En otras circunstancias y en un país utópico, los mexicanos deberíamos sentirnos felices porque el 2 de junio vamos a votar; porque vamos a elegir a quienes nos gobiernen, a quienes legislen, a quienes reciban el mandato y obedezcan la Vox populi-vox Dei.
De hecho, el día de las elecciones debería considerarse una fiesta, en la que unos 97 millones de mexicanos al grito de guerra en lista nominal, según el Instituto Nacional Electoral, serán quienes decidirán, entre los distintos partidos, al que –de acuerdo con nuestra cultura democrática personal- es el mejor para guiar a la patria hacia los senderos de la gloria, de la soberanía, del ‘respeto al derecho ajeno’ y del ‘todo cumplido para todos’.
Ese día se elegirán 20 mil cargos locales y federales, incluido el máximo cargo de elección popular del país: la Presidencia de la República: ni más, ni menos.
Por supuesto, antes cada uno de los aspirantes al cargo de elección –durante unos dos o tres meses de campaña- habrá desgranado sus proyectos de gobierno, sus proyectos de municipio, estado, país… Su ideal legislativo de hacer leyes para el bien de los mexicanos, según juran y requete juran cuando asumen el cargo, y con la Constitución Mexicana en las manos y con lágrimas de emoción…
Eso es: En un país con democracia consolidada y sin estorbos o peligros en el camino, el 2 de junio debería ser esa fiesta de la democracia que se nos tiene prometida.
Y el día siguiente, el lunes 3 de junio, sabríamos quienes ganaron por mayoría y quienes perdieron por la vía electoral limpia, transparente, sin chanchullos ni mentiras ni engaños ni uso abusivo de los aparatos del Estado para favorecer a tal o cual candidata o candidato…
Y por supuesto, para evitar suspicacias o jaloneos o piquetes de ojos o golpes bajos estarán ahí nuestras instituciones autónomas, independientes, plurales, sin mácula y sin mano negra que las mangonee, son el Instituto Nacional Electoral y el Tribunal Federal Electoral…
… Y serán las que nos digan a los mexicanos que los resultados están en ley, que son los que son y que triunfó la democracia y la participación ciudadana y el criterio político de cada mexicano…
Esas son nuestras aspiraciones nacionales, pero eso son, aspiraciones… y es que hemos vivido tantos-tantos años de aspiraciones que…
La realidad es muy distinta al momento. Resulta que por estos días los mexicanos tenemos enfrente un panorama nacional desolador. Un panorama en el que la polarización que se estimuló por el discurso de odio y de amenazas y venganzas desde Palacio Nacional caló en el sentido social democrático: hoy son los buenos y los malos, los chairos y los fifís, los enemigos de la 4-T y los conservadores-neoliberales-traidores de la patria…
Hoy los mexicanos estamos sumidos en un mar de contradicciones y al mismo tiempo en ese mismo mar de expectativas que presagian confrontaciones, exhibición de pecados cometidos, mentiras, engaños y hasta la amenaza de “o conmigo o contra mí”…
Y estamos a la vista de otro modo, pero lo mismo: La pobreza es vigente en su estado original durante estos casi seis años. Esto tiene un significado electoral; es el voto agradecido de los beneficiarios de una ayuda económica que más que política pública de desarrollo parece caridad o chantaje.
Al momento las cifras de personas en situación de pobreza sigue siendo alta —46.8 millones de mexicanos viven en pobreza, que es el 36.3% de la población total; en tanto que 9.1 millones de mexicanos no pueden cumplir la mayoría de sus necesidades básicas, es decir, pobreza extrema.
Por otra parte, las cifras de ocupación son lamentables. La población económicamente activa de México es de 61 millones de personas de los que 22 millones viven en la economía informal, que es decir, trabajo por su propia cuenta sin servicios públicos de apoyo.
Pero sobre todo la democracia mexicana está en un proceso de descomposición no visto antes con esta particularidad: la participación activa en asuntos políticos y electorales del crimen organizado.
Tan sólo en lo que va del año han sido asesinados 11 aspirantes a puestos de elección popular. Esto sin contar con que las campañas electorales formales comenzaron apenas el viernes 1 de marzo.
En las elecciones intermedias de 2021 fueron asesinados 90 aspirantes candidatos y hubo 693 agresiones contra políticos y candidatos. Así, el proceso electoral de 2021, fue el más violento de los últimos 20 años.
¿Cuántos candidatos ya dispuestos en este momento provienen de la decisión de esas organizaciones criminales? ¿Cuántos serán agredidos en los meses que siguen hasta llegar al 2 de junio de este año? ¿Cuántas amenazas, cuántos agravios?…
La señora Claudia Sheinbaum, siguiendo el guion que le pasan desde su alto mando, aquí no pasa nada, todo está en orden y serán unas elecciones sin riesgos ni peligros para ningún candidato. Ojalá. Pero todo parece indicar que la mano negra está ahí a la espera de los nombramientos y a la espera de imponer a sus peones que serán sus aliados y cómplices en sus actividades ilegales. ¿Cuántos los hay en este momento? ¿Cuántos habrá luego del 2 de junio?
Pero, bueno, eso de la democracia feliz y consolidada está más lejos de nuestra vida nacional por estos días. Ojalá no se cumplan los malos agüeros de peligro o de extremos o de daños colaterales o de descubrimientos políticos dolorosos y dañinos…
Ojalá no se cumplan los malos presagios y sí podamos contar con que la fuerza del voto de la mayoría de los 97 millones de mexicanos decida lo que sigue y lo que será este país: México, que es a fin de cuentas, el único país que tenemos.