Alguien diría que “parece mentira que…”, pero en realidad es parte de la naturaleza de muchos políticos-funcionarios públicos mexicanos, el no reconocer el error propio; la paja en su ojo; tropiezos y caídas; metidas de pata o de plano corruptelas cometidas en nombre de la patria.
Son los mismos que cada periodo electoral luchan, se esmeran, se enfrentan, colapsan al sistema político nacional, acusan, mienten, señalan, lanzan dardos envenenados, reciben bofetadas, intrigan, ofrecen, prometen, juran y perjuran que serán el mejor gobernante que en el mundo ha sido, para que…
Luego, ya cuando están en la silla del poder y del mando, con mucha frecuencia ocurre lo que uno supone que hace en nombre de la salud del cuerpo social, pero que no es tan así, y eso tiene un altísimo costo político, económico y colectivo.
De pronto, como por arte de magia, el mismo o la misma poderosa se ven a sí mismos como dotados de atributos extraordinarios e, inmediato, ven al mundo con una mirada superaquilina y desde las alturas inconmensurables del poder, por mínimo que sea ese poder.
Así que con frecuencia su ética tiene fecha de caducidad muy breve. Es entonces cuando deciden en nombre de los ciudadanos de su comarca lo que a él o ella les parece mejor; o bien hacen lo que les manda y ordena el supremo poder nacional –esto para preservarse en el puesto y para aspirar a ‘lo que siga’–; o incluso para beneficio personal, en ocasiones.
… Se da el caso, de que en el manejo del presupuesto tienen que considerar el ‘pago de facturas políticas, por los favores recibidos’. O atender a grupos de presión y de poder que les exigen cumplimientos primero que a nadie o bien pagar por anticipado para que en la siguiente contienda todo esté a su favor, aunque para esto usen recursos públicos disfrazados “de obra”.
O como fue el caso de lo que pudo ocurrir en la construcción de la Línea Dorada del Metro, la famosa Línea 12, que era una obra de relumbrón, altamente visible y sí, necesaria, pero que habría de realizarse a marchas forzadas para “entregar a tiempo” al comandante de las fuerzas capitalinas para quedar bien ‘arriba’… y a lo que siga en política.
Marcelo Ebrard, hoy canciller mexicano del que se desconocen sus logros, aunque sí sus yerros en diplomacia, ha estado en la grilla política nacional desde el origen de los tiempos. Ha saltado de uno a otro carril de mando, sin solución. Interviene en toda aquella tarea que lo haga quedar bien a los ojos del su ser político supremo porque quiere ser presidente de México. Ha sido su sueño. Ha sido su lucha permanente. Y ha estado a punto de conseguirlo, a no ser que…
El 3 de mayo pasado ocurrió una tragedia muy dolorosa para todos los mexicanos. Se cayó uno de los vagones del metro L-12. Murieron 27 personas y 79 heridas, algunas de las cuales de mucha gravedad aun hospitalizadas…
Es precisamente la línea de Metro que él mandó a construir y que debía entregarse “en su tiempo y en su forma”, porque la tenía que inaugurar él, no permitiría dejar que su sucesor, Miguel Ángel Mancera, se atribuyera la construcción de esta obra magna… Así fue. Se inauguró el 30 de octubre de 2012. Su gestión concluiría el 5 de diciembre de 2012.
En adelante es la historia de todos conocida: la obra fue entregada “a satisfacción” a la administración siguiente, que pronto encontró fallas visibles y que mandó a hacer una revisión hasta que suspendió su funcionamiento el 12 de marzo de 2014 (Tláhuac-Culhuacán) y se reabrió el 28 de octubre de 2015 (Periférico Oriente-Culhuacán) y el 29 de noviembre de 2015 (Tláhuac-Tezonco). Se dijo que ya estaba lista para su funcionamiento.
Y se entregó a satisfacción a la administración siguiente en diciembre de 2018. “Y la máquina seguía pita-pita y caminando”, hasta que el 3 de mayo ocurrió la tragedia. La dolorosa tragedia.
Luego de más de seis semanas de lo ocurrido no se conocen responsabilidades y todo parece indicar que el tema se ha politizado; se ha convertido en manjar de tirios y troyanos de la política nacional. Que el tema, por encima de las personas fallecidas y dañadas, está en manos del poder político, y sin solución a la vista.
Se conoce un primer diagnóstico de las razones de lo ocurrido; se habla de fallas de origen en su construcción, de falta de pernos, de trabes fallidas, de concreto de distintas calidades, de daños estructurales posteriores por sismos… y tanto. Y unos y otros dicen que hay que esperar a que en julio se conozca el diagnóstico final que coordina la misma jefatura de gobierno de CdMx.
Unos y otros, por debajo de la mesa, acusan, señalan, envían mensajes, se defienden: Marcelo se defiende y acusa; Mancera se defiende y acusa; Sheinbaum se defiende y dice no acusar, pero acusa. Mario Delgado, que manejaba los recursos con Marcelo dice que él “hizo su trabajo”; Horcasitas dice que “hizo su trabajo”… Todos hicieron ‘bien’ su trabajo: Pero el vagón se cayó.
El presidente López Obrador sugiere al ex presidente Felipe Calderón, aunque es en esta gestión cuando se cayó el Metro; la señora Florencia Serranía –quien nadamás es Directora General del Metro–, está desaparecida, oculta, protegida. Y más involucrados tiemblan, pero se cubren y habrán de defenderse y acusar a otros: ‘Songo le dio a Borondongo. Borondongo le dio a Bernabé.’
Nadie tuvo la culpa, se dirá al final. O la parte más débil de la cuerda del poder será la culpable. Habrá protección para los verdaderos culpables, y alivio para el gran poder. ¿Y los mexicanos todos? ¿Y los mexicanos fallecidos?… “Hágase la voluntad de Dios en los bueyes de mi compadre”.