El asistencialismo es el rostro humano de la política social.
Ivette Morán es el rostro humano del poder en Oaxaca.
La teoría define al poder como la capacidad que un individuo tiene de influir en otros.
Ivette Morán influye en muchas personas.
La esposa de un gobernador debe ser, por antonomasia, la excepción que confirma la regla que dejó escrita Reyes Heroles: “El poder corrompe”.
A las esposas de los dignatarios generalmente se les respeta o se les teme.
Dos años a la distancia veo que a Ivette se le quiere, como en su momento sucedió con Lupita.
Ivette Morán pronto se dio cuenta de los alcances y las reglas no escritas del poder y tomó su decisión. Eligió usar ese poder en toda su amplitud para ayudar, para asistir.
Ha hecho trabajar a marchas forzadas, no solamente a su equipo, sino a todo aquel o aquella que, siendo servidor público, de cualquier poder y de cualquier orden de gobierno tiene incidencia en Oaxaca.
La asistencia social es de resultados y en ningún otro lugar son urgentes y necesarios los resultados como en el seno de las familias en condiciones de vulnerabilidad.
Ahí, Ivette es el alma gemela de Alejandro. Exige, no da tregua, transige y exige para que las cosas se hagan como se tienen que hacer. Es inflexible ante los errores. La pobreza, la discapacidad, la vulnerabilidad, los adultos mayores, los niños y las mujeres exigen perfección en el accionar público. También en el privado.
Ivette lo sabe y por eso va más allá de cualquier límite a la hora de hacer más con lo menos. En breve tiempo se convirtió en gestora exitosa, en puente entre el sector público y el privado.
Un buen día terminó su desayuno y se fue a hacer política. Seguramente hoy estará de acuerdo conmigo en que la política es el arte de hacer posible lo deseable.
Sin ser representante popular, ni detentar más cargo que el que honorariamente aceptó, ha puesto todas sus relaciones al servicio de los socialmente excluidos.
Y acaso después de haber escuchado y leído con atención su segundo informe de actividades entiendo que ha sabido dimensionar la categoría de la exclusión social que captura el enorme impacto de la privación que resulta de la incapacidad o de la falta de oportunidades que implican la pobreza y la vulnerabilidad social para participar en los principales espacios de la vida ciudadana como el mercado de trabajo, la justicia, los derechos, la comunicación, la información y la cultura.
Y felizmente me doy cuenta de que la familia tiene el lugar de privilegio como espacio insustituible para el desarrollo de las personas y de que el DIF no es un mero dispensador de prestaciones desarticuladas.
Ivette sabe que no se trata solamente de ayudar a las personas, sino de integrar a las familias para que estas no se sigan decantando en crisis.
No se trata solamente de atender a las personas con discapacidad para que las familias se desentiendan de ellas o de que el DIF tenga más y mejores espacios para los adultos mayores y niños abandonados. Se trata de que las familias se involucren. Ese es el propósito último.
320 mil personas beneficiadas con el programa “Asistencia Alimentaria”; 71 mil beneficiados en las Unidades Básicas de Rehabilitación; 1270 cocinas comedores comunitarias en las ocho regiones; 184 millones de pesos invertidos para el beneficio de casi 100 mil personas con discapacidad; 4 parques incluyentes; la ruta “DIF te lleva” de transporte adaptado para usuarios de sillas de ruedas; 12 mil personas beneficiadas con las jornadas médicas gratuitas; mil 709 escuelas públicas beneficiadas a través del programa “Desayunos Escolares Fríos”; 50 mil servicios de las Unidades Móviles; equipamiento de casas de día; el Centro de Capacitación para Personas Ciegas y Débiles Visuales; la vinculación con organismos nacionales e internacionales a través de convenios; 105 millones de pesos para dotaciones nutricionales, es parte de lo que se ha hecho.
Ivette no necesita aduladores, pero sí quien le haga saber que su tarea es importante y que no pasa desapercibida. No en un estado como Oaxaca.
Un dato es revelador: Ivette Morán ha hecho este año 285 giras.
Ivette es una mujer preparada, pero antes es hija, madre y esposa. La vida la trajo a Oaxaca y este es ya su hogar.
Tiene una gran responsabilidad y está consciente de ella. Por eso a diario está imaginando, planeando, proyectando, diseñando el presente y el futuro inmediato.
En Oaxaca el trabajo nunca termina y esta mañana, Ivette seguramente se levantará ya de cara a su tercer informe.