FECAL pretende a toda costa mostrar un panorama que se aleja de la realidad mexicana. Por una parte, su gabinete insiste en la creación de empleos adicionales a los perdidos por los altibajos de nuestra economía. En este mismo tenor, esta tecnocracia endilga cuentas felices y suficiencia económica a los mexicanos que perciben seis mil pesos, amén de la quimera diaria del Presidente argumentando que el número de pobres esta disminuyendo. Son vastos los estudios que muestran un panorama contrario al dibujado por la clase en el poder político.
La desocupación y el subempleo son extraordinariamente elevados. Ello explica el crecimiento desproporcionado de la economía informal, la búsqueda de horizontes deslumbrantes como el éxodo hacia los EUA y, evidentemente, la opción delincuencial como fuente de “ocupación”. La penuria de la gente que tiene la fortuna de percibir un salario y que enfrenta una carestía ascendente, ridiculiza el pensamiento conservador del preferido delfín Calderonista. Asimismo, las estadísticas de organismos sensatos –que no poseen interés político y por tanto no mienten ni matizan ni maquillan los datos-, dejan al descubierto el crecimiento de la pobreza en México, ya sea que se le estudie como “índice de desarrollo humano” o “índice de marginación”, en ambos casos con insuficiencias para transparentar la realidad nacional de miseria de millones de compatriotas.
Hemos sostenido que la crisis de la deuda Norteamericana afectará, más temprano que tarde, de manera sensible a nuestra economía. Si ahora nos pegan las excesivas importaciones de combustibles y granos, sólo por señalar dos renglones que descapitalizan al país con desajustes en la balanza comercial, además de la baja (12%) en las remesas durante el 2009 y su estancamiento en 2010, cuando sólo crecieron 0.12% respecto del año previo, el futuro es más incierto. Así, es previsible que en el mediano plazo las actividades productivas de México y el comercio con los EUA tuerzan en deterioro nuestro. Allá habrá un pago religioso del servicio de la deuda y, por tanto, recortes en el gasto y la inversión, incluso de programas sociales y subsidios, un manejo del déficit sólo conveniente a sus intereses, pero además restricción de sus importaciones.
No está por demás llamar la atención sobre el reto de México para salvar de manera definitiva la crisis que viene. Sin embargo, no hay base social organizada, ni iniciativa alguna de las fuerzas políticas representadas en el Congreso de la Unión y menos aún movimientos partidistas para darnos un proyecto alternativo. La sociedad sufre desencanto e impotencia y no nos inmutamos. Las fuerzas sociales organizadas o el sindicalismo (corporativizado antes) están aletargadas o las independientes de plano perdieron ese carácter. Es un reto para todos. Pero de entrada es nuestro. Es un desafío para el Gobierno que debe cambiar de raíz el modelo vigente pero no lo asumirá si seguimos en la inmovilidad, apáticos, cayados, indolentes. Javier Sicilia movilizó y llamó la atención del país, pero sobre todo apaleó la frivolidad y la insensibilidad del Ejecutivo y el Legislativo que viven en la costosa celebración mediática de sus pírricos resultados. Es una desgracia que hayamos perdido la capacidad de rebeldía, de protesta, de organización, de reclamo y de propuesta social o política.
Tenemos que entender la dimensión de la crisis estadounidense, reflejada en la penosa subordinación de Barack Obama y los Demócratas a los designios del Partido Republicano, para resolver de fondo la nuestra, más que para sobrellevarla. De entrada, es deseable un movimiento nacional que reclame el abandono inmediato de la sumisión del gobierno mexicano al Consenso de Washington, y construyamos un proyecto nacional independiente.
Sirva un ejemplo del reclamo popular latinoamericano organizado de justicia para los trabajadores, al tiempo que es el germen de una nueva sociedad en cada nación del continente. El PRT Argentino ha convocado a luchar por la semana de 40 horas. “Nuestros abuelos y nuestros padres –dicen-, conquistaron las 8 horas (o 48 semanales) con la lucha, unidad y organización” desde septiembre de 1929. Este es un reclamo sindical, es un grito de dignidad y una aspiración masiva de todos los trabajadores. La clase obrara Chilena por su parte, logró que la jornada ordinaria de trabajo disminuyera de 48 a 45 horas semanales a partir de enero del 2005. Este año, el gobernante Partido de los Trabajadores de Brasil ha colocado en la agenda la reducción de la jornada de trabajo de 44 a 40 horas.
En Colombia la jornada semanal es de 48 horas; en Perú de 48; en Venezuela de 44; en Ecuador de 40; en España de 40; en EUA de 40; en Alemania de 37; y en Francia de 35 horas semanales. Las economías de la región (sin EUA) acumulan más de 40 horas semanales de trabajo y sus excedentes enriquecen a los propietarios. En tanto, países como España o las tres potencias referidas tienen jornadas menos extenuantes pero la acumulación de capital sigue.
No obstante, el empresariado regatea la baja de la jornada laboral argumentando la disminución de la productividad. Desde nuestra óptica, la reducción de las horas del trabajo semanal, es decir de 48 a 40 horas, permitiría incorporar un mayor número de trabajadores al mercado laboral y, por consecuencia, abatir el enorme desempleo existente, sobre todo en México. El crecimiento económico no puede seguir cimentado en la explotación de la clase trabajadora, sino en procesos productivos eficientes y en el abatimiento de la pobreza generando empleos. Qué quiere FECAL y Lozano con su reforma laboral?