A continuación se reproduce un artículo que publica hoy el portal electrónico del periódico español El País, escrito por el periodista veracruzano Raúl Torres Jiménez, quien fue compañero de labores de la corresponsal de Proceso, Regina Martínez.
Al momento en que empiezo a escribir estas líneas, me siento como si me hubieran dado un mazazo en la cabeza. Acabo de enterarme hace apenas unos 15 minutos de que Regina Martínez ha sido encontrada muerta en el interior de su domicilio en Xalapa, con huellas de que fue agredida a golpes y estrangulada. Aún no sé si ya se realizó la conferencia de prensa que dicen va a ofrecer la Procuraduría General de Justicia para informar del caso.
Le juro que me siento abatido. No se trata de hablar en primera persona y menos de mis males, pero la presión alta que me agobia desde hace unos días -quizá derivada en parte de la falta de solidaridad del Gobierno estatal para con quienes somos ya jubilados y tenemos derecho a una pensión y esta no llega después de un año de haber salido del trabajo, o llega en forma de un cheque por un mes de pensión que no alcanza para resolver todos los problemas que se tienen-, se ha disparado un poco más al abrir la computadora y ver en redes sociales y en portales informativos de Xalapa los primeros informes de la muerte de la compañera Regina.
Hace tan sólo unas semanas la encontré en la calle Enríquez, entre Palacio de Gobierno y Palacio Municipal, con su paso siempre ágil, pero se detuvo para que nos saludáramos. Sin chocholeos, con verdadera solidaridad y respeto a ella por su lucha por hacer un periodismo valiente sobre todo en estos tan difíciles tiempos para la prensa veracruzana, le felicité por sus informaciones que aquí las publica Notiver, y que a nivel nacional aparecen en Proceso, y le dije: “Cuídate mucho, Regina, los tiempos son difíciles para el periodismo en general”, y ella sólo sonrió y me dijo: “Te lo agradezco”. Nos despedimos y siguió su camino.
Fuimos compañeros de redacción en lo que entonces era el Departamento de Información del Gobierno del Estado en la época del gobernador Agustín Acosta Lagunes. Llegó al poco tiempo de que el abogado, político y periodista Ángel Leodegario Yayo Gutiérrez Castellanos había llegado a ocupar ese encargo sustituyendo al economista Rafael Arias Hernández. Creo que venía procedente de Chiapas, pero no supe más porque era muy reservada en su vida personal y por respeto nunca le pregunté más aunque algunas veces cubrimos giras y actividades del gobernador y otros funcionarios. No duró mucho tiempo allí porque su espíritu libre e independiente no se sentía a gusto en una oficina de prensa del sector oficial en donde es un hecho que hay que ceñirse, en muchas ocasiones, a esquemas muy reducidos en cuanto al tratamiento de la información.
Después de su breve paso por prensa del Gobierno, estuvo una temporada en el Canal 4 Más, ya en el Gobierno de don Fernando Gutiérrez Barrios, pero como el canal de televisión está literalmente en la punta de un cerro y no es fácil llegar, dejé de verla un buen rato; la volví a ubicar al poco tiempo de que Política, el diario fundado por Yayo Gutiérrez Castellanos, inició su circulación. Allí estuvo hasta que con la muerte de Gutiérrez Castellanos varias cosas cambiaron en ese medio. Estuvo también como corresponsal de La Jornada, y de allí pasó a Proceso, en donde creo que alcanzó plenamente su madurez para escribir como ella quería, comprometida con la verdad.
Así como era, bajita de estatura, así era el tono de su voz, bajo, nunca la escuché gritar, y cuando hacía preguntas en una entrevista, su voz era pausada, pero firme, y en más de una ocasión me tocó ver que irritaban sus cuestionamientos a los entrevistados, porque sus preguntas eran directas, firmes, mas no agresivas. Mientras escribo esto, checo constantemente páginas de internet, el twitter, facebook. EL PAÍS de España ya lo publicó en su portal, los mensajes de coraje, de impotencia de muchos compañeros surgen uno tras otros en esas redes sociales.
Ahora recuerdo a Miguel Ángel López Velasco, con quien alguna vez bebiendo una cerveza le pregunté si no tenía temor a represalias, sobre todo después de escribir aquel libro suyo Todos estamos adentro, en donde de manera exhaustiva documentaba el caso del Llano de la Víbora, cerca de Tlalixcoyan. Su respuesta fue: “Mira, en esto siempre hay riesgos, es parte de nuestro oficio”, y yo asentí porque era una gran verdad.
Acababa de llegar a España con mi familia, tratando de alcanzar un sueño –que por desgracia no he cumplido- cuando supe de su muerte y de la su esposa y su hijo. Y también recuerdo cómo, un mes y días después don Rafael, un vecino de piso en la calle Carretas, tocó a la puerta y me dijo: “Amigo periodista, mataron a otra colega suya en su tierra”, y fui a su departamento y así me enteré del asesinato de Yolanda Ordaz de la Cruz. Ahora esto, lo de Regina. Mi voz es insignificante, pero la levanto y digo con toda entereza: ¡Justicia para Regina, basta ya!
*Raúl Torres Jiménez es periodista retirado