El sueño surrealista para muchos —incluso para los llamados expertos e internacionalistas que veían como poco probable que Donald Trump fuera presidente de Estados Unidos—, se volvió realidad. Tarde descubrieron que los electorados actualmente sufragan a través de las emociones y, en ese sentido, Hillary Clinton obtuvo 65 millones 844 mil 610 votos que equivale al 48.2% contra los 62 millones 979 mil 636 votos de Donald Trump, que es el 46.1%. Es decir, Hillary Clinton ganó el proceso electoral en la voluntad popular con alrededor de 2.8 millones de votos de ventaja, como la democracia norteamericana es indirecta, Trump fue quien finalmente se convirtió en el Presidente numero 45 de los Estados Unidos.
Rápidamente, su discurso xenofóbico, racista y primitivo, lo ha venido llevando a cabo con planteamientos desde la construcción del muro en la frontera con nuestro país, hasta la orden ejecutiva que aislamiento a personas que aunque tuvieran la llamada Green Card, pero que fueran de origen musulmán, no les permitió entrar al país de las barras y las estrellas.
Paradójicamente, la decisión de la construcción del muro con el incremento del 20% a los impuestos a las importaciones mexicanas, representa el intento material de la ofensa nacional más grande que tengamos registro en este siglo. Esta situación nos debe llevar a buscar consensos al interior de nuestro país, mas allá de banderas políticas, intereses particulares o de grupo, y a pensar que la frontera y nuestros vecinos y antiguos socios comerciales quizá ya no lo sean. No, al menos mientras Trump gobierne Estados Unidos. Y en ese sentido, la reflexión nos debiese llevar a fortalecer nuestro mercado interno, a consumir productos nacionales y que ese proteccionismo económico que intenta llevar acabo el gobierno norteamericano, de facto nosotros lo consigamos.
Quizá, todos los partidos políticos deban consensar otra vez. La primera ocasión fue a través del llamado “Pacto por México”. Y en esta ocasión deberán olvidar los intereses políticos y electorales, y mas allá de que existen elecciones en entidades como Nayarit y el Estado de México, la causa nacional nos debe llamar a todos.
No es tema menor: el llamado a proteger nuestra soberanía. El resurgimiento del despotismo, ahora en la máxima potencia mundial, antiguamente llamada el modelo democrático a seguir. Modelo, por supuesto, después de la Segunda Guerra Mundial y consumada la victoria americana, así como la reproducción de su modelo de gobierno en el mundo entero, pero con contradicciones como un Presidente legítimo pero sin la mayoría del pueblo, y quien pretende gobernar más allá de las leyes y a capricho personal e ideológico.
Ya lo decía John F. Kennedy: “Con la mitad más uno puedes ganar una elección, pero no puedes gobernar un país”. En eso radica la dificultad de un Presidente que gobierna y marca su política exterior a través de Twitter: nuevas realidades que si bien es cierto cuentan con elementos tecnológicos novedosos, tienen ideas retrógradas, como la xenofobia y el fascismo, independientemente de que nosotros no votamos al Señor Trump, pero nos repercuten sus decisiones.
Debemos asumir una actitud proactiva para delinear los lazos y los esfuerzos nacionales en fortalecer los mercados locales y quizá, al menos, temporalmente generar una tregua política entre las diferentes fuerzas, teniendo en claro que hoy el enemigo no está en casa.
Los tiempos son otros; son, incluso, inéditos. El enemigo es del exterior; se llama Donald Trump; es Presidente de Estados Unidos, y tiene como consigna destruir los sueños de millones de mexicanos que queremos salir adelante y que, al igual que él, merecemos una oportunidad. Hoy más que nunca, el llamado es a estar conscientes de que juntos lo podemos todo.