese momento a tratar de desentrañar el perfil político del entonces subcomandante insurgente Marcos porque al final de cuenta la agenda de peticiones respondía a su enfoque de interpretación de la realidad mexicana. En el grupo salinista vieron con sorpresa y satisfacción el cambio inmediato de la agenda guerrillera socialista a un listado de peticiones de programas asistencialista para las comunidades indígenas de Chiapas, además de que en Los Pinos entendieron que la crisis era local y que no involucraba al resto de las muy precarias y decrecientes comunidades indígenas en otras partes del país.
A 30 años del alzamiento guerrillero el escenario político nacional e internacional ha cambiado: los grupos progresistas extranjeros que financiaron la existencia económica y política del EZLN han sido desplazados por diferentes corrientes de la derecha y la ultraderecha, en 30 años ha aumentado en 30 millones la población económicamente activa mexicana, el país pasó por la alternancia del PRI al PAN, del PAN al PRI y del PRI a Morena dentro de un espacio ideológico institucional y no de ruptura sistémica.
El desafío del EZLN, visto desde fuera, se presentaba como la urgencia de reconocer el cambio de escenario político mexicano por los nuevos espacios ideológicos no priistas, aunque muy lejos de aquella alternativa de revolución socialista por la vía de las armas. En 1994, el PRD incluía aún en su seno a corrientes socialistas de ruptura de régimen y con muchos cuadros militantes de la vieja ideología del Partido Comunista Mexicano.
Aunque pueda ser una percepción de mala fe, la imagen del EZLN fue la que se mostró ahora de un subcomandante insurgente ascendido a capitán y regresando con su alias de Marcos, pero con un estómago sobresaliente como imagen de una vida satisfactoria. No cuesta mucho trabajo imaginar una nueva fase de la lucha guerrillera en las montañas Chiapas bajo la dirección de un líder obeso con dificultades para moverse en las inclemencias de las Cañadas en disputa.
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